Águilas rutilantes de plumoso metal avanzan majestuosas, con fulgor sideral, entre los tornasoles del infinito azul. Más allá del celaje, sus proezas laureadas –de oro y arrebol– perduran estampadas con prez en la memoria cual un bordado en tul. En las arduas misiones de lacerante espino el servicio a la Patria es su ideal destino. Con vuelos poderosos surcando el firmamento etéreo y divino –venero perdurable, límpido y claro espejo de belleza inefable– se entregan con arrojo hasta el último aliento. Sobre el cielo custodian con honra libertades, y cuando se divisan negras adversidades describen irisados vestigios estelares con afiladas garras diestras cual pincel suelto, magistral y preciso que vuela libre, envuelto en leves y sutiles brillos crepusculares. ¡Gloria a los aviadores que efectúan su hazaña en el aire, ensanchando el alto honor de España! Pinceladas gloriosas en el lienzo celeste trazan sus fuselajes de alas combatientes, que se deslizan raudos con cabriolas valientes y alacres, exhibiendo la bandera cual veste. Desde nuestra honda alma se eleva jubiloso un ósculo entusiasta de aroma primoroso, que titila embriagado de vibrante emoción cual estrella posada en el dombo azulado, al ver la flor que encarna nuestro inmenso legado, al sentir cómo late en el pecho el blasón.
José Gabriel Risco Pablos. Poeta.