sábado, octubre 12, 2024

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Causas de la de decadencia occidental

Decía Tocqueville que la libertad es, en verdad, algo sagrado. Solo hay una cosa que merezca mejor ese calificativo: la virtud. Pero ¿Qué es la virtud sino la elección libre del bien? Hoy en día en Occidente, solo hemos escogido lo primero (la libertad) y olvidado lo segundo (la virtud) degenerando así en el libertinaje y el desafuero en leyes y costumbres que padecemos.

Para que la voluntad y el intelecto obren rectamente, se han de aparcar las pasiones, ejercitar la virtud y como culminación atender a los deberes y obligaciones para con Dios, nuestro Creador y Hacedor de todas las cosas.

Esto que acabo de describir, era el marco en el que se movía (o al menos se reconocía) Occidente hasta los años 60 del pasado siglo (con las matizaciones que se quiera). Pero desde entonces hasta la actualidad el derrumbe de esa atmosfera necesaria para una sociedad verdaderamente libre a derramado con ella la preeminencia social y espiritual del cristianismo. Con ello, el gobierno limitado cedió y legalizó el divorcio, el aborto, el “matrimonio gay”, los vientres de alquiler, la eutanasia…

Sin embargo, los ingenieros sociales y los gobiernos pretenden justificar sus inicuas leyes bajo el pretexto de que la mayoría así lo quiere. Detengámonos en este punto. Esta absolutización del poder es lo mismo pero a la inversa que hacían los monarcas absolutos olvidando que si el poder recae en la comunidad política, es para usarlo conforme a los siguientes puntos: respeto a la vida (respetándola desde su concepción hasta su muerte natural), a la propiedad (evitando impuestos abusivos, monopolios…) a la ley natural y a la ley divina o como la constitución irlandesa resume muy bien: en el nombre de la Santísima Trinidad de quien procede toda la autoridad y a quien revierten como destino ultimo todas las acciones tanto de los Estados como de los hombres. Nosotros el pueblo de Irlanda. En humilde reconocimiento de todas nuestras obligaciones con Nuestro Señor Jesucristo…

Así pues, vemos, por una parte, las causas de nuestra decadencia en el abandono de la virtud, de la verdadera religión y de la política rectamente entendida.

Continuemos el análisis de la actual corrupción por la economía. En los últimos 250 años aproximadamente, con el comienzo de la industrialización y el progresivo avance de la economía de mercado, la humanidad (fundamentalmente occidental) alcanza lo que el propio Marx, paradójicamente describió en su manifiesto de 1848: la burguesía (…) ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones precedentes juntas. Sin embargo, este incuestionable éxito, en el caso de España, por ejemplo, a partir de los planes de estabilización y desarrollo (1958) comportó rápidamente la derogación de las leyes de moralidad pública en las playas, para atraer así a los turistas. Observamos pues, la destrucción moral. Parece que se ha cumplido lo que ya a comienzos del siglo XVIII el colono americano Cotton Mather dijo: la religión dio a luz a la prosperidad y la hija destruyó a la madre. El sistema económico basado en la economía de libre mercado tuvo en sus inicios el freno de las restricciones puritanas y la ética protestante, pero pronto estos saludables corsés se desataron por el propio sistema. Hoy ya no nos ocupamos de cómo trabajar, sino de cómo gastar y gozar, no se posterga la gratificación, antes bien se quiere la gratificación sin trabajar, hasta el límite que el hombre de hoy cree que todo lo que tenemos es fruto de la naturaleza, es, por tanto, preciso que este avance desembridado y desordenado del orden económico, deje paso a la restricción, a la contención racional.

Todo esto se encarna muy bien literariamente en Thomas Mann (los Buddenrook) que tras negarle a su esposa el dispendio de contratar a un nuevo criado, dijo: Confió en que el Señor conservará mis fuerzas para trabajar y que, con su misericordiosa ayuda, lograre devolver a la empresa a las cumbres en que estuvo en su día.

Habiendo acordado esta segunda causa y no queriéndome extender más, es menester hacer mención de una tercera: el estado del bienestar.

El estado del bienestar o Welfare State (terminología original) surgió fundamentalmente tras las 2ª segunda guerra mundial, es el culpable en buena parte del desastre en la moral y en las costumbres que padecemos, A modo sintético enumeraré los errores en los que se asienta.

  1. Rompe el principio de subsidiariedad, hurtando, mediante impuestos, la capacidad que tiene la sociedad de organizar servicios como la sanidad o la educación
  2. La atenuación tan grande de la responsabilidad individual y como sociedad que comporta, engendra graves daños morales.
  3. Tiende a la utopía totalitaria de Platón de ser provisor de todo.
  4. Erosiona la creencia en la ética del trabajo.
  5. Convierte al padre en simple procreador, le quita su papel de sostenedor, el marido es prescindible y al fin la familia algo incensario.
  6. Convierte a una sociedad de productores en una sociedad de subsidiados.

Entre otros errores que podríamos reseñar, he de decir, no obstante que, creo firmemente en la necesidad de asegurar a la población servicios como la sanidad o la educación, pero que estos deban de ser estatalizados es muy cuestionable más si cabe cuando experiencias como el “cheque escolar” o un sistema de “cheques de bienestar” han dado mejores resultados en países como Suecia.

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