Esta semana se cumplen veinticinco años de la firma de los Acuerdos de Dayton que ponían fin a la conocida como Guerra de Bosnia, y las Tropas de Montaña españolas habíamos llegado allí un par de meses antes con nuestra flamante boina azul de Naciones Unidas y una inmensa carga de ilusión profesional. Cuando regresamos, en la primavera del 96, éramos otros.
Aterrizamos en Split con un relato bien aprendido según el cual los serbios eran muy malos; los bosníacos, es decir los bosnios de confesión musulmana, los sufridores; y los croatas eran católicos, y por lo tanto buenos. Aunque poco tardamos en hacernos otra imagen y, pese a que esos primeros meses apenas tratamos con los serbios, nuestra percepción era que éstos eran muy brutos, simples y manipulables; los bosníacos unos maestros en el arte del victimismo; y los croatas los perfectos herederos de los ustachas de Jasenovac.
En los días de nuestra llegada se llevó a cabo en las Krajinas la ofensiva croata que limpiaría de serbios aquellas tierras, que ocupaban como Extremadura de Croacia desde los tiempos de la ocupación balcánica por los otomanos, cuatro siglos atrás más o menos. Todo con el silencio de la prensa occidental que solo tenía ojos para Sbrenica; al final pagaría por todos el general Ante Gotovina, apresado tiempo después en Tenerife.
Richard Holbrooke llevaba meses trabajando los acuerdos por cuenta de Bill Clinton, y para noviembre consiguió llevar a los tres presidentes a la base de Dayton, en EEUU, donde encerró a Milosevic, Tudjman y Itzebegovic hasta que firmaron unos acuerdos que traían una paz asentada sobre una federación, que dividía de hecho Bosnia en tres partes, con una constitución infumable que ha servido para mantener el país en una semi-hibernación en la que los nacionalismos excluyentes siguen imperando, y la falta de perspectivas económicas llevan a la juventud a la emigración masiva.
Para nosotros supuso el abandono de la boina azul de NNUU, de la que ya estábamos hasta la gorra, dicho sea de paso, puesto que nos ataba con unas reglas de enfrentamiento draconianas y nos sometía al vapuleo de las distintas partes sin poder reaccionar, y que ya nos había costado un buen número de muertos y heridos desde el otoño del 92. Con los acuerdos pasábamos a formar parte de una fuerza OTAN y a tener una gran capacidad para imponer medidas de todo tipo sobre las distintas fuerzas desplegadas sobre el territorio. Era la IFOR, la Implementation Force, y significó la entrada con todos los honores en el ámbito internacional para la Brigada de Montaña española, hoy desaparecida.
En lo político, para entonces ya alguien con sentido del humor había acuñado la expresión Global Suckling System, sistema de mamoneo global, nos dimos cuenta, nosotros que cuando salimos de Huesca no éramos más que militares de pueblo, que todo era mucho más complejo de lo que parecía desde casa, y que Europa, en Bosnia, tendría para muchos años un grano supurando pus. Y así ha sido.
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