La luz que tamiza las vidrieras de una catedral en un día medio soleado tiene algo de insólito etéreo fantasmal. Parece ser una criatura que quiere emanciparse, vivir por si sola a la vez que proyectar sus vivencias a todas las personas a las que ilumina.
Esos rayos que nos divide la sombra, penumbra, claridad, como estancias bien diferenciadas poseen la rara facultad de evadirme, viajar con ellas, salir de la catedral y en ese ascendente huir es cuando paradójicamente, quieres quedarte, deseas saborear su caricia y te sientes como descuidada, donde tú bien sabes van a fluir característicos resplandores.
Aun estando en recogimiento, ofreciendo peticiones, al Creador, siempre me he sentido fascinada por la multitud de puntitos de ese haz de luz que dan vida. Me uno a su incesante viaje y subo, bajo, me desvío de su trayectoria, vuelvo a entrar y exploro todos los muros de vetustas Iglesias o Catedrales.
Admiro sus relieves, cornisas, retablos y aún sin diferenciar, muchas veces, estilos (sobre todo en transición) gozo al impregnarse tanta belleza en mí y me olvido que estoy en un lugar sagrado.
In mente pido perdón y, sin apenas darme cuenta, me fijo otra vez en los maravillosos puntitos danzantes y pienso en los audaces hombres capaces de crear tales maravillas. A mí, la luz tamizada no me favorece la oración pero Dios que todo lo perdona sabrá recoger mi fantasía y admiración como ropajes de una auténtica oración.
De mi libro “Puntadas Literarias”
Ediciones Amaniel 2012
Hace nueve años que escribí ese libro y con la pandemia muchas fantasías y pormenores han pasado a segundo plano.
Pediría a Dios que cesaran tantas muertes, que volviéramos al tiempo en que no valorábamos estar viendo una película, con sus palomitas, que pudiésemos saborear ese aparente insignificante café con una amigo, viajar a ver a la familia…
Ha sido muy triste no poder celebrar la Nochebuena con los nuestros, no poder convivir despreocupadamente como antes etc. etc.
Sé que no es nada original escribir esto, todos, lo estamos sufriendo, por eso ahora nos toca soñar con un simple apretón de manos, saludar a los amigos, poder reunirnos en un restaurante o cafetería sin masacrilla y sin geles.
Yo seguro que estaría en cualquier iglesia o catedral sin hacer caso a los puntitos que suben y bajan diferenciando espacios.
📸 ISAAC HERNANDEZ (periodicodebaleares.es)