La captura de «El Ratón» (32 años) –hijo de «El Chapo», extraditado a Estados Unidos en 2017– ha sido preludio de la visita, mañana, de Biden a México, para una reunión con López Obrador (AMLO, 1953), en la que la contención del fentanilo será tema central.
No es la primera vez que detienen a este avezado traficante. Hace tres años, en respuesta al caos creado por los narcos, tras el arresto del usufructuario de Los Chapitos, una de las facciones del Cartel de Sinaloa, el presidente mexicano lo liberó, con la coartada de salvar vidas inocentes. Un fiasco vergonzoso.
En esta ocasión, 900 efectivos del Ejército, Guardia Nacional y Policía Estatal participaron en la detención, haciendo frente a presuntos narcos armados que bloquearon carreteras, aterrorizaron a residentes y dispararon contra aviones en el aeropuerto de la capital.
Balance de la operación: una treintena de muertos (10 de ellos militares y 19 narcotraficantes), 35 militares heridos y 21 narcos detenidos.
La Agencia Antidroga (DEA) considera que si el presunto traficante fuera extraditado a Estados Unidos, podría proporcionar información crucial sobre el tráfico del fentanilo ¿Esta vez, no se va a escapar?
México, primer suministrador
Según la DEA, México se ha convertido en el principal proveedor de fentanilo de Estados Unidos, superando a China, lo que ha alarmado en la Casa Blanca y en el Capitolio.
En lugar de enviar este narcótico sintético opioide por correo desde China, como era el caso en el pasado, los cárteles de la droga mexicanos empezaron a fabricar y traficar con el opioide, por tierra, hasta Estados Unidos.
El país más amenazado se enfrenta a la droga más letal de su historia por la adicción masiva a las drogas ilegales, como el fentanilo. El problema es la demanda, no la oferta, por lo que el Gobierno se ve urgido a actuar con urgencia para reforzar la aplicación de la ley, reducir la demanda y ampliar el acceso a tratamientos que salvan vidas.
La alarma del fentanilo pilló desprevenidos a los gobiernos afectados, que tardaron en reaccionar, y la política «abrazos, no balas», en la que se embarcó AMLO cuando asumió la presidencia en 2018, se ha saldado con un fragoso fracaso, tras haber criticado la campaña militar respaldada por EE. UU. para capturar a los capos de la droga.
Ambos países se habían comprometido a abordar causas subyacentes cruciales: débil sistema judicial mexicano y creciente demanda estadounidense de narcóticos, pero ninguno lo hizo.
Un opiáceo barato y accesible
Sintetizado por primera vez en 1960, en Beerse, (Bélgica), por el Dr. Paul Janssen y Janssen Pharmaceutica, el fentanilo tiene dos tipologías:
Farmacéutico: analgésico legal, complementario a la anestesia general, recetado por los médicos para tratar a pacientes crónicos con dolor intenso, después de una operación y en las etapas avanzadas del cáncer.
Fabricado ilícitamente: Fácil de fabricar, 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina, proporciona una sensación de euforia a desdichados consumidores que no tienen idea de cuáles son los riesgos, al tiempo que los coloca al borde de la muerte.
Una dosis de fentanilo alta en el flujo sanguíneo puede desencadenar insuficiencia respiratoria y, en última instancia, parada cardiaca. Su potencia es tal que existe poco margen entre una dosis baja y una alta que lleve a la disminución de funciones vitales.
Mezcla fácilmente con heroína, cocaína y metanfetaminas, lo que hace que las drogas se vuelvan más baratas, potentes, adictivas y peligrosas ya que al no poderse ver, percibir su sabor, ni percibir su olor, resulta imposible saber si fueron mezcladas.
Derivados cercanos –como el carfentanil– son muy fáciles de fabricar y 100 veces más potentes que el fentanilo en sí.
Primera causa de muerte
Buen número de víctimas por sobredosis han muerto sin saber por qué y quienes consumen otras drogas desconocen que está mezclado y en dosis letales. Sin conocimiento de los consumidores, los traficantes de EE. UU. las están enriqueciendo con fentanilo.
Las muertes por sobredosis en Estados Unidos superaron las 107.000 en 2021, la cifra más alta de la historia. Dos tercios de las víctimas por consumo de fentanilo que, al año, se cobra más vidas que los accidentes de tráfico, la violencia armada y los suicidios, siendo la principal causa de muerte entre las personas de 18 a 49 años.
Si fuera posible detener, de algún modo, el contrabando de fentanilo desde México, el resultado sería el rápido crecimiento de la síntesis del opiáceo, en laboratorios de garaje, en pueblos y ciudades de toda América.
El afán de lucro inherente al tráfico ilegal de drogas, junto con la facilidad de síntesis y la potencia del fentanilo y sus derivados, implica que los enfoques tradicionales de la lucha contra las drogas –que han ido fracasando– anticipan un desastre en la próxima oleada.
Hasta ahora, lo que ha conseguido la «guerra» es llenar de dinero los bolsillos de los distribuidores, lápidas en las tumbas de los consumidores y la mayor población carcelaria de todas las naciones del mundo.
La despenalización ¿una solución?
Como atestiguan décadas de fracaso, intensificar la guerra contra las drogas no ha funcionado. Cien años de prohibición, que no ha logrado reducir la demanda ¿indican que hay que cambiar la forma de tratar las drogas? Los programas de metadona, que se iniciaron el siglo pasado, fueron un paso tibio en la dirección correcta.
Un paso sería renunciar al derecho penal como solución. No se puede impedir que la gente quiera intoxicarse, especialmente si son físicamente adictos. Cuando venta, distribución y posesión son ilegales, el efecto secundario lógico es delincuencia violenta y drogas de mala calidad.
No existe una solución sencilla o fácil ya que la aplicación de la ley, por sí sola, no puede acabar con el suministro de fentanilo ilegal, en polvo y en pastillas, compacto y fácil de pasar de contrabando.
Los traficantes tienen ventajas tácticas –como la poca cantidad de droga que necesitan transportar– que les permiten sortear a las fuerzas de seguridad.
En algunos países, la despenalización funciona, el consumo de drogas disminuye, a medida que se convence a más personas para que reciban tratamiento, y se elimina la delincuencia y la corrupción, asociadas a las drogas ilegales.
Se están probando opciones de tratamiento, que consisten en suministrar diamorfina –barata y segura, aunque adictiva– en sitios seguros para tomar la droga y asesoramiento sobre tratamiento y adicción.
Hay quien defiende que si los opiáceos naturales fueran legales y estuvieran regulados no existiría la amenaza del fentanilo. Legalizar el cannabis ayudaría a combatir los cárteles. La gente tiende menos a consumir drogas duras si tiene una alternativa segura y menos peligrosa.
El fentanilo en España
Octavo país del mundo en consumo de opiáceos, en los últimos años se observa un aumento exponencial de su uso en España, si bien resulta difícil controlar, por las autoridades, la comercialización del ilegal por internet y su fabricación en laboratorios clandestinos.
En cuanto al alto consumo del fármaco, el 15 % de la población padece dolores crónicos, siendo sus principales causas: la artrosis, el dolor lumbar, el dolor cervical y las migrañas. Para evitar efectos secundarios que deriven en sobredosis letal –tolerancia, dependencia, adicción– Sanidad ha restringido el uso de fentanilo y otros opiáceos, únicamente a enfermos de cáncer.