viernes, abril 26, 2024

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La importancia de tus creencias

Respecto al tema de las creencias, tanto religiosas, laicas o agnósticas, pues dentro de la libertad de credo o ideología que proclama, al menos el art. 16 de la Constitución española de 1978, cada uno es libre de practicar la creencia que crea conveniente, si no atenta a los derechos y libertades de otras personas. Por lo tanto no se puede ser fundamentalista e imponer creencias propias a otros. Pero sí has de tener fe en tus proyectos, en tus ilusiones, en tus conquistas, en tus posibilidades, aunque, a veces, el cuerpo no acompañe a tu intelecto. Es decir, ilusiones a lo grande.

En este artículo me refiero a las creencias que puedas tener sobre los conceptos psicológicos de la acción, la pereza, el confort o el emprendimiento de nueva empresas o aventura controladas con muestra de buenos y sanos propósitos. Nuestros padres siempre nos ponían la «cuerda corta» o atado corto, pues no querían que nos desmadráramos, diéramos bromas excesivas o viajáramos solos, no querían que nos metiéramos en aventuras inciertas, a ellos les gustaba que fuéramos prudentes, y en cuestiones laborales, funcionarios, con un sueldo fijo y unas prestaciones sociales, sanitarias y de pensión asegurada. Era la voz de la experiencia. Cuando uno se va equiparando a la edad que ellos tenían cuando daban los consejos, uno se da cuenta de que tenían razón. Porque en esta vida nadie te regala nada, te lo has de ganar tú con tu esfuerzo de todo tipo: estudios, trabajo, formalidad, responsabilidad, temas que he expuesto a lo largo y ancho en mis 72 artículos publicados en El Monárquico.

Evidentemente, ningún funcionario se va a hacer rico, salvo, que tenga acceso a la caja opaca, contabilidades B, o a la tesorería poco transparentes y puedas «barcenaer» (neologismo) por no decir afanar o apropiarse de algo, lo cual, evidentemente, ni es ético ni acertado, porque puedes acabar son tus huesos y pellejos en la cárcel; además de perder, lo que últimamente parece olvidado: el honor y la honra. Aunque el respeto y la buena opinión que tengan de uno, parece no ser tan crucial como antiguamente, todo ello, depende no únicamente de la educación recibida, sino de las creencias en los conceptos de honra que antiguamente se extendían a la familia.

Aparte del respeto y dignidad propia llevada hasta el individuo y la familia, está lo que yo llamo creencia en uno mismo, en la importancia de creerte capaz de hacer y actuar valientemente y con principios, dentro de los valores del razonamiento de qué está bien y qué está mal (el bien y el mal siempre están en guerra). Porque no se puede hacer nada sin ilusión en algo. Pero la regla es fácil «comportarse con arreglo a la conciencia» y aunque estés solo en tu casa comportarte como si estuvieran en la Plaza del Sol de Madrid, siempre correctamente.

La base de las creencias filosóficas, teosóficas, teóricas y prácticas de la vida son sumamente importantes a la hora de ponerse en acción, lo que llama Matti Hemmi «salir de la zona de confort» en su libro ¿Te atreves a soñar? Es la tensión que tira de ti hacia fuera, se ve contrarrestada por otra fuerza inversa en lo que se llama «tensión emocional». Porque en realidad lo que nos mueve a hacer cosas, a salir de nuestra zona de confort, a ser emprendedores, son las emociones y sentimientos de ser alguien importante, de ser directivo de una empresa, de ser autónomos y montar nuestro propio negocio. Por consiguiente, cuando estamos llenos de creencias positivas de acción, el valor nos viene por añadido, y la creatividad se adueña de nosotros, hasta pasar a la zona intemporal (el tiempo no pasa cuando estamos ocupados en los proyectos que nos gustan o en nuestro hobby).

Por otra parte, pensamos en las creencias religiosas que, si nos sacrificamos y nos mortificamos, o nos flagelamos, tendremos nuestra recompensa en el cielo; interpelamos a las divinidades con los sacrificios; porque así nos lo han enseñado o creemos que el pensamiento lo puede todo, cuando en realidad el deseo de los pensamientos no tiene poderes por sí solo, sino que es la acción la que cambia el sentido de la inercia de nuestras vidas. Lo cierto es que, con los años, me he vuelto pragmático, agnóstico y un poco refractario a todo esoterismo. Lo fácil e infantil es esperar recompensas divinas o de los Reyes Magos, por acciones u omisiones, o algunos sacrificios con el cilicio ni mortificarse inútilmente, ni siquiera luto. La realidad es otra diferente, quizás sea la vida epicúrea de los sentidos, de los placeres de la vida.

Según el filósofo griego Epicuro, pensaba que el fin de la vida humana era procurar el placer y evadir el dolor; siempre de una manera racional para evitar los excesos, pues estos provocan un sufrimiento posterior. Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo, y ambos deben satisfacerse con inteligencia, procurando llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual al que denominó ataraxia (ἀταραξία).

Hace unos meses me sorprendió gratamente la exposición de un amigo pintor, cuyas obras conocía de referencia, pero no en una exposición individual. Tras ver su obra y hablar con él, me di cuenta que tenía una personalidad muy acentuada, porque sus creencias sobre el arte eran firmes, y lo cierto es que está creando escuela de imitadores, que es ya el colmo de los colmos, se llama Gonzalo, y cree en el esfuerzo de su arte pictórico satírico.

Puede suceder que nuestras creencias estén equivocadas, que no sean ciertas, y tengas errores éticos y morales, podría suceder como el chiste del soldado que en el desfile militar llevaba el paso cambiado, y pensó «todos llevan el paso cambiado, menos yo». Esto suele pasar mucho en política, como estamos observando en estos tiempos convulsos de una idea progresista que quizá esté equivocada como la eutanasia. ¿Dónde están las creencias verdaderas, tanto políticas, como religiosas, éticas o de comportamiento social? En realidad no lo sabemos con absoluta certeza. Tal vez sea la razón y la lógica quienes debieran imperar, pero el ser humano es un ser imperfecto, que conlleva riesgos precisamente por la convicción de sus propias creencias.

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