La Navidad y los belenes

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Por mucho que algunos se empeñen en ignorarlo y esconderlo, la festividad de la Navidad se instituye el año 354 para celebrar oficialmente el nacimiento de Jesús, convirtiéndose en la fiesta cristiana más universal y entrañable. Universal porque se celebra en todo el mundo, ya que en todo el mundo hay cristianos, aunque haya lugares donde estén ocultos y perseguidos; e incluso en los países no cristianos la Navidad tiene amplia difusión, hasta el punto de que en algunos de ellos ha sido prohibida por las autoridades, mientras que, por ejemplo, en China, ciudades enteras se dedican a la fabricación de objetos de adorno para exportar a las celebraciones navideñas de occidente. Y es la fiesta más entrañable porque compendia todos los valores de fe, de emoción, de tradición, de familia y de arte popular que anidan en las entrañas de nuestra cultura. Por eso, a pesar del turbio panorama que sacude al mundo, cuando viene la Navidad millones de personas tenemos unos sentimientos de ternura especiales y un destello de gozosa esperanza, que testimonian la santa alegría y la paz verdadera que nos trae Jesucristo con su Nacimiento. Sin embargo, todos los años, todos los días, en nuestro mundo continúan sucediéndose monstruosidades espantosas e injusticias clamorosas. ¿Es coherente celebrar con alegría la Navidad nuevamente cada año, a pesar de tanto dolor, tantos sufrimientos e injusticias como asolan al orbe? ¿Por qué los belenistas volvemos a representar candorosamente las tiernas escenas del Nacimiento de Jesús en la cueva de Belén, del anuncio del ángel a los pastores, del viaje ilusionado de los magos de Oriente? ¿No haríamos mejor en dedicar nuestro tiempo, nuestra ilusión y nuestro dinero en otras finalidades tal vez más útiles? Ciertamente que si cada uno hace lo que puede y lo que sabe, poniendo en ello todo su cariño, y lo hace desinteresadamente, pensando en la dicha que proporciona a los demás, como hacen los auténticos belenistas, ciertamente ello ya es oportuno, porque queremos esforzarnos en sembrar en los corazones el mensaje de energía positiva que proporcionan los profundos valores de la Navidad, como conmemoración del nacimiento de Dios, hecho hombre para la redención de todo el 2 género humano, al que le traía la doctrina de la paz y del amor, de la misericordia, la comprensión, la sencillez, la justicia y la libertad. Así lo comprendió San Francisco de Asís cuando en la Navidad de 1223 escenificó en Greccio (Italia) el misterio de la Navidad, dando origen a los belenes que desde entonces han desarrollado una afición que se extiende por numerosos países de Europa y América. También aquí esa afición es añeja y la Asociación de Belenistas de Alicante se fundó en 1959, hace sesenta años, habiendo sido su actividad declarada de Utilidad Pública por el Gobierno español, de Interés Municipal y Premio Festers d’Alacant por nuestro Ayuntamiento, mientras que INFORMACIÓN la destacó en 1999 con el premio “Importante”. Y desde su fundación siempre esta asociación ha mostrado abiertamente sus belenes, pues la alegría que proporcionan, sobre todo a los niños, es el mejor pago que recibe por su labor. Quienes consideran que los belenes han de quedar recluidos en las iglesias, además de demostrar con ello su absurda cerrazón mental y su incultura, manifiestan también el desprecio hacia los gustos mayoritarios del pueblo al que tanto se vanaglorian en representar. Ya que visitar los belenes es una tradición tan multitudinaria que, a veces, supone paciente tiempo de espera. Y disfrutar los belenes con los niños es costumbre que perdura entre nosotros como una sugestiva y arraigada manifestación navideña, según el pasado 1 de diciembre el papa Francisco expresó en Greccio, con una carta apostólica destacando la importancia del belén, “un ejercicio de fantasía creativa que se ha de colocar no solo en los hogares, sino en los lugares de trabajo, escuelas, hospitales, cárceles o plazas, debiéndose de redescubrir y revitalizar allí donde haya caído en desuso, porque es una herencia que viaja en el tiempo de generación en generación, manifestándonos el amor de Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”. Sí, el belén es una manifestación popular, artística, cultural y religiosa que durante siglos ha mostrado en Navidad la historia que la Sagrada Familia protagonizó en el comienzo de nuestra era, sembrando en los corazones de buena voluntad la dicha y la esperanza del mensaje angélico: ¡Gloria a Dios, paz en la Tierra!