joven tenista Novak Djokovic (34 años), número 1 de la ATP –Asociación de Tenistas Profesionales– se empeñó en participar en el Abierto de Australia, donde esperaba ganar su décimo título, sin haber revelado oficialmente su estado de vacunación contra el coronavirus. Aunque ya había dejado muestras de su mendacidad –declaración de viaje falsa, quebranto de los protocolos de cuarentena en Serbia y aportación de pruebas PCR cuestionables– as como de su resistencia, al dejar sentada su preferencia por tener “una opción para elegir lo mejor para mi cuerpo” y advertir que “no quería que alguien le obligara a vacunarse”, para viajar o competir en torneos. Con estas credenciales, se le concedió un visado preliminar –con exención médica de las normas de vacunación, avalada por dos paneles de médicos– que fue inmediatamente invalidado cuando aterrizó. Se presentó en Melbourne con la cuadrilla –incluido el equipo jurídico– y su entrada fue rechazada, el visado cancelado y la estrella trasladada a un hotel de detención de inmigrantes, donde permaneció cinco días. El anuncio de la concesión de la visa había provocado indignación en la opinión pública australiana, que ha vivido cierres y restricciones muy estrictas desde que comenzara la pandemia, siguiendo la mayor a las indicaciones del Gobierno con más del 90% de la población adulta doblemente vacunada. Sin estar vacunado, una provocación con exigencias en cadena –poder elegir lo mejor para su cuerpo e insumisión a pasar por el aro– abocada a chocar frontalmente con las severas medidas adoptadas por las autoridades australianas, que exigen a todos los visitantes extranjeros que entren en el país, estar doblemente vacunados, pues, de lo contrario, tienen que pasar 14 d as en cuarentena. Cinco días después, un tribunal escuchó los argumentos tanto del Gobierno como de los defensores del tenista, que arguyeron que el serbio había pedido tiempo para entrar en contacto con sus abogados antes de que le cancelasen la visa y los funcionarios de inmigración le habían maltratado injustamente. El juez dio la razón a los letrados –dictaminando que se le había negado una “oportunidad justa” para responder adecuadamente– y anuló la cancelación del visado. Autorizado a salir en libertad inmediatamente, el Gobierno fue condenado a pagar las costas judiciales. No acaba aquí su discutible historial cuando se trata de cuestiones científicas. En su libro Serve to Win, la estrella del tenis describió cómo en 2010 se reunió con un nutricionista que le pidió que sostuviera un trozo de pan en su mano izquierda mientras presionaba su brazo derecho. El serbio cuenta que: “Estaba mucho más débil mientras sostenía el pan, y cito esto como prueba de la intolerancia al gluten”. En el consentido mundo del ocio y el entretenimiento, jóvenes con tempranos galones, gracias a la munificencia de anuncian-
Jóvenes con tempranos galones han pasado a ser titanes con licencia para saltarse la ley
tes, medios y redes, han pasado a ser titanes con licencia para saltarse la ley gracias al favoritismo amparado en el estrellato. El joven eslavo con inclinación al mal humor –descalificado del US Open por dar un pelotazo a una juez de línea– no se esperaba lo que vino después. Piensan los jayanes que no habrá quien se atreva a contrariar a una opinión pública imperial que ha convertido el deporte y a sus protagonistas –especialmente, el futbol– en una religión; eso sí, con muchos ceros. Y con la seguridad del ‘faltaría más’, el tenista y su equipo no se lo pensaron dos veces y emprendieron un viaje tormentoso que acabó descarrilando, con la revocación de la visa y posterior deportación. Estado de Derecho sin sorpresas. Cuando la maquinaria de los poderes ejecutivo y judicial funciona engrasada y cada cual ejerce su soberanía, el Estado de Derecho no queda a expensas de sorpresas sobre el desenlace. En aquel lejano país, donde the rule of law funcionó como un reloj, no ha lugar a la invectiva política, que utiliza consignas –‘justicia patriarcal’, ‘politización a la carta’, ‘perspectiva de género’– y, menos aún, para mezclarla con la transformación de la cultura sexual. En esta ocasión, el respeto de derechos y garantías, as como el manejo de los tiempos con criterio, respondió a la expectación mundial que despertó el pulso al sistema de un negacionista –famoso y contumaz– a la vacunación. En la desorientación reinante, se ha abierto paso –junto al kit de ser bueno– un lenguaje que va haciendo fortuna: ‘que nadie se quede atrás’, lo que conduce a que se haga universal querer ser víctima, porque suscita inmediatamente un amplio apoyo. Lo importante es plegarse a lo que dictan los que controlan ‘qué va y qué no va’ incluido en el kit del buenismo. En este caso, el error de cálculo del estado mayor del tenista –víctima, mártir y héroe– ha sido decisivo. En la crisis sistémica en que vivimos, que tiene que ver con la salud, la economía y el cumplimiento de la ley, cada vez hay más atención, pasión y tensión… por culpa de esa especie de limpieza: puritanismo lingüístico e higienismo moral. Nada nuevo bajo el sol de los nuevos atrevimientos: relativismo campante, hipocresía moral, sociedad del espectáculo y espectáculo de la sociedad. A los países que se han ganado el respeto apostando por la verdad escandaliza que, con la pandemia en su segundo a o de vida, un responsable público, ahora desubicado, anime a las figuras a participar en el Abierto de la ciudad, valiéndose de un razonamiento infantil: “Porque es un elemento publicitario y de reclamo para garantizar que sea un éxito de público”. Quienes se niegan a poner una mascarilla, tomar distancia social, lavarse las manos y vacunarse se defienden afirmando que se les están quitando sus derechos. No quieren darse cuenta de que, al no seguir las normas, alimentan en el virus el derecho a propagarse. La pandemia del narcisismo –rampante en nuestra sociedad, al extenderse la religión de estar cada cual por encima de la ley, utilizando la fama para desafiar las leyes y las recomendaciones de la ciencia– no contagió a Paco Gento, ‘la Galerna del Cantábrico’, seis Copas de Europa, un mito sin mácula de vanidad, y vacunado.