sábado, octubre 5, 2024

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Tercermundismo en Cataluña

Cuando van pasando los días, siempre suele suceder así, los sucesos son analizados con más calma y, además, noticias que en un momento pasaron desapercibidas van llegando y con ello uno puede hacerse una composición más completa de determinados sucesos que, en caliente, solo se apreciaban en blanco y negro, sin matices.

De la kale borroka catalana, inicialmente, mis conclusiones llegaban a valorar el comportamiento ejemplar de los limitados efectivos policiales desplegados en Barcelona. La valoración política de todo el asunto hace tiempo que está hecha y pasa por la condena de todos los gobiernos españoles desde la llegada de la democracia, sin excepción, por clara dejación de funciones en relación con