Este pequeño libro se ha escrito por y para la historia del mundo y para las gentes del Reino de España, sobre todo a la joven generación que reniega de la corona, considerándola anti-democrática. Está dedicado así mismo, al papel del monarca constitucional del siglo XXI en Europa y a nuestro Rey S.M Felipe VI. A quien Dios guarde muchos años.
Conde Bevilacqua Benedetti.
PREÁMBULO
Con 15 años abracé el monarquismo no como ideología política, sino también cómo herencia histórica. Aunque hizo falta una transición de profundis, dado que yo era un acérrimo defensor del Absolutismo y del Derecho Divino de los Reyes. Los crímenes de la Revolución Francesa y Rusa para con sus monarcas y gentes me repugnaron, y a día de hoy siguen haciéndolo, pero comprendí que si una corona, una monarquía y la historia en sí no se reforman, no se adaptan a los tiempos modernos y más grave aún si cabe; no escuchan la voz de la gente y el pueblo, entonces ese pueblo que antaño la amaba se volverá en su contra y la destronará. Al final doy gracias por haber pasado del Absolutismo al parlamentarismo. Pero sigo y seguiré siendo monárquico toda mi vida, es ya de por sí lo que me define como persona y como alguien que ha leído la historia y ha aprendido a analizarla. Para mí el ser monárquico es ir atado al mástil de la nave cuando azota la tormenta en el mar político, porque es el único lugar seguro y donde uno se siente a salvo.
En la historia de España la monarquía ha sabido regenerarse cómo el Ave Fénix y resucitar de sus cenizas. Por 3 veces fue derrocada y por 3 veces ha sido restaurada (1808, 1873 y 1931 y 1813, 1874 y 1975) La Corona y su historia son en si el fuego del Ave mitológica, haciendo honor a los colores rojo y amarillo que son los de las llamas. Sí, creo que podríamos comparar la monarquía española cómo un Fénix que resucita siempre de la muerte, por muchos que otros se empeñen en destruirla.
La monarquía de España es en sí la más antigua de Europa y sus inicios datan según los historiadores desde el 418 d.C con el nacimiento del Reino de los Visigodos y llegan hasta nuestros días consolidándose con la unificación de la Península Ibérica bajo Isabel y Fernando y estableciéndose definitivamente bajo el reinado de Carlos I/V. No nos hemos librado desgraciadamente de conflictos europeos, civiles, dictaduras, invasiones, repúblicas y otros tantos huracanes que han azotado la antigua tierra de los Iberos, pero tenemos una asombrosa capacidad de rehacernos a nosotros mismos. Porque hemos encontrado en nuestra cultura e historia un espejo en el que encontrar nuestra identidad perdida y recuperarla. No me andaré más por las ramas. Que el lector mismo disfrute de su lectura.
CAPÍTULO 1
EJEMPLOS DE MONARQUÍAS HISTÓRICAS
En donde uno quizás haya visto ejemplos de monarcas que supieron cumplir con su deber para con la historia, sus países y su gente citaré los casos de la Antigua Persia/Irán, la Francia Borbónica y la Rusia Imperial.
Del Imperio Persa (559 a.C-1979 d.C)
Con Ciro II el Grande es cuando Irán empieza a hacerse hueco en la historia del mundo, a raíz de sus conquistas y anexiones, las cuales irían engrandeciendo su territorio hasta llegar a las puertas de la misma Atenas y hasta la frontera de la India. Sí, es cierto que los persas eran un pueblo guerrero y conquistador y hasta en ocasiones cruel, pero también eran un pueblo que amaba aquello que conquistaba y lo adoptaba como tal. Ciro II es hoy, podemos decirlo, el Padre de la Nación Iraní, pues bajo su reinado se dio a conocer su famoso Cilindro de Terracota, o el Cilindro de Ciro II el Grande. Aquí lectores míos hablamos de la Primera Carta de los Derechos Humanos del mundo. En ella Ciro daba igualdad a su pueblo y a los pueblos de su imperio de los cuales tenían que aprender y a convivir con ellos respetando su cultura. Ningún persa o no persa se vio exento de sus derechos y la Ley de la igualdad amparó a todos sin distinción alguna.
