Mañana hará un año que empezó el infierno para Oriente Medio. Un año en el que no ha sido capaz de encontrarse una solución al problema, por venganza, por incapacidad y por intereses políticos y económicos. Llevamos más de 42.000 muertos en Gaza, 1.200 personas fueron asesinadas por Hamás en un solo día, y un centenar sigue secuestrada con la incógnita de si después de tantos bombardeos seguirán vivos o no. Ahora el infierno se ha trasladado a Líbano, donde por el momento llevan 1.300 muertos por las bombas de Israel, víctima y verdugo a su vez por aquel maldito 7 de octubre. La frustración que me causó al ver la incapacidad de nuestros líderes europeos hizo que me dijese a mí mismo: -Si nadie hace nada ¿Quién lo hará?
Por eso llevo casi un año intentando, si no solucionar el problema, si aportar un granito de arena que evite una escalada mayor. Escribí cartas al Primer Ministro inglés, al Presidente de Francia, al Presidente de la ONU, a la Presidenta del Parlamento Europeo y al Secretario General de la ONU.
En esas cartas les recomendaba principalmente lograr un pacto entre los sectores más moderados del gobierno israelí y palestino para lograr un alto al fuego y la solución de dos estados. Por el otro aconsejaba que no siguieran teniendo tratos con el régimen de los Ayatollahs de Irán, principales benefactores de esta sangría sin fin, financiando a Hezbollah y Hamás, cuyos líderes ahora son ya historia, lo cual no lamento, más bien ha sido como haber cortado una raíz podrida en el suelo de Oriente, la cual obstaculiza la paz. El Presidente Macron fue el único que tuvo la consideración en contestarme y darme las gracias.
En aquellas misivas pedía también que no olviden otros conflictos como el de Afganistán, a quien han abandonado a la rapiña de los Talibanes y que Venezuela esta vez no sea ignorada. Por nuestro lado, por el de España, viéndose como el Tribunal Supremo estudiaba la posibilidad de aprobar la Ley de Amnistía a favor de los golpistas catalanes no dudé en escribir al presidente del Tribunal recordándole que si la UE se fundó en 1945 fue precisamente para evitar que cualquier tipo de nacionalismo extremista tuviese legalidad alguna.
Y luego, por el último lado y el más apartado también, hice llegar a través de contactos que no nombraré por su seguridad, pero que se hacen llamar Grupo de Ciro el Grande, una serie de cartas al hijo exiliado del Shah de Irán, el Príncipe Reza Ciro Pahlavi, instándole a que cuando Irán sea libre sea él quien lidere una futura transición, si no cómo monarca si como jefe de estado provisional.
Irán tiene muchos grupos exiliados, los Muyahidines, el TUDEH, el Consejo Nacional Iraní y grupos kurdos, pero tienen un defecto y que es que ellos defienden sus ideas, no la idea. La idea es de un Irán unido sin sectarismos ni ideologías de extrema derecha e izquierda o separatista, y solo el Príncipe puede hacer realidad esa idea de un Irán unido o de lo contrario y de llegar a caer el régimen islamista y sin un gobierno fuerte de transición tendríamos en Irán el mismo escenario que hubo en Irak tras la caída de Saddam.

Esta fase mía de «embajador itinerante no oficial» ante el mundo ha terminado, y he hecho lo que he hecho no por tener fama ni recibir el Premio Nobel de la Paz. Todo lo que se ha hecho ha sido únicamente por esos pueblos del Levante y el nuestro propio y el del resto del mundo, para algo somos ciudadanos libres y yo hice lo que hice porque era necesario, así lo consideré. Los políticos hablan mucho, pero hacen poco y darles un tirón suave de oreja a veces conviene para que se despierten. No negaré que estoy cansado, mentalmente sobre todo, pero espero que en el futuro todo esto haya servido para evitar que el mal que hay sea erradicado y se encuentre una solución pacífica y favorable a ambos lados. Eso es todo. Les animo si así lo creen, a hacer lo que yo he hecho, porque al principio quizás solo sea uno, pero ese uno será grande si al final lo forman millones de voces humanas que han dicho ¡BASTA!
