Monólogo de una jumillanica

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Siguiendo el hilo del artículo anterior, les aclaro las palabras de mayor dificultad comprensiva, las demás se intuyen por el contexto y sabiendo que en aquellos años cambiábamos la r por la l al hablar, sólo  les enumero las de mayor dificultad comprensiva.

Son las  siguientes:

Parés,  paredes; recachines, que no se ha quitado la suciedad del todo; bigudís, unos trozos flexibles, de alambre forrados para rizar el pelo; paecel, parecer; pera, bombilla; torcía, cordón de algodón para empaparse de aceite; rebús, lo que queda al fondo de un recipiente; greda, una tierra que absorbe la grasa; calandraca, hablar sin ton ni son sobre cosas banales; chisclo, grito; sesera, que es  coherente y espavilá.

 Cambio la forma, pues me ofusque, al no seguir mi primera intención, de relatarlo en forma narrativa, el fondo, con tema y argumento quedan intactos salvo algunas frases, que en esta transcripción he visto oportunas incluir.

Tras tanta aclaración que “Dios me pille confesá”, si después de anunciarlo a bombo y platillo, no logro robarles una sonrisica. 

Y cambiado el título “Deseo de una jumillanica”, por el actual, nos sumergimos por fin en él. 

Empieza el cuento:

Estaba, mu ilusioná en dispués de la Semana Santa asistir a  una misa solemne del Cristo y le ije a mi maere que estaba mu aburría encerrá entre las cuatro parés, pos, mis hermaniquias taldaban mucho en traelme los botines, el zagalejo, y los alaborios, que según la voluntad de mi agüela eran pa mí, pos ellas ya recogieron lo suyo.

De pronto, pensando en la  Antoñica, tenía unas ganas de que, repiqueteara el picaporte pa que fuera ella y  abrazal la, por fin llegó a mi casa y me ijo que  iba a compralme una entrada pal Tiatro Vico pa vel “ La Parranda”, esa zarzuelica aonde nos icen lo bonica que es Murcia.

 La Genara como pensé, no apareció ¡menuda es! tomó unos tufos cuando le ije  que se le pegaban las sábanas,  y  los guisaos y que  las ollas estaban más tiznás que la chimenea de los Aulerios  y que pa na le valieron los restregones de arena y greda pa dejal los como ella icia, “más relucientes que una patena”, pos no fue así, to eran recachines y se fue con un cabreo, toa enfurruñá iciendo unas palabrotas, que había que santiualse. 

Pensé en la Isabeliquia y tiritaba y no de frío, pos esa siempre se apencaba aonde se presentaba y se olvidaba que tenía casa, con icil les que ca la tia Norberta se enclavó un mes entérico.

Y yo, pensando, que en cuando llegaran mis hemaniquias  lo guapa que me iba a ponel y que así fue.

Yo hablaba conmigo mesma y me regodeaba, que iba a estar más guapa que un pincel ¡maere mía!

Y repasando  lo mesmo, conque a lo mejol le traía un yelno a mi madrecica,  honrao, trebajaol y bien plantao, bajé de las nubes y me puse a hacel un zurcio a  la chambra encomedio del sobaco y de seguida con dos  planchazos tan bien daos, se quedó como recién comprá.

Me di un respiro y me fui al pajal, donde estaba el alca y lo  regolví todico, pa vel si entoavía estaba allí esa cinta aterciopelá pa ponelmela en esta cinturica que Dios ma dao  y le ije a mi maere  ¡ves ya me voy animando! ya no me subo por las parés.

Y me ijo que en lo alto de la leja del cuartico de atrás aonde está la colonia, estaban los bigudís y las tenacillas, me recalcó que llamara a la Ignacia pa que me emperifollara la melena, yo toa contenta le ije que me iba a paecel a la mesmísima Ugenia de Montijo,

Entré en la dispensa y cogí un puñao de arroz, lo piqué y me lo di por toa la cara, pa vel si se me  quitaba el sol de la siega.