Ciro es mencionado además en la Biblia, en el libro de Isaías, como un gran rey, ungido por Yavhé y con el cual Daniel mantuvo conversaciones y las cuales finalizaron con el permiso de Ciro a los judíos de volver a Jerusalén, reconstruirla y levantar nuevamente su Templo.
Los siguientes monarcas persas siguieron con las campañas de Ciro llegando a conquistar Libia y Egipto y algunos fueron terriblemente crueles y tiránicos, como Jerjes I que arrasó Grecia y cuya venganza más tarde se cobraría Alejandro Magno acabando con el Primer Imperio Persa en el 330 a.C. Es curioso cómo, sin embargo, Alejandro adoptó las costumbres de los persas, y quiso emular a Ciro el Grande, hasta el punto de orar en su tumba.
La monarquía iraní terminó en 1979 cuando la Revolución Islámica de los Ayatolás acabó con el legado imperial persa y con los 2.500 años de historia que habían definido al país como tal. El último Shah, Mohammed Reza Pahlaví, intentó modernizar el país, pero su absolutismo unido a un fuerte descontento de los religiosos originó su caída. Y sin embargo y aunque su reputación aún es cuestionada a día de hoy, quiso mantener el legado de la tolerancia de los primeros Shahs, entre ellos Ciro II. Algo que a día de hoy en Irán es casi imposible de ver.
De la Francia Borbónica (1589-1792-1814-1830)
L’État, c’est moi (El Estado soy yo) dijo Luis XIV en 1661 cuando por fin se desembarazó del control de la Regencia de la Reina Ana y del Cardenal Mazarino y decidió dar el paso para convertir Francia en la potencia que sería.
Podemos decir que Luis XIV trajo con su reinado la Edad Moderna, pero no era el primero ni el único Rey Borbón que se ganaría la simpatía y el corazón de los franceses. Setenta dos años antes, en 1589, su abuelo Enrique de Navarra terminaba con las Guerras de Religión que habían azotado Francia en los últimos 30 años de la antaño y ahora decaída dinastía de los Valois, y daba comienzo al reinado del Buen Borbón como le conocerían.
-París bien vale una misa: Dijo Enrique IV al convertirse a la fe católica para pacificar Francia.
Enrique murió asesinado en 1610 y sería su nieto quien terminaría su obra de convertir a Francia en el nuevo faro de la cultura y civilización europea. Con Luis XIV empezó el Absolutismo, cierto, pero también el florecimiento de las artes, las ciencias, la expansión del reino y la creación de un Imperio de Ultramar. Como resultado de las victorias militares, así como los logros culturales, Europa admiraría a Francia y su cultura, comida, estilo de vida, etc.; el francés se convertiría en la lingua franca para toda la élite europea, incluso hasta la lejana Rusia de los Románov. La Europa de la Ilustración miraría al reinado de Luis como un ejemplo a imitar hasta el punto de que Voltaire compararía a Luis con el Emperador Augusto. Es por ello que el reinado de Le Roi Soleil, el Rey Sol, sería llamado Le Grand Siècle (El Gran Siglo) tras un reinado de 72 años y en el cual, al morir, Luis había conseguido no solo fortalecer su dinastía, sino que incluso la había colocado en el trono de España con su nieto Felipe V. Debemos por tanto a este gran monarca de Francia el tener hoy el legado que España cosecharía durante todo el siglo XVIII bajo el Reformismo Borbónico.
De la Rusia Imperial (1721-1917)
Aquí citaré solamente los dos únicos reinados que para mí definen la Edad de Oro del Imperio del Zar Pedro I el Grande. No podemos por supuesto, dejar fuera de lugar a Pedro, dado que, sin él, que convirtió un zarato atrasado cultural y políticamente en uno de los mayores imperios de la historia, Rusia hoy no sería Rusia. Hablaremos de quienes para mí fueron sus dignos sucesores. Catalina II la Grande y Alejandro II el Libertador.
