El artículo 200 debía ser un número especial para una mujer especial, y sin duda, ella era la indicada. Isabel de Este, mi Prima Donna, pues es una de las mujeres renacentistas que más me han cautivado, junto a Catalina de Médicis e Isabel I de Inglaterra. Cautiva no solo por el haber sido una gobernante ejemplar en el Marquesado de Mantua, sino también porque fue una ávida coleccionista de arte. Hizo de su corte la más brillante con los más grandes humanistas de Italia, y su Studiolo o gabinete de curiosidades a donde se retiraba para sumergirse en un mundo de color y arte, era poco menos que la antesala de lo que luego serían los museos.
Nacida el 18 de mayo de 1474 en Ferrara fue la hija de Leonor de Aragón y Hércules I de Este. Tuvo dos hermanos, Beatriz y Alfonso, ambos famosos por sus respectivos matrimonios con Ludovico Sforza el Duque de Milán en el caso de Beatriz y Lucrecia Borgia en el caso de Alfonso.
Criada en una corte humanista que defendía el legado de la Roma Imperial como otras familias italianas nobles Isabel recibió una buena educación, siendo la que más destacó en los estudios. Era capaz de hablar y leer en latín y griego antiguo, leyó a los clásicos como Homero, Virgilio y Cicerón y desde muy niña debatía con los embajadores que llegaban a la corte. A pesar de no ser bella era elegante y la moda siempre fue una de sus pasiones, ella misma creó su propio estilo, estilo que luego le copiarían las damas de la corte en Ferrara y después en Mantua.
A los 6 años se acordó su matrimonio con el heredero del Marquesado de Mantua, Francisco, aunque no tendría que casarse hasta los 16 y cuando cumplió 10 tuvo que refugiarse con sus hermanos y madre en Módena, al ser atacada Ferrara por las tropas venecianas en sus guerras contra el Papado, aunque cuando estas se retiraron Isabel y su familia pudieron volver del exilio.
En 1490 partió a su nuevo hogar llegando por el río Po en una lujosa embarcación y siendo recibida por su esposo y el pueblo de Mantua con fiestas, bailes de máscaras, torneos de justas y carnavales. Instalada en el castillo de San Jorge, residencia de la familia de su esposo, Isabel emprendió al año de casada las obras de su famoso studiolo o gabinete de maravillas. No escatimó en gastos y cuando estuvo acabado ordenó uno nuevo en su nueva residencia, el palacio de Mantua, añadiéndole una gruta con mosaicos parecida a la de la Domus Aurea de Nerón, donde en verano se refugiaba del calor y en donde colocó su colección de esculturas clásicas, además la gruta estaba conectada al jardín y a una fuente.
Se calcula que Isabel de Este abarcó la mayor colección de arte del mundo, poseyendo piezas como el Cupido de Miguel Ángel, el busto del Emperador Antonino Pío y su esposa Faustina, mismamente intentó sin éxito que el Papa le regalase el Laocoonte. Su colección abarcó un total de 1.600 piezas como cuadros, vasijas antiguas de jaspe, cristal o de ágata, camafeos, espejos, relojes, jaulas de pájaros mecánicos que cantaban, fósiles como un cuerno de unicornio, monedas griegas y romanas, 80 esculturas, piedras preciosas, minerales y libros antiguos para su copiosa biblioteca.
Isabel y Francisco fueron felices los primeros años, ambos acabaron amándose y compartiendo su amor por el arte. Tuvieron un total de 8 hijos.
Eleonora (1493-1550) Duquesa de Urbino Margarita (nacida y muerta en 1496)
Federico (1500-1540) futuro Marqués de Mantua Hipólita (1501-1570) monja Dominica
Livia (1503-1508)
Hércules (1505-1563) futuro cardenal
Ferrante (1507-1557) futuro condotiero y gobernador de Milán Livia (1508-1569) monja Clarisa
Pero a pesar de esto pronto empezaron las infidelidades por parte de su esposo, hasta el punto de que llevaron vidas separadas cuando este contrajo la sífilis. A pesar de ello Isabel siempre le guardó respeto, pero muy pronto rivalizaron en el tema del gobierno.
En 1499 llegó a Mantua Leonardo Da Vinci, quien retrató el célebre boceto de Isabel que ahora podemos admirar en el Louvre, también amparó al poeta Ludovico Ariosto quien en 1516 le entregó el manuscrito del Orlando Furioso en donde la canta y alaba en el Canto XIII, pues Orlando Furioso es toda una epopeya en honor de la Casa de Este y su supuesto origen divino.
Y entonces llegó el momento de Isabel como gobernante cuando en 1509 su esposo fue capturado por Venecia durante las guerras que estaban librando e Isabel asumió la regencia y trató de negociar la liberación de su esposo. Solo sería puesto en libertad si entregaban a Federico como prisionero de intercambio. Isabel no estaba dispuesta a entregar a su hijo y puso a salvo al niño mandándolo a Roma bajo la protección del Papa Julio II en 1510, ese mismo año Francisco fue liberado tras estar preso un año, pero jamás perdonó a Isabel que no hubiese intercambiado a su hijo por él, abriéndose aún más la brecha entre los esposos. En 1514 visitó a su hijo en Roma y quedó maravillada por las ruinas y la belleza de sus villas y el Vaticano, mientras la salud de su esposo iba empeorando, teniendo que tomar este mercurio para combatir a la enfermedad. Presintiendo que Francia pronto invadiría Italia una vez más Isabel viajó en secreto al país en 1517 y se reunió con el Rey Francisco I firmando un tratado por el cual, en caso de invasión, Francia no atacaría Mantua y respetaría la soberanía de la Casa de los Gonzaga.
Francisco murió en 1519 ya ciego y con la razón perdida, acompañado de sus hijos e Isabel. Le había amado, y luego respetado y cuidado, pese a la gran distancia que hubo entre ambos en los últimos años. Isabel una vez más asumió la regencia hasta 1521, justo en el momento en que su hijo sería mayor de edad.
Sus últimos años serían turbulentos pero también felices. Fue testigo del Saqueo de Roma en 1527 por las tropas imperiales de Carlos V, así como de la coronación del mismo en Bolonia en 1530, mismo año en que el Emperador le otorgó a Federico el título de Duque, para orgullo de su madre, pero este la había apartado del gobierno e Isabel ya estaba cansada y sentía que la hora se acercaba, pero pudo cumplir su último sueño que fue ver su retrato, el cual es el que corona este artículo, pintado por Tiziano en 1536.
Isabel de Este abandonó este mundo la mañana del 13 de febrero de 1539, cuando al salir al jardín de su palacio, se tumbó en un triclinio romano que había mandado instalar unos años antes para disfrutar de las vistas y se sintió de pronto muy cansada, durmiéndose y ya no despertando. Tenía 65 años y había sido una mujer única, tanto en el mundo del arte y el coleccionisomo como en el de la política y la diplomacia. En su testamento dejó toda su colección a su nuera Margarita Paleólogo.
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