Leopardos para ganar

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Leopardos, para ganar CHRISTOF STACHE

La construcción de grandes barreras defensivas para proteger lo único que el Kremlin ha conseguido mantener desde el inicio de la invasión: el corredor terrestre que une Crimea con el Donbás, ordenada por el –ya purgado– comandante de las tropas rusas en Ucrania, Surovikin, ha sido la primera entrega de la estrategia de la congelación.

Esta situación –de todo punto indeseable– pasa por congelar el conflicto, pasar a la defensiva y ganar tiempo hasta volver a recomponer las capacidades del mermado ejército ruso.

De acuerdo con los planes encomendados a su sucesor, el general Valeri Guerásimov (1955), jefe del Estado Mayor de Rusia y autor intelectual de la guerra híbrida; (combinación de tácticas tecnológicas, políticas, diplomáticas, económicas, humanitarias y culturales, dentro de una estrategia militar), al ejército de Ucrania le tocará enfrentarse a la ofensiva que Putin está preparando para finales de invierno.

De acuerdo con las conveniencias del Kremlin, el estancamiento hasta fijar la línea de separación sobre el frente daría lugar a un peligroso y enorme territorio congelado, como sucedió al término de la guerra de Corea en 1953.

Alemania en el foco:

En una reunión con 50 naciones donantes –en el cuartel general de las tropas aéreas estadunidenses en Europa– Lloyd Austin, Secretario de Defensa estadounidense y uno de los arquitectos de la coalición de ayuda a Ucrania, advirtió que «podríamos ver un conflicto congelado», con los rusos «ocupando el territorio que ocupan actualmente».

Hombre de pocas palabras, Austin contribuyó a deshacer el nudo de los Leopard. Y lo hizo de la forma más inteligente: sin presionar a Alemania, que no se ha «echado a un lado», su apoyo financiero y militar a Ucrania ha sido masivo y ha acogido a más de un millón de refugiados ucranianos dentro de sus fronteras.

A partir de Ramstein, se fue gestando el acuerdo que el canciller alemán, Olaf Scholz, anunció en un discurso histórico: envío de tanques Leopard, de licencia alemana, a Ucrania, entrenamiento a los tanquistas y vía libre para su envío, a los países de la OTAN que los poseen y que deseen suministrarlos al ejército de Ucrania.

La guerra larga:

En un principio, a Putin no se le pasó por la cabeza una guerra larga, tomar Kiev en unas semanas, instalar un gobierno títere y hacer de Ucrania un estado subrogado.

Al salirle rana ese intento, lo que ahora pretende –alargar la guerra, a la espera de que los aliados occidentales terminen por agotarse y descoserse– sería un lastre insoportable para la economía europea y mundial y un peligro permanente de que el incendio se extendiera. Las opiniones públicas de Occidente anhelan el alto el fuego.

Entre dudas, parsimonia y entrega de armas sólo «defensivas» por miedo al tirano, se ha ido suministrando a Ucrania material de guerra defensivo.

En función de las urgencias que se iban presentando, han ido llegando antitanques Javelin (para frenar las columnas blindadas rusas en torno a Kiev), lanzaderas Himars (para diezmar la logística rusa y poner freno a su avance en el Donbás) y baterías antiaéreas (para proteger las ciudades ucranianas y frustrar los bombardeos rusos a las infraestructuras energéticas).

En esta fase del conflicto, Ucrania necesita, además de tanques, misiles de largo alcance (para cortar de raíz el flujo de suministros al frente) y aviones para plantar cara a la ventaja de la aviación rusa y recuperar territorio.

Tanques:

Desde su estelar aparición en el campo de batalla, el carro de combate ha sido el principal ariete bélico para romper las defensas enemigas y conquistar territorio hostil. 100 años después, sigue teniendo un efecto devastador sobre la infantería.

¿Se acabaron los días de la guerra de tanques? No son tan decisivos como lo fueron antes de la aparición de esta nueva forma de guerra. Basta con ver cómo los blindados rusos –1.640 abatidos–caían como moscas, frente a drones y misiles.

Para que la ofensiva ucraniana tenga éxito, podría necesitar cientos de carros de combate modernos que tienen cañones más potentes y más blindaje que los vehículos de transporte de tropas.