Catalina ni siquiera era rusa, sino alemana. Pero al llegar a Rusia en 1744 se enamoró del país y aprendió su idioma, sus costumbres y se convirtió a la fe ortodoxa; al mismo tiempo que los autores de la Ilustración cultivaban su mente y le daban las instrucciones necesarias para hacer avanzar a la corona y al Imperio.
Tendría que esperar a 1762 para subir al trono, una vez derrocado y muerto su esposo, el incompetente y maltratador Pedro III. Catalina recogió el legado de Pedro el Grande y reformó las leyes e instituciones. Anexionó nuevos territorios al Imperio, Crimea entre ellos, y dividió el país en 50 provincias, cada una con un virrey o gobernador. Nunca volvió a casarse y trabajaba 15 horas diarias.
-El tiempo no me pertenece a mí. Pertenece al Imperio: Decía.
Al morir en 1796 la Emperatriz tenía 67 años y había reinado casi 35. Sus últimos años se vieron empañados por las Guerras contra el turco y la Revolución Francesa la cual hizo tambalearse muchos tronos, pero el ruso supo hacerle frente hasta derrotarla en 1814 una vez Napoleón fue obligado a abdicar. El legado de Catalina define hoy en día los pilares de la sociedad rusa tal y como la conocemos, que tras el fin de la URSS en 1991, está echando la vista atrás y sintiéndose orgullosa de que esta gran mujer les gobernara.
Alejandro II llamado el Libertador fue el bisnieto de Catalina la Grande y reinó durante 26 años. Si bien su reinado empezó con la derrota de Rusia en Crimea en 1856 ya luego conseguiría modernizar el país más aún si cabe. De ideas liberales, admirador del sistema parlamentario, Alejandro estaba dispuesto a una transición de la Autocracia a la Democracia, pero primero necesitaba reformar el Imperio, y en ciertos aspectos, notables muchos de ellos, fue así. Trajo avances industriales, navales, ferroviarios, culturales y educativos, pero su mayor reforma sería la Emancipación de los Siervos en 1861. Se acabó trabajar las tierras de la Corona, la Iglesia y la Aristocracia; los campesinos serían libres e iguales y tendría sus propias tierras y fincas y podrían administrar su patrimonio a medida que lo fueran cosechando. Un total de 23 millones de siervos eran ahora libres. Esta reforma, si bien fue mal acogida en la rancia Europa del Este y en la misma Rusia, sería aplaudida en Inglaterra y Estados Unidos, en donde Abraham Lincoln por la misma época liberó a 4 millones de afroamericanos. Tanto el Presidente de Estados Unidos como el Emperador de Rusia llegarían a escribirse y a admirarse el uno al otro. Podemos decir que en todo el reinado de Alejandro Rusia y Norteamérica fueron muy parecidas entre ellas. Alejandro II lamentaría enormemente la muerte de su aliado en 1865 cuando Lincoln fue asesinado.
Por desgracia la más ansiada reforma de Alejandro, y que podía haber evitado la tragedia de 1917, no se cumplió. El Zar sería asesinado por la bomba de un anarquista en 1881, justo cuando ya se había dejado todo listo para convertir Rusia en una monarquía constitucional al modelo inglés. Alejandro III, hijo de Alejandro II, aboliría la mayoría de las reformas de su padre, regresando a la Autocracia y condenando de antemano a la Dinastía de los Románov a perecer bajo el fuego y la sangre en 1917. Hoy en día Alejandro II es llamado el Lincoln Ruso.
CAPÍTULO 2
MONARCAS EJEMPLARES DE LA HISTORIA ESPAÑOLA
Daremos un salto en el tiempo. Viajaremos al Imperio Romano bajo el reinado de la Dinastía Antonina y después a la España de 1874. En este capítulo hablaré de dos monarcas ejemplares en nuestra historia. Y cuyo legado todavía descansan en nuestros monarcas actuales.
Empecemos con el que para mí ha sido uno de los mejores emperadores de Roma. Publio Elio Adriano.
