En una de las comedias románticas de todos los tiempos, Vacaciones en Roma, protagonizada por Audrey Hepburn como la princesa de un país centro-europeo, que visita la capital italiana e intenta huir de los protocolos, y Gregory Peck, un periodista americano. Tras una noche de aventuras, se despide ante la prensa. Unos periodistas le preguntan, cuando llega el español aparece un tipo bajito, pero estirado. Wyler, el director, quizás lo hizo a propósito, para castigar al régimen de Franco representando a España con un personaje ridículo. No sé por qué, pero el personaje me recuerda a nuestro ministro Albares. Ese cuya misión prioritaria es poner el catalán en la UE, no el problema de la inmigración, por ejemplo, y el que destinado en su ministerio iba a hacer méritos en Ferraz asesorando a Sánchez en su materia.
Sus nombramientos de embajadores son arbitrarios y precedidos del cese de los actuales, realizados para satisfacer a sus amigos y castigar a quienes considera enemigos personales o políticos. En eso emula a su jefe, que ha colonizado la Administración con esos criterios y se ha cargado desde Correos hasta el CIS. Como si el prestigio de España, pudiera quedar supeditado a estos espurios criterios.
Se ha enfrentado a su homóloga en la UE porque no ha nombrado como su segundo a un amigo suyo de promoción, ha cesado al embajador de Bélgica por dormirse en una de su sus conferencias, al de Corea del Sur, por girar una visita a Ayuso y al de Croacia, ¡por
publicar un artículo que apoyaba al Rey!
Los diplomáticos denuncian el control absoluto que Albares ha impuesto en el ministerio. Todas las decisiones deben pasar por él así como la información que antes fluía en notas internas. Los subdirectores han de pedir autorización para contactos con las embajadas que antes eran normales. Le acusan de haberse rodeado de un equipo sin experiencia y de que vive atemorizado y sin iniciativa.
Eso me recuerda otra película, El Motín del Caine, con Humphrey Bogart, un hombre aquejado de fobias neuróticas, que toma medidas arbitrarias y caprichosas. La tripulación le considera un neurótico peligroso, hasta el punto de que su segundo le tiene que quitar el mando en una tormenta.
No caerá esa breva.
Julián Delgado (escritor)