Tener diferentes tipos de blindados plantea problemas logísticos: formar a tripulaciones, mecánicos y mantener la cadena logística de piezas de repuesto.

Más allá de cuestiones técnicas, inventarios y ventajas de los Leopard sobre los Adams, la iniciativa determinará el curso, el ritmo y el desenlace de la guerra. Y como consecuencia, el futuro orden europeo. De modo que cuantos más tanques y antes lleguen, más breve será la guerra y antes se podrá alcanzar la paz.

La respuesta de Occidente a la intentona de congelación –poniendo a disposición de Ucrania 100 de los mejores carros de combate de la OTAN– ha sido un golpe diplomático, contundente y coordinado.

Muy superiores a sus semejantes rusos, pueden darle la posibilidad de asestar un golpe categórico a las fuerzas invasoras, que obligue al régimen ruso a sentarse en la mesa de negociaciones en condiciones más débiles que las actuales. La fuerza militar de la que carece es necesaria en cualquier posible negociación de paz, en condiciones favorables.

En los próximos meses asistiremos al primer enfrentamiento masivo –blindados rusos vs tanques occidentales– que jamás tuvo lugar en la Guerra Fría.

Apaciguamiento, Contención, Escalada:

Esta guerra es consecuencia de una agresión cruel contra el país que Putin consideraba presa fácil. Apoyado en su potencial nuclear, viene practicando una brutalidad que no se puede combatir cediendo ante sus exigencias, sino derrotándolo y haciéndole pagar sus crímenes.

Ello explica la negativa a las cesiones y que la paz no vendrá de una renuncia unilateral, sino de impedir al agresor que conciba esperanzas de imponerse, ahora y en el futuro.

En 1994, Ucrania firmó el Tratado de Budapest, por el que cedió a Rusia todo su arsenal nuclear, a cambio de que ésta se comprometiera a respetar su soberanía e integridad territorial. De ahí nace la necesidad del suministro de nueva potencia de fuego de largo alcance y aviones de combate.

Esto incluye un objetivo militar: la improbable recuperación, por la fuerza, de la península de Crimea, palabras mayores, convirtiéndola en territorio de imposible defensa y gestión por parte de Moscú, lo que podría conducir al Kremlin a detener la guerra para negociar.

La unidad de la alianza occidental contra la agresión rusa es un logro del ticket Biden-Blinken, que ha mantenido a un grupo de aliados marchando al unísono, con las lógicas divergencias, que van desde el apaciguamiento (no hay que mandar más armas, para apostarlo todo exclusivamente a la diplomacia) a la escalada sin límite (hasta la derrota total de Putin, su rendición y su desarme), pasando por la contención (frenar a Rusia hasta echarla de Ucrania para sentarse inmediatamente a negociar).

La contención no consiste en atacar el territorio ruso, sino en poner todos los medios –100 tanques ahora, ¿300 dentro de un mes?– para que Ucrania se defienda hasta que cese la agresión y pueda abrirse camino la diplomacia hacia la paz.

Al pacifismo tacticista, que predica, como única salida a la guerra, la rendición de Ucrania –basada en la sumisión al tirano, la impunidad de sus crímenes de guerra y la renuncia a la soberanía e independencia de Ucrania– hay que recordarle que el pacto de «paz» con Hitler, ocasionó 60 millones de muertos.

Que Ucrania se esté defendiendo de una invasión que busca la destrucción del país, no es una «escalada», expresión que responde a la narrativa rusa diseñada para asustar a los aliados de Occidente para que no le den todas las armas que pide.

Para Lloyd Austin, un «objetivo realista para este año» sería que los ucranianos cortaran el «puente terrestre» entre Crimea y Rusia que las fuerzas rusas ocuparon el año pasado. Esto implica que Estados Unidos y sus aliados –evitando cualquier fisura en la alianza– tienen que hacer todo lo posible para armar a Ucrania ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Asimismo, exige que Occidente –tras haber esperado demasiado tiempo por temor a la reacción del Kremlin– envíe los cohetes de mayor alcance y aviones modernos, como los F-16, que Ucrania necesita.

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