Yo quería goler a rosas y mi maere puso un cociol con agua al sol,  que se calentara y en pasando un poco tiempo, mesmamente me capucé dentro  pa que me se quitaran los suores y me quedé tan requetelimpia. 

Siguió con sus consejos, que en  el primer cajón de la cómoda había un frasco  que aùn le  quedaba un culico de colonia, que me confolmara con esa chorraica y así nos quedarían unos realicos pa compral otras cosicas, toa contenta me abrazó iciéndome,¡ vas a goler mejol quel Jardín de Abajo!

Le respodí toa sorprendía, que ma había sacao la enagua toa apolillá, con unos bujeros con sitio pa una cabeza de ajos y los calcetines corrían la misma suelte, no se escapaban ¡y qué zancajos! y siguió iciendome que mi paere estaba al caer y que tenía yo mesma que zulcilme los calcetines y la enagua, pos ella iba a aviar la cena y que se había fundió la pera y que la torcía del candil sa había acabao, mu deprisa,  y me fui en correndico pa arreglal lo, cogí el rebús de una madeja de algodón la coloqué y nos apañamos.

Le comenté que yo quería que el paere estuviera contento y le ije que me ejara hacel le una gachamiga de esa que se chupa una los deos, y que ya con la pangorda llena sa acostaría una miaja y no nos daría la calandraca.

Me puso en alerta  iciéndome que ya le había rezao a la Agüelica Santa Ana, pa pasal la trasnochá en paz, pa que no asomara pa na la Genara.

Nos fuimos a echal una cabezaica pa estal despejaicas pa la  noche  y como está mandao, ésta llegó y  apareció el Joseico con la mandurria, la Gumersinda no paró en toa la noche de hacer rosas y como siempre, la Pascualiquia mu cansina, empeñá en enseñalme a bailal las Enredás, lo pasemos mu bien que to no iba a sel trebajal y trebajal.

Y como siempre, to llega en la vida, mis helmanicas vinieron, que al vel las di un chisclo de alegría, que pol poco las dejo soldas, echamos un ratico de cascorroteo y me fui pa la cómoda pa buscal mis cosicas de adolno y asina tenel las preparás pal día siguiente, que fue  cuando yo tenía que il a la  misa con el Cristo.

Mi maere que era una mujer de mucha sesera, me aleccionó que el Cristo había costao a los frailes mil quinientos riales,  que vino al pueblo en 

el año mil setecientos cincuenta y seis y que lo hizo un escultol mu bueno que se llamaba Franciso Salzillo y que su paere se llamaba Nicolás de Italia su maere Isabel de Murcia y que Salzillo tuvo muchos helmanicos.

Dolmí como un lirón y a la mañanica siguiente toa arreglaica me fui pa la Iglesia Vieja y me adentré hasta el primel banco y en mirando al Cristo le ije:

Cristo bendito dale a mi maere ese yelno que tú sabes que a ella  y a mí  nos gusta, que sea un güen muchacho, un zagal que ta haya llevao a hombros, un buen cristiano de verdá no de esos de boquini, ¡qué venga  Señol! y haz que se fije en mí,  que pa eso ma arreglao yo, pa que me encuentre perfumá, aseá y sin greñas y sobre to, que se dé cuenta que soy mu modosica.

Mirándole a los ojos le recé:

Mira,  aquí he dejao un laico, y ahora que la iglesia esta recalcá consigue que ese mozo se siente aquí juntico a mí.

¡Pero si hay un mozo mirándome, si sa sentao a mi lao.! 

¡Señol que salga, como yo to lo he pensao!

Ha pasao mucho tiempo y mi maere ya tié un nieteciquio que paece un cachico e cielo. y es que, cuando al Cristo le pedimos cosicas güenas y con fe, nunca se hace el soldo.

Nota

Sabemos que Salzillo es uno de los mejores escultores del Barroco, lo  pueden apreciar en la imagen que encabeza este cuento

Lo tenemos restaurado por Natalia Carcelén Gilar, la verdad,  una maravilla, pues está como recién salido de las manos de Salzillo

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