El próximo viernes 13 el coronel Alfonso Pardo de Santayana se hará cargo del mando del Regimiento del Príncipe número 3; el regimiento que, heredero del Tercio Viejo de Lombardía y por lo tanto uno de los más antiguos de Europa, se encuentra de guarnición en Asturias desde 1893. Cumple afirmar que la unidad, cuyo mando es uno de los más deseados entre los coroneles de Infantería, se encuentra entre las más operativas del Ejército Español y por ello, desde que España participa en misiones y operaciones exteriores, se encuentra permanentemente en modo despliegue, preparación o recuperación de alguna de sus expediciones. El coronel tiene motivos para sentirse orgulloso y preocupado por la responsabilidad que recibe.
Pardo de Santayana pertenece a una familia que ha dado cuatro tenientes generales del Ejército en los últimos tiempos, lo que en el Ejército de hoy sólo nos dice que su vocación le viene de tradición familiar. El ascenso a coronel se produce tras una carrera en la que los méritos académicos, operativos y personales son valorados por la Junta de calificación de forma exhaustiva. Alcanzar el ascenso entre los primeros certifica la excelencia del individuo y le augura el mando de alguna de las unidades punteras, como el Regimiento del Príncipe. Una responsabilidad de primera categoría teniendo en cuenta el historial y el personal que nutre la unidad.
Se encontrará con un regimiento de doble batallón, en sí ya una categoría, que entrará en breve a formar parte de la Fuerza de Intervención Inmediata de la OTAN, una especie de guardia permanente que durante seis meses tiene que estar pronta para ser lanzada a intervenir en cualquier parte de Europa a requerimiento de la Organización. Para acceder a ello ha tenido que pasar por un largo periodo de evaluaciones que dan fe de su alto nivel de adiestramiento. Después, durante el mandato de dos años del coronel, vendrán el Líbano, una misión de interposición entre israelíes y la Hezbolá libanesa que ya nos ha costado muertos, demasiados, y que, como cuando alguien se interpone entre dos que se pelean, es segura promesa de problemas graves.
El Sahel, esa franja inmensa del sur del Sáhara que es hoy en día la extremadura de Europa, también es probable que reciba a los hombres y mujeres de nuestro regimiento en una misión, aún por definir, pero que tiene una trascendencia directa para el sistema de seguridad de nuestro país y de nuestros aliados.
El Sahel abarca un cúmulo de países en los que el ingreso diario per cápita no alcanza un dólar, con una tasa de natalidad galopante y unos gobiernos que conjugan corrupción e ineficiencia a niveles insoportables para la joven y creciente población de sus países. Allí pululan diferentes grupos terroristas de raíz islámica, seguidores de Al Qaeda o del Estado Islámico, cada vez más potentes y difíciles de erradicar pese a la presencia de varias misiones internacionales de Naciones Unidas, de la Unión Europea o de Francia, que apoyan a sus gobiernos y que comienzan a ser percibidos como fuerzas de ocupación por las poblaciones de la zona.
El Sahel es un avispero y una barrera geopolítica para Europa al que, como a la velutina, hay que ponerle remedio si no se quiere que se extienda de forma imparable. En este caso la falta de control representa la facilidad para que los flujos de terrorismo, drogas, armas y emigración descontrolada lleguen sin trabas, primero a los países norteafricanos, ya de por sí frágiles, y después a los nuestros, y con ellos el incremento de la inseguridad para bienes y personas.
Tiene el nuevo coronel del Regimiento del Príncipe por delante dos años de enormes responsabilidades pues recibe una unidad plenamente eficaz y preparada y a mí, desde estas líneas, me cabe darle la bienvenida y desearle que alcance los mayores éxitos al final de su mandato.