La explotación del éxito es un término de la doctrina militar sobre la estrategia, que se refiere a que cuando han conquistado un terreno has de explotar la victoria, para amplificarla y mitificarla hasta la saciedad, e incluso con un desfile militar, si cabe. Si extrapolamos este principio a la vida civil, consiste en aprovechar lo éxitos obtenidos en cualquier ámbito del cotidiano vivir, se debe aprovechar la ocasión para hacerse ver, e incluso pedir aumento de sueldo si fuera una cuestión laboral, o explotar el éxito de un premio o de la publicación de un libro, o una felicitación, lo que sea, lo que nos parezca a nosotros que hemos dado en la diana.
En la vida civil ocurre lo mismo, aunque muchas veces las conquistas ni lo merecieron. Por tal razón, no se nos deben subir los éxitos a la cabeza hasta la medida en que lo podamos controlar, para que no perdamos la libertad de acción. O lo que se llama tener los pies en la tierra y no salir volando como una pluma para después caer en un estanque de lodo. La vida tiene más momentos de enojo y enfados que de felicidad o normalidad. Todo dependerá de lo alto que pongas el listón de tus deseos de felicidad.
A veces, lo más lógico es esperar a que los méritos te los den otros, el aplauso ajeno es corto, pero sus consecuencias son largas e imprevisibles. «Quien te halaga en exceso a los pies, a la vez te pone un lazo». Es cuestión de psicología empírica. Este sabio refrán nos advierte que la explotación del éxito no se debe prolongar en exceso, porque podríamos caer en la vanidad. Quizás lo importante, según culturas, es hacer sin esperar recompensas que son incómodas; pero en nuestra cultura llena de parafernalias, publicidades y famoseo, creamos más en la apariencia que en la realidad, porque cuanto más subes en la pirámide, sin arneses firmes que te sujeten, más grande será la caída.
Los indios americanos descubrieron que los españoles no eran los Hijos del Sol, ni seres «sobrenaturales», porque iban subidos en caballos, se creían que eran como centauros: mitad hombre y mitad caballos, y algunos españoles conquistadores se lo creyeron, otros se relajaron y cayeron en manos de sus compañeros. De este concepto deducimos el dicho «Dormirse en los laureles» para hacer referencia a alguien que se ha relajado, descuidado, ha dejado de hacer algo que debería hacer o lo está haciendo pero con desgana y poca eficiencia.
Muchas personas que conozco no paran de hablar de ellos y de sus victorias, del yo, yo, y yo tengo, yo hago, yo voy, yo estoy, mira las fotos del «güasap» en este pico nevado… Llega un momento que se vuelven insoportables porque no te dejan un segundo de tiempo para hablar de lo nuestro. La egolatría podía ser, incluso motivo de divorcio.
Se me dio un caso de una persona que me tuvo al teléfono media hora contándome sus victorias, y cuando paró unos segundos para respirar, y me tocaba a mí empezar a contar lo mío, me dijo «Perdona Ramón, te tengo que colgar porque me están llamando por otra línea…», y colgó, evidentemente puse su número de teléfono en la agenda como «No coger». Suele suceder que algunos amigos cuando encuentran a otro que los escuchan se descargan en ellos, somos víctimas de sus desahogos, somos los enfermeros de sus psicopatologías. Quizás el método más directo de quitarnos a estos «palizas» es decirle «Corta y no me cuentes tu vida que yo también he sufrido mucho». Y ya no te vuelven más a llamar porque has dejado de ser su saco de entrenamiento, es decir su sparring.
Por consiguiente, hay «palizas» que buscar víctimas para sus desahogos, los desahogos del ego supremo. Y en cuanto tú no les sigues escuchando ellos cesan inmediatamente para buscar a otro sparring. ¿Qué pasa cuando este abusador del yo, es un jefe o personas de cargo superior? Puedes ponerte de lado en plan figura egipcia e ir girando para que no te coja de frente y comprenderán que tú no eres su diana de desahogos. O bien dejar de mirarle a los ojos, y verá que no le prestas atención, y cesará. Y ya el colmo de los colmos es cuando te cogen del brazo, o empiezan a darte golpecitos en el hombro
Por esta cuestión, no cuentes, en exceso tus victorias, sino tus conquistas, es decir, haz cosas, conquista terreno, innova, sé emprendedor, trabaja, y verás cómo los otros se unen a ti por tus propios méritos, no por los méritos que siempre estás voceando y aburriendo hasta a los osos panda de las selvas del bambú como alimento. Explota el éxito prudentemente como un elixir.