Bruscamente apareces con el viento quebrado en la quietud del patio antiguo. Una brisa enardecida engaña mis sentidos casi rotos y sumidos en el cauce del olvido. Me duele tu roce de perdida melancolía y retorna tu presencia a mi propio infortunio. Mas en la ráfaga que hiriente muerde los tallos fugaces de horas, permaneces intocable en mi memoria activa: corola ardiente herida de rocío apenas besada en la tarde de estío.
