miércoles, 16 julio, 2025

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La Nación desarmada

Desde que Sánchez accedió a la Moncloa con malas artes, lleva desarmando al Estado, impidiéndole defenderse contra sus principales amenazas, utilizando para su fechoría el TC, la Fiscalía General y la Abogacía del Estado. Derogó la sedición, modificó el delito de malversación para favorecer a los culpables del Procés, aprobó un vergonzoso indulto para estos y culminó la afrenta a la democracia aprobando una amnistía, a todas luces inconstitucional excepto para el TC.

Pumpido, autor intelectual del nuevo golpe, pese a que su jefe hubiera negado por cinco veces en TV que fuera posible la amnistía, se envileció cumpliendo la orden pedruna y actuó con la celeridad suficiente para no dar tiempo a que se pronunciara antes el Tribunal Europeo.

Ni siquiera se han preocupado de dar apariencia de legalidad en el fallo, aportar algún rigor jurídico, sino que, para justificarlo, han utilizado argumentos de partido, tal como hizo Maduro en Venezuela cuando se proclamó vencedor de unas elecciones que había perdido de largo. Camufla la transacción de votos por amnistía entre Moncloa y Bruselas, presentando la amnistía como algo de interés
general.

Deja abierta la Constitución para que el legislador pueda hacer todo lo que ella no prohíba expresamente, con lo que sustituye la democracia constitucional por el despotismo de la mayoría parlamentaria, invistiendo a las Cortes de una soberanía supraconstitucional que no tienen abriendo el camino hacia la mutación del orden constitucional al margen de la posibilidad de reforma prevista en su propio texto.

Tanta infamia para pagar el coste de su poltrona a los que dieron un golpe de Estado en toda regla, contra la unidad de España.

La ley de Amnistía, redactada entre sicarios y forajidos, constituye el máximo grado de corrupción política, en el que los intereses generales pasan a segundo plano para favorecer el lucro personal de Sánchez. Da por no cometidos los delitos ya sentenciados, como si los hubiera fallado un tribunal ilegítimo, abriendo la puerta de par en par para que se vuelvan a cometer. La Constitución, desde ahora, permite la vulneración de sus propios preceptos. La Nación ha quedado inerme, sin armas para defenderse de otro ataque similar.

Julián Delgado (escritor)

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