Original de Sevilla, Adriano ni siquiera parecía estar destinado a reinar, dado que se burlaron de él en Roma durante su educación, poniéndole el apodo de Graecullus (Grieguecillo) por su amor a la cultura griega y por ser según muchos, un advenedizo. Pero por obra del destino quiso que el emperador Trajano le nombrara su sucesor en el 117 d.C.
Adriano fue un auténtico Príncipe de la Paz, pero también fue un Príncipe del pueblo y sobre todo un Príncipe de la cultura. Comprendió que la cultura aparte de ilustrar a los hombres les hace mejores y les enseña además las técnicas y lecciones del buen gobierno. Cómo un segundo Pericles y un segundo Alejandro Magno Adriano pacificó el Imperio, dando una nueva Pax Augusta a Roma, reconstruyó y embelleció Atenas devolviéndole los esplendores de la Época Clásica y construyó infinidad de templos, teatros, palacios y bibliotecas, si bien siempre influenciado por la cultura exótica del Oriente Helenístico.
Otra cualidad que define a un buen monarca es viajar y conocer a su pueblo y sus costumbres. Adriano pasó a la historia como el Emperador Errante, pues de los 21 años que duró su reinado, la mitad los pasó fuera de Roma; y rara vez puso el pie en la capital imperial. Su huella perdura desde Sevilla hasta el Nilo, pasando por las montañas de su amada Grecia.
Cuando murió en el 138 había dejado un legado de mármol, paz y de cultura. Es por ello que todavía a día de hoy figura como uno de los Cinco Emperadores Buenos, y además de origen Hispano.
Ahora nos centraremos en Alfonso XII, llamado el Pacificador. No lo tuvo fácil, pues conoció las dificultades del exilio tras la Revolución que derrocó a su madre en 1868 y el tener que labrarse él mismo su futuro para demostrar que, ante todo, era el futuro Rey de España y digno de tal cargo. Tras el fracaso del Sexenio Democrático y la inestabilidad de la I República, impuesta además a punta de pistola en el Congreso, la paz llamó a la puerta de España en 1874. Cánovas del Castillo asumió la Regencia y tras el Manifiesto de Sandhurst que firmó el propio Alfonso en el cual estaba dispuesto a servir a España, la monarquía fue restaurada.
Alfonso XII y Cánovas del Castillo consiguieron que la Restauración Borbónica fuera un hecho. Un país hastiado de guerras y revueltas solo deseaba la paz y fue así como sucedió. Alfonso XII nada más volver del exilio en 1875 lo primero que hizo fue acabar con las Guerras Carlistas, con los despojos de la república y trabajar codo con codo con el gobierno para democratizar el país. De esta manera las Cortes aprobaron la Constitución de 1876 en la cual el papel del monarca sería el de uno constitucional y siguiendo el modelo inglés.
Con Alfonso XII se dio comienzo a un período de modernización del estado, aunque con breves momentos de turbulencia como los atentados de los anarquistas de los que el Rey salió ileso o las ansias de independencia de las últimas colonias de ultramar, sumándose alguna que otra hambruna.
Aun así, Alfonso XII fue digno de llevar la corona y de ser llamado el Pacificador, porque acabó con los conflictos que habían marcado todo el período de 1868-1874. Consolidó las bases de una monarquía constitucional y fue un monarca popular y aclamado por el pueblo. A su muerte en 1885, con solo 27 años y de tuberculosis, dejaba muchas cosas pendientes. Si hubiera vivido más, quién sabe si hubiera podido evitarse los desastres que marcaron los últimos años de la Restauración, incluso si se podría haber evitado la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 o la II República en 1931. A su muerte su esposa María Cristina de Habsburgo-Lorena asumió la Regencia, y debe añadirse que esta gran mujer sin duda alguna cumplió con todo lo que se esperaba de una mujer de estado y como madre del futuro Rey Alfonso XIII. Si ella hubiera reinado de pleno derecho otro gallo habría cantado en 1923 y en 1931.
