Antes de que acabe el periodo vacacional por excelencia de los españoles, lo que en Italia llaman ferragosto, nos llega desde hace ya bastantes años el preaviso de que después llegará el tiempo de volver a la escuela. Una alerta que llega de la mano de una potente campaña publicitaria de una gran cadena de distribución comercial y que, en el año del coronavirus, tampoco ha querido faltar a la cita, aunque lo ha hecho de forma tan agresiva que ha tenido que dar marcha atrás en su campaña ¿Error de bulto o estudiado?
Que sea el ámbito comercial quien nos recuerde la proximidad del regreso a las aulas dice bastante de la importancia que en España le damos al asunto, y ello pese a que la educación es el principio mediante el cual una comunidad conserva y transmite su peculiaridad física y espiritual. Es lícito pensar que si no hay preocupación por la Educación, y la señora ministra del ramo ni está ni se la espera, quiere decir que no existe especial interés por la transcendencia de la propia sociedad a la que pertenecemos ¿Aún existe esa sociedad?
La Constitución otorgó la competencia educativa a las Comunidades. Esto y la dejación de responsabilidad en relación a la Alta inspección del Estado ha dado como resultado un potaje que sirve para ir tirando pero cuya sustancia y condimentos están fuera de control a nivel nacional -aunque no sea así para algunos intereses implosionistas-, situación que el covid-19 ha venido a poner en descarnada evidencia. A la nación no le importa y a sus regiones les viene grande.
La estructura de cualquier sociedad se apoya y construye sobre las leyes y normas escritas y no escritas que unen a sus miembros formando un todo, y si la educación es la correa de transmisión de los valores inherentes de una sociedad, la herramienta para formar personas mejores a la par que se mantienen las señas de identidad de esa cultura, entonces es posible que la fallida campaña publicitaria no sea más que otro aviso de que, en España, lo estamos haciendo muy mal.
Dice el llamado Tratado constitucional europeo en el primer párrafo de su preámbulo que se inspira en “la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables de la persona humana…” y, desgraciadamente, los españoles no parecemos muy preocupados en la transmisión de esos valores y acerbo cultural a nuestros hijos lo que sin duda los hará menos libres, más sometidos a las monsergas y enredos de brujos y embaucadores. Ye lo que hay.