Cristo crucificado o Cristo de San Plácido, obra del gran Diego de Silva y Velázquez ( 1599- 1660 ) , el Cristo de los cuatro clavos, según sugerencia iconográfica de su maestro y suegro, Francisco Pacheco.
Cristo aparece sujeto a una cruz de travesaños con los nudos de la madera señalados, título en hebreo, griego y latín. Es un óleo sobre lienzo de estilo Barroco, que se halla en el Museo del Prado desde 1.829. También se le ha llamado Tormento de la Pasión. Procede de la sacristía del convento madrileño de monjas benedictinas de la Encarnación de San Plácido.
La leyenda dice que es pintado a instancias de Felipe IV para expiar su enamoramiento sacrílego de una joven religiosa.
Oh Cristo que brillas en la ajada tela como lirio blanco sobre la negra tierra y enciendes tu luz mortecina en medio de una sala que dialoga contigo. Oh Cristo, de apolíneo cuerpo plagado de llagas dulcemente dormido en la mustia muerte del árbol caído. Oh Cristo de los cielos negros de la oscura luna, de ausentes estrellas cuerpo de pan en la hostia cuerpo de roto nácar sobre la oscura tela, hundido. Oh Cristo, tan dulce y suave como la mano de un niño que llora conmigo. Oh Cristo de la cruz herido cabeza gacha, sereno y tendido cual blanca mañana sobre noche vencida. Ya no miras los bronces de luna en madrugadas ocultas en hielos de invierno y en trigos de estío. Oh Cristo que callas, sereno y único en los lamentos del mundo y te entregas en pan blanco cual maná penitente... Cristo, de cabeza gacha y dolorosa muerte en perlas de grana y sangre teñido ven a mí y redime esta vida callado camino de muerte de silencio profundo, en cañadón de olvido. Trae poco a poco tu luz tu pasión, tu dolor, para que yo lo comparta. Ven a mi casa y entra pues mi alma te aguarda no más sangre en tu ausente cuerpo no más silencio en derredor tuyo Ven conmigo, a mi lado, dándome tu palabra que cure poco a poco esta herida anclada a la pérdida de un ser querido. Comparto contigo una porción de pan y de sal, que marca la huella de la piel herida Te miro y me miro y en tu dolor me redimo Ven a nosotros, Cristo de los cuatro clavos enséñanos el amor: único camino y cuando caiga nuevamente en el otoño, perdido, dime una y otra vez: " Te amo, nunca me he ido". Cristo de luz, Cristo de sangre Cristo de antes, Cristo de ahora no dejes que el mundo nade por el mal y la muda muerte Avanza con tus manos heridas y cuando toques mi puerta para amanecer, encendido, dime una y otra vez: " Siempre estuve contigo".
Que bonito poema!!. Me ha llegado al alma. ¡Enhorabuena!
Siempre tocas el alma de quienes leemos tus poemas !