CAPÍTULO 3
EL LEGADO DE LA CASA DE BORBÓN
La Casa de Borbón ha dejado un legado rico y variado a lo largo de no solo uno, sino de tres países en los que ha reinado o aún reina a día de hoy. Francia, Italia y España.
Luis XIV estableció por fin un estado centralizado y con las fronteras que hoy en día definen Francia como tal, trajo así mismo avance en la cultura, la armada y el ejército y consiguió que Francia fuera un país admirado y con ejemplo a seguir en el resto del mundo. Versalles es sin duda alguna el mejor ejemplo del reinado del Rey Sol, de Apolo en la tierra. No es solo un palacio o un museo, no, Versalles es mágico y más de 300 años después aún su voz sigue viva y su latido late con fuerza. Ni las revoluciones, ni guerras ni desastres ni invasiones han podido con la cultura ni el legado del pueblo de Francia, país que amo. La historia sobrevive, se regenera y se fortalece. Hoy en día Luis es protagonista en el Festival de Versalles, una serie de festejos que recrean los grandes bailes y mascaradas del Rey y donde autores como Racine, Molière y Corneille son protagonistas en los escenarios.
En el sur de Italia, antaño Reino de Nápoles y las Dos Sicilias, el legado de Carlos III, luego también Rey de España, puede verse en el Palacio de Caserta que él mandó a construir, igual que el Teatro de San Carlos. Pero sobre todo su legado está en Pompeya, Herculano, Oplontis y las Villas Stabianas que él mismo rescató del olvido y patrocinando las misiones arqueológicas que devolvieron a la vida todas esas ciudades perdidas del Imperio Romano e impulsando el interés por el período Clásico y que luego se copiaría en muchas villas y mansiones palaciegas, además de darle la identidad a la arqueología tal y como la conocemos a día de hoy.
En España Felipe V y Carlos III sentaron las bases del Reformismo Borbónico que coincidió con la Ilustración; aportando a España un renacimiento cultural y científico que nunca más volvería a haber. La Real Academia Española, de la Historia y de las Artes fueron fundadas y mejoradas por ellos. Se fundaron así mismo La Real Academia de las Ciencias, el Jardín Botánico, la Real Fábrica de Platería Martínez, la Real Fábrica de Porcelana y se iniciaron reformas de las instituciones educativas. Así mismo se crearon y patrocinaron las Sociedades económicas de amigos del país cuyo objetivo era patrocinar y expandir las ideas de la Ilustración.
Carlos III ha pasado a la historia como el Rey-Alcalde y como uno de los mejores del Siglo XVIII ¿Por qué? Porque bajo su reinado Madrid se convirtió en la ciudad que en parte conocemos hoy en día. Cuando llegó a España en 1759 al haber tenido que abandonar su amada Nápoles se encontró con una ciudad caótica, sucia y maloliente, en donde las enfermedades y asesinatos nocturnos estaban a la orden del día. Bajo Carlos III las calles se asfaltaron, se les dotó de fuentes de agua potable, de alcantarillado y de luz propia y mejorada. Sin embargo, sus reformas hubieron de detenerse temporalmente cuando tuvo lugar el Motín de Esquilache de 1766, lo que luego sin embargo le hizo un rey si cabe aún más popular, al despedir a muchos de sus ministros italianos por petición del pueblo.
Añado además y para quienes no lo sepan que con Carlos III nació la tradición del Belén, el Roscón de Reyes y la Lotería de Navidad. Era costumbre que en Nápoles el Belén se colocara cada Navidad a vistas de todos en el palacio, algo desconocido en España, y hoy gracias al Rey-Alcalde todos los españoles tenemos un bonito Belén junto al Árbol de Navidad y también disfrutamos del Roscón y del Gordo de la lotería. La idea del Roscón nació, sin mal no recuerdo, una Navidad en la que al cocinero de Palacio se le cayó sin querer una nuez de plata de adorno en la masa del dulce y fue el Rey quien al morder luego el Roscón encontró la nuez. Lejos de enfadarse Carlos pidió al cocinero que a partir de ahora todos los años debía añadirse una sorpresa al dulce y premiar a quien encontrara la nuez. Luego y desconozco como fue, se añadió la figurita del Rey y la judía pasó a ser lo contrario al premio.
