De vez en cuando viene bien una celebración. No todo ha de ser reflexiones amargas y comentarios agrios. Una alegría para el cuerpo es muy recomendable y, en estos días a menudo faltos del cariñito de las noticias agradables, poder cantar un “cumpleaños feliz” es una buena manera de reconciliarse con la buena gente que aún tiene cosas que celebrar.
Al grano. La Policía española cumple 195 años. Ahí es nada. Es una buena ocasión para recuperar su memoria y para reivindicar una parte importante de su historia, de nuestra historia y, en definitiva de la historia de España que es la de todos nosotros.
En estos días, la Policía Nacional está de aniversario. Y lo celebra de una forma tremendamente útil. Lejos de permitirse una fiesta sin final, que no dudo que un brindis habrán hecho, se ha abierto una vez más a la sociedad para compartir su historia con la sociedad española con unas conferencias muy didácticas, interesantes y educativas. Y se lo digo por experiencia propia. A mí me enganchó y mantuvo mi atención hasta pensar que se me había hecho corta.
Tuve el gran placer de presentar al Jefe Superior de Policía de la Comunidad Valenciana en nuestro Club de Debate del Ateneo Mercantil de Valencia. No tuvo desperdicio. Junto con las bromas y el buen ambiente, una charla bien estructurada que nos ayudó a entender 195 años de la Policía en España. Por cierto, aforo completo. Casi 500 asistentes. El tema interesa.
Mi bisabuelo Fernando fue jefe de policía en Albacete. Una fotografía antigua, de principios del siglo XX, que tengo en mi galería de recuerdos familiares, lo corrobora para verle con su uniforme del Cuerpo de Vigilancia. Siempre fue nada más que una historia familiar, pero ahora, después de asimilar lo que aprendí el otro día, ha cobrado una nueva dimensión en mis recuerdos y, sobre todo, ha ganado en admiración y respeto en mi conciencia.
En la actualidad, la Policía Nacional es un cuerpo moderno, muy eficaz, tecnificado y especializado y sus agentes están muy preparados. Profesionales como la copa de un pino que no siempre son comprendidos por la ciudadanía y que, a menudo, echan de menos el apoyo de quien tiene la responsabilidad política de gestionarles. Me la juego con cualquier otro cuerpo policial de nuestro entorno a que los nuestros son los mejores. Discretos, listos, disciplinados, resolutivos… no era en vano aquello de “la policía no es tonta”. Y ahora menos que nunca.
Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado son uno de los pilares fundamentales en la garantía del Estado de Derecho y de nuestro sistema constitucional y democrático. Han sabido adaptarse a la realidad social a lo largo de los tiempos, seguramente con sus luces y sus sombras, pero han llegado hasta aquí, contra viento marea (lo de usar la palabra marea no es casual. Busquen toda la doble intención posible) para embarcarse, en el ejercicio de su profesión, en todas aquellas misiones que se les encomienda.
Ahora tiene el al reto de adaptarse al futuro y nosotros tenemos la obligación de apoyarles. No se olviden de que les confiamos nuestra seguridad. Y que siempre están cuando les llamamos, aunque sus condiciones de trabajo no siempre sean ni las mejores ni las más adecuadas a todo lo que nos ofrecen. Es bueno saber, cada día, que están ahí y no acordarnos de Santa Bárbara sólo cuando truena.
Que quieren que les diga. 195 años son muchos años. Muchos años de servicio, de trabajo, de esfuerzo, de noches sin dormir, de pasar frío, de dificultades y de paciencia. Porque para aguantarnos a los españolitos durante 195 años hay que tener mucha paciencia. Que nos conocemos.