En 1184 Hispania, Iberia o Sefarad, como queramos llamar a la península ibérica, estaba dividida en dos mitades. La superior se subdividía en cuatro reinos cristianos que luchaban a menudo entre sí, y no dudaban en hacer alianzas y dar o pedir ayuda a los musulmanes. Estos constituían la parte inferior, llamado al-Ándalus y era parte integrante del nuevo imperio de al-Magreb, que en estas fechas estaba en manos de la dinastía almohade, tras derrocar a los hombres del velo, los almorávides. Solo quedaba en manos de estos las islas orientales “Al Yazair al-Sarqyya”, las Baleares, lo que preocupaba a los nuevos dirigentes, pues estaban regidas por los únicos descendientes vivos de la dinastía almorávide, y cuando un cazador acaba con unos leones, debe apoderarse de los cachorros, y estos eran la familia mallorquina de los Ganya.
Al empezar 1184, la Madyna Mayurqa estaba repuesta de la devastación ocasionada en 1115 por la invasión pisano- barcelonesa. Estaban arregladas murallas, edificios, acequias y repuestas nuevas mezquitas, pero la vida cultural parecía imposible, aunque algo se consiguió con la llegada de doctores, ingenieros, poetas etc. huyendo del fanatismo de la nueva dinastía, y de varios emires con sus guerreros que no quisieron jurar fidelidad a la nueva dinastía almohade. Todo influyó para intentar copiar del pasado esplendor, pero era difícil, aunque algo se consiguió pues las costumbres en las islas se habían dulcificado. Ya no era obligatorio a las mujeres cubrirse con velo, e incluso se permitía beber vino en tabernas regidas por cristianos que habían huido de la península, aunque la mayor parte de los mozárabes andalucíes huyeron hacia los reinos cristianos. También influyó mucho los matrimonios, setenta años antes, de los jóvenes guerreros almorávides. Tuvieron muchos hijos, pues (como cantó el poeta Ben al-Labbana) las mallorquinas “Se contonean como las ramas bajo el soplo de la brisa. Cuando se sientan parecen colinas sobre la tierra húmeda y parecen antílopes en el aprisco cuando caminan con prisa. Son a la vez cultivadas y silvestres, tienen cuellos esbeltos y erguidos, sus rostros son serios y alegres, y con ceñidores arrastran largas colas sus vestidos. Silenciosas en su interior, hay una voz de quien se han apoyado, pues cada una tiene un cumplido caballero como servidor, con rostro vergonzoso y corazón desvergonzado.
En esta época, en 1184, reinaba en la isla el príncipe Mohamed, hijo mayor del anterior soberano Ishaq que acababa de morir. Ishaq había repelido dos intentos de rapiña de los barceloneses, pero hombre pragmático renovó con ellos el pacto de amistad del año 1055. También lo hizo con los pisanos que les pareció bien, Mallorca ya no era competencia, Ishaq quería paz con los que habían destrozado la ciudad, su problema era mantenerse en la isla sin atender las solicitudes de sumisión que le pedían los almohades, los cuales, si aceptaba le confirmarían y no le molestarían. No podía hacerlo, era el único descendiente del soberano Ben Taxufin, creador de la dinastía que rigió en los dos continentes, y sería considerado un traidor, por ello se limitó a enviar presentes y alargó la respuesta, más o menos, como diríamos aquí y ahora. “Ya te diré cosas”.
Los años en los que la familia Ganya regia las Baleares habían sido escenario de terribles problemas familiares. El abuelo del actual monarca Mohamed había sido envenenado por su hermano Abdalá para hacerse con el poder, y este había sido asesinado por su hijo Ishaq que acababa de morir en una expedición de rapiña al país de los francos.
Ahora reinaba, Mohamed, el mayor de los 13 hijos de Ishaq. No era el más enérgico, sino el más pragmático y sabía que no podría oponerse contra la formidable máquina de guerra del soberano almohade Yusuf ben al-Mumin. El siguiente hijo era Alí ben Ganya, emir del ejército mallorquín, muy enérgico, de genio fuerte y contrario a componendas con los almohades. El tercero era Yahya, el más reflexivo e inteligente; los demás hermanos Abdalah, Al-Ghazi, Syr, Almansur Djobara, Tachfin, Talha, Omar, Yusuf y Hasan, intentaban parecerse a los dos anteriores; desgraciadamente las hijas que tuvo Ishaq no constan en las crónicas. Todos tenían en su mente ser los últimos de la familia Taxufin, y les repugnaba rendir homenaje a la familia Al-Mumin, sobre todo sabiendo que sus tíos habían sido asesinados en Marrakesch.
La flota mallorquina no era potente, en cambio el pequeño ejército estaba bien adiestrado, pues su jefe Alí ben Ganya sabía que tarde o temprano, tendría un enfrentamiento con los almohades que estaban invadiendo Portugal, pues su rey Ibn al-Renq (Alfonso Enríquez) le había faltado al respeto al embajador del califa Yusuf ben al-Mumin.
En marzo, en plena tormenta se refugió en la bahía una pequeña escuadra almohade con un embajador que pidió entrevistarse con el soberano. Este le recibió acompañado por sus hermanos, y todos se indignaron cuando al leer supieron el nombre del embajador.
En el nombre de Alá, el Clemente y Misericordioso. La bendición de Alá y la paz sea sobre nuestro profeta Mahoma, su familia y amigos.
Del Emir de los Creyentes Abú Yaqub Yusuf, hijo del Emir de los Creyentes Abd al-Mumin, al príncipe Mohamed Ibn Isahaq ben Ganua, y a los señores y notables, y al conjunto de la población de la Madyna Mayurqa.
Para nuestra representación y firma de los tratados que suscribamos, nuestro embajador y almirante, el eminente caíd Abú al -Hasan Alí ben Rubartayr….
Era Reverte, el hijo del vizconde barcelonés, amigo de los almorávides que murió en el Atlas defendiendo la dinastía. Ahora su hijo era embajador del enemigo…
AUTOR: Juan Jose Valle Torrado
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