Al morir Carlos III en 1788 dejó un reino fuerte y avanzado en muchos campos. Algo que por desgracia su hijo Carlos IV no sabría mantener a buen recaudo.
Aparte de ello, el Museo del Prado, que ha cumplido 200 años este 2019 es otro legado de la Casa de Borbón, aunque fuera fundado por Fernando VII. Rey que con todos mis respetos no admiro.
CAPÍTULO 4
EL PAPEL DEL REY
Rey de hoy y Rey del mañana. Podemos definir así tanto a S.M Juan Carlos I como a S.M Felipe VI. Si tuviera que compararlos a ambos con monarcas ejemplares de la historia puedo decir que sin duda el Emperador Adriano, Alfonso XII y Carlos III son un buen ejemplo. Príncipes del Pueblo, pero también Príncipes de la apertura al mundo, de la cultura y de la democracia para exponer un tema actual. Juan Carlos I al subir al trono inició la Transición y cuyo legado descansa en nuestra Constitución que el pueblo votó a favor en su mayoría aquel 6 de diciembre de 1978. Aquel día no solo se votó a la constitución, también se votó a la monarquía, y la respuesta del pueblo fue el del sí al Rey. Se legalizaron los partidos políticos. antaño prohibidos, se permitió la vuelta de los exiliados y se procedió a un proceso de reconciliación nacional. Juan Carlos I cumplió al decir que quería ser el Rey de todos los españoles y lo demostró de manera férrea cuando se puso del lado del pueblo en el intento fallido del golpe de estado del 23-F.
Felipe VI ha cumplido, sigue cumpliendo y cumplirá con ese compromiso. Fue así, tal y como lo demostró en el discurso del 3-O al ponerse a favor de la unidad del país y en contra del secesionismo catalán. Tema que a día de hoy aún nos da quebraderos de cabeza. A aquellos que dicen que actuó en contra de la democracia y como un monarca absoluto les animo a que se muerdan la lengua y aprenda mejor de la historia, en vez de creerse dueños y señores de la libertad e igualdad, cuando ellos mismo violan todos los principios que definen esos conceptos.
Felipe VI es Rey. Y es Rey no por la gracia de Dios, es Rey porque es heredero de nuestra historia, de una historia que todos hemos escrito junto con el pasado, presente y futuro de España. Y esa historia es nuestro espejo de identidad, y si ese espejo se quebrara, seríamos sombras sin luz ni identidad. A aquellos que pretenden destruir y reescribir la historia ¡Oh pobres ignorantes! desconocen por completo al hombre con el que se han topado de frente y que lleva sobre sus hombros la mayor de las responsabilidades que un monarca u hombre de estado pudiera tener. No es privilegio monárquico ni derecho de sangre azul como la llamarían ellos, no, es obligación histórica y ser su guardián y mantenerla incorrupta.
Un Rey está por encima de los partidos. Un presidente se debe a su partido, a sus ideas y a los votantes, pero una vez que cesa el mando, apenas lo recordarán. Un Rey en cambio no se debe ni a partido ni a votante alguno. Un Rey se debe a su pueblo y a la historia en sí. Los presidentes van y vienen, pero los Reyes duran para toda la historia. Es la historia junto a la Musa Clío, quien la representaba en la Antigua Grecia con laureles, llevando una trompeta en la mano derecha y un libro de Tucídides en la izquierda. Clío es la historia.
Y desde el punto de vista de un servidor Felipe VI cumple con los atributos que un buen monarca debe poseer:
*Organizado
* Buen gestor de su tiempo
*Observador y analizando cada detalle
*Seguro de sí mismo
* Diplomático y con capacidad de liderazgo
* Flexible pero firme
*Con sentido común
*Tolerante
*Enérgico física y mentalmente
*Sabedor de quien es y cuál es su papel
*Defensor de los Derechos del pueblo
*Defensor de la democracia
*Defensor de la Unidad Nacional
*Con sentido del humor
*Defensor de la Constitución
*Defensor de la cultura y aperturista
*Viajero incansable
*Guardián de los Derechos de la Corona y de la historia de España y de los españoles.
