sábado, octubre 12, 2024

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Envejecer con longitud

Inicialmente escribí: «Envejecer con dignidad», que era el origen del título, pero luego al ver la «j» pensé que lo de longitud con «g» me venía muy bien como lo de prologan la vida como un chicle o goma elástica hasta que esta se rompa, y cada parte vaya a los orígenes, a no se sabe dónde, aunque los católicos piensan que se van al cielo, generación me gustas.  Todas las creencias son respetables porque impera la tolerancia sobre los fundamentalismos intolerantes. En estos tiempos de pandemia covid-19 inhumano que se ceba en los geriátricos, y sin duda alguna cabría preguntarse que por qué. La respuesta podría pasar por abandono del sistema sanitarios público, otro porque la edad es ese lugar del tiempo donde todas la moscas acuden. Pero no, de ninguna manera debemos asumirlo como lógico.

Cuando te vas acercando a los setenta años te das cuenta de que estás poniendo el pie en el estribo del caballo que se marcha ebrio a no sabemos dónde. A los ochenta es un caballo blanco con montura, quizás sea un unicornio, sea lo que sea, una de las formas de adaptarse  la degeneración u oxidación de nuestras células, pero con dignidad, asumiendo la realidad de los que nos pasa, pero sin perder de vista las metas. A los noventa olvidamos por el alzhéimer  porque no quedan muchas carreras por correr. Muchos obstáculos quedaron atrás, las arrugas son las señales de que hemos vivido. Podemos  enseñar a quien no sabe, que es el propósito de este Tus zonas de éxito, hijo de la experiencia y de las costumbres de los humanos, del comportamiento humano cognitivo (comportamiento) que es complejo, pero no tan oscuro como para no entenderlo, quizás los años sean como esos oculistas que te quitan la venda de la última operación de cataratas para ver más nítido lo que ya ves, pero merece la pena seguir viendo.

No importa que un hombre o una mujer se hagan un lifting facial o se pongan botox si eso las satisface y aumenta su autoestima, la presencia es siempre una buena carta de presentación; pero tampoco hay que pasarse como esos viejos actores norteamericanos que parecen que tienen la cara de llena de parches de cámara de bicicletas, una máscara. Recuerdo aquella doctora joven que apreció en una mujer mayor, que aún se pintaba las uñas de los pies. ¿Pero qué tiene de extraño que una mujer, tenga la edad que tenga se arregle y prepare?, porque la coquetería está en su educación y en sus genes.  Una persona mayor, hombre o mujer debe arreglarse, perfumarse y estar aseados como si fuera joven.

Hemos de ir aceptando nuestra merma de capacidades mentales, pero no por ello dejar de leer, jugar, escribir o tener actividades sociales, porque la gente joven sabe cómo estás, qué rumbo llevas, y, aunque lo disimules con algunas artes, saben que ya no eres aquel/lla que imponía tanto por su presencia física como por su agilidad mental. Eso se sabe, se disimula y para adelante.

Las actividades sexuales de la pareja disminuyen en frecuencia, pero no por ello se ha de abandonar los juegos amorosos, puesto que la próstata lo agradecerá. Además es sano para el corazón. Los miembros genitales masculinos y femeninos se atrofian por falta de usos, eso se sabe, pero incluso una caricia de agradecer.

El paso del tiempo desemboca en el juego de la petanca con un par de amigos, en un paseo a la hora en que la corona real está encendida en lo alto de los cielos, o con un masaje con la fisioterapeuta  o el osteópata que siempre puede venir bien para esa molestias de los huesos por acción de la artrosis. Envejecemos, sí, pero hagámoslo en longitudinalmente, prologándonos en el tiempo, cuya solución es la actividad mental. Cada cumpleaños hemos de celebrarlo porque hemos llegado gracias a Dios, mientras que otros se quedan en el camino del soplo helado.

No hay que temer a envejecer, si uno se lo plantea como una fase más de la vida, pero que aún tenemos recorrido, mucho recorrido si uno se cuida en la medida de sus posibilidades: alimentación, ejercicio, vida social y actividades. Mi padre falleció a los 84 años y tenía una cabeza perfectamente amueblada, en cambio mi madre falleció a los 82 años con un alzhéimer avanzado, los dos pertenecían al mismo tronco familiar, porque eran primos hermanos. Los dos vivieron juntos casi 60 años comiendo lo mismo. Sin embargo, a mi madre le entró esta horrible y angustiosa enfermedad del olvido. Lo que confirma que el alzhéimer no es hereditario sino que se adquiere como una enfermedad neuronal.

La longevidad tiene estas consecuencias debido a que formamos parte de la Naturaleza, y esta es brutalmente injusta porque es un proceso que no puede dominar el hombre, son los fenómenos que se suceden sin un control como el proceso que genera la vida en este planeta. Por esta razón, hemos de comprender como los budistas que la vida es transitoria ellos creen en la reencarnación y nosotros los cristianos en la resurrección. Lo de creer o no creer en la reencarnación o lo de la otra vida celestial, es ya cuestión espiritual de fe de las religiones que no nos debe preocupar demasiado, pues la vida se vive en el presente unido a nuestra conciencia. Por otra parte, vivir eternamente sería aburridísimo.

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