Fernando III el Santo

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Bien pudo haberse provocado, en la sucesión al trono de Fernando III, el Santo, una guerra fratricida y qué bien se resolvió todo, ¡qué bien!

Nieto del gran rey Alfonso VIII, sabemos que su tío, Enrique I, tuvo un corto reinado y heredó la corona su hermana doña Berenguela, quien abdicó en su hijo Fernando, pero tuvieron que ocurrir otras dos renuncias más al trono, en favor de nuestro santo rey.

Veamos, el rey de León, Alfonso IX, casó con Doña Berenguela, pero este matrimonio quedó disuelto y en segundas nupcias tomó por esposa a Doña Teresa de Portugal.

La descendencia, de la portuguesa, fueron dos hijas: doña Sancha y doña Dulce, en las cuales testó su padre como legítimas herederas al trono leonés.

El sentido común de estas dos reinas consortes, dilucidaron el conflicto, pues las dos hermanastras del rey Fernando renunciaron al trono a favor de nuestro santo rey.

De este modo llegó a ser rey de León por parte de Alfonso IX de León y de Castilla por Doña Berenguela.

He disfrutado mucho repasando la historia de este rey ¡cómo emergían mis recuerdos de asombro hacia él!

Uno de los mejores monarcas de todos los tiempos, fue bondadoso y afable y ante cualquier contratiempo se esforzaba por salir airoso.

Lo que se dice un monarca bueno, pero con los pies en la tierra, así cuando su primo, San Luis, rey de Francia, le pidió ayuda para su cruzada, dióle su meditada negativa, aludiendo que tenía mucho que solventar en su reino, su propia cruzada, su misión era acabar con los musulmanes en nuestra tierra; además, también había de puntualizar muchos asuntos políticos.

Dio un gran empuje a la Reconquista, avanzando en treinta años, más de lo que sus antecesores lograron en trecientos.

Definitivamente por fin acabaron para siempre los setenta y cuatro años de separación de León y Castilla.

Nuestro rey nació en Peleas de Arribas (Zamora) a finales del siglo XII y murió en Sevilla el día en que conmemoramos su santo, el treinta de mayo.

Dejando su reino en manos de otro flamante rey, Don Alfonso X el Sabio a mediados del XIII.

En él, al contrario que su primo, prevalecía un sentido práctico del deber muy arraigado, el idealismo desorbitado no casaba en su personalidad.

Poseía la simbiosis del amor a la patria junto al ideal cristiano. No asumió el punto de vista de su primo de resucitar el fervor de las primeas cruzadas, repito, haciéndole saber que, en España, quedaban todavía muchos musulmanes.

Puso la primera piedra en la catedral de Burgos y en la de León.

Mostró un talante pacífico con los vecinos reinos cristianos, pues sólo beligeró con la familia de “Los Lara” y “Los Haros”.

Se tradujo el “Fuero Juzgo” al castellano, siendo la unidad judicial de todas sus posesiones.

Cuatro siglos más tarde que su primo San Luis, lo subió a los altares el papa Clemente X.

Impulsó la cultura en el faro del saber de entonces, Salamanca, culminado, como bien saben, en el reinado de su hijo Alfonso X el Sabio.

En su reinado agonizaba el románico, que tiene su más viva representación en las ermitas o iglesias rurales.

En el estilo de transición tenemos su ejemplo, la catedral de Lérida, pues quienes la hayan visitado, ya habrán observado cómo todavía no alcanza la cota de altura y luz del gótico.

Y por fin disfrutó del estilo mudéjar, mezcla de estilo cristiano con el almohade.

Relegó el latín a segundo plano y por fin nuestra lengua castellana cobró suma importancia, elevándola a lengua oficial.

Pacificado su reinado, era el momento oportuno para lanzarse a lo que en realidad quería continuar, la Reconquista.

Pero antes de entrar de lleno en sus conquistas, por mi esposo supe que San Fernando era patrón del Cuerpo de Ingenieros Pontoneros, donde él servía en la mili, y me relató una misa de campaña muy emotiva en Zaragoza, que es donde él estaba, yo lo tuve luego como el protector de mi relación, pues las mañicas son muy majas, querían que volviese a por “su murcianica”, ya saben, entonces la mili era de dos años, más o menos.

Y, tras esta inocente experiencia, enlazamos con lo anterior.

Conquistó Córdoba y tuvo que adaptar la Mezquita para el culto cristiano.

La conquista de Granda la dejó estar, pues el sultán Mohamed Alamar era su aliado, que lo llamaba en momentos cruciales.

En realidad, sus ojos estaban puestos en Sevilla, que tardó en rendirse quince meses, fue muy difícil de cercarla, debido al río Guadalquivir.

Se construyó una flota y así es como el marino burgalés Ramón Bonifaz la rindió, desmantelando el puente de barcas y al no haber ya unión con Triana capituló.

Antes conquistó Andújar, Martos y Baza, tras caer Córdoba.

Para sitiar Sevilla fue auxiliado por catalanes, aragoneses, navarros y portugueses todos “a una, como en…” para culminar a mitad del siglo XIII.

Fija su capital en Sevilla, y su primogénito Alfonso, fututo rey de España, le da la orden de conquistar Murcia.

Una arteria principal de Alicante donde habito, porta el nombre de “Alfons el Savi” y claro, un guiño también a éste por leerlos en tantísimas ocasiones siempre le hago.

A los almohades, que iban ya de “capa caída”, les sucedieron los almorávides, que éstos, a su vez, fueron reemplazados por los benimerines.

Y nuestro santo rey entendió que era necesario librar batalla, pasando el estrecho y llegar al norte de África. No lo pudo conseguir, su vida voló a la eternidad antes.

Todo esto pudo lograrse, porque fue un gran diplomático, aprovechándose de las discordias existentes en los debilitados reinos taifas.

Como curiosidad, sus hechos fueron coetáneos al IV Concilio de Letrán.

Seguro que estarán echando en falta quiénes fueron las esposas de Fernando III.

Tenemos, en primer lugar, a Doña Beatriz de Suabia, madre de nuestro rey Sabio y, la segunda, Doña Juana de Ponthieu.

Y puesto que este artículo está dedicado a nuestro santo rey Fernando, divulgándose en el periódico digital “El Monárquico”, creo es una ocasión propicia para recordarnos que San Fernando y San Hermenegildo son los dos reyes que ostentan el privilegio de ser los patrones de la Monarquía.

Pues que los dos nos sirvan de guía para seguir los valores de amor, paz y justicia.

Imagen: Wikipedia

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