¿Y aún creen que no es un Rey del pueblo? Es Rey del pueblo. Rey del mañana y de hoy. Es quien cumple a rajatabla con el papel que se le ha asignado en este teatro cada día más de locos que es
España. La monarquía es mucho más que símbolos. Un verdadero monarca siempre defenderá los derechos de su pueblo antes que los suyos propios. Eso es ser Rey.
CONCLUSIÓN
Creo haber podido reflexionar bien sobre lo que es en sí el papel del Rey y los beneficios que el sistema monárquico ha aportado y sigue aportando hoy en día, y no hablo solamente de España. Entre los países más avanzados del mundo figuran en primer lugar los que son monarquías constitucionales como Dinamarca, Noruega, Holanda, Suecia y España. Sí, hoy en día sabemos que el sistema ha cambiado y el pueblo es quien decide y habla, pero nunca se debe de dar la espalda a la historia tal y como la conocemos.
Si ese error se repitiera, y algunos intentan que sea así, lo lamentaríamos enorme y gravemente. ¿Saben que opino de la historia? He leído mucho más de lo que la gente cree, pero no como un espectador que va al cine, al teatro o a un concierto, no. La he leído como alguien que la está viviendo, metiéndose en los capítulos de la historia de la Humanidad uno vive 1.001 experiencias y catarsis y saca conclusiones y acaba sabiendo que quiere y que no quiere, y mismamente para quien quiere ser y no quiere ser. Yo no quiero vivir en una república ni ser republicano, pero tampoco quiero vivir en una dictadura fascista en donde me obliguen a reverenciar a un dictador genocida y loco. Jamás. Mismamente diría lo mismo de cualquier régimen comunista, islamista o fascista como ya he dicho. Ni martillos ni hoces, ni cruces gamadas ni águilas ni flechas. La Carta Magna y la Flor de Lis y la rojigualda. Ahí he encontrado mi identidad. Hoy en día tenemos sobrevalorado el concepto de democracia al meter solo a la república como un gobierno demócrata, cuando hay sitio tanto para la monarquía y la república en la democracia. Y a veces el concepto de democracia es mayormente cumplido en uno más que en el otro.
Ya lo dijo el historiador romano Dión Casio:
´´La palabra democracia tiene un sonido agradable a oídos de todos, pero en nada coincide cuando se pone de manifiesto. La palabra monarquía, en cambio, resulta molesta a oídos de todos. Pero es el gobierno que más ventajas tiene al encontrar a un hombre bueno entre muchos``
Tenemos el vivo ejemplo de Felipe VI cuando monarquía y democracia van cogidas de la mano. Coincido incluso cuando algunos dicen que las ideas típicas de una república de libertad, democracia e igualdad incluso fraternidad están más reflejadas en el Rey que en un Presidente. Estas son mis reflexiones y como tal aquí les he escrito y expuesto a ojos de todos ustedes.
Por la historia que aprendemos cada día y el evitar repetirla. Por el rico, exuberante y grandioso legado y patrimonio nacional que España ha legado al mundo, que se mantenga siempre vivo, eterno y siga creciendo. Por la generación que aún no ha conocido la historia de España y no la que quieren que sepan según el punto de vista de aquellos que la falsean.
Por Sus Majestades los Reyes de España y por los españoles de todo el mundo.
Porque el reinado de S.M Felipe VI dure más de 30 años y siga siendo el mejor Embajador que nos puede representar. Porque su hija, S.A.R la Princesa de Asturias Doña Leonor de Borbón y Ortiz, sea una Reina magnífica.
Por todo lo escrito aquí termino y suelto mi pluma.
¡Viva el pueblo de España! ¡Viva la Constitución!
¡Y viva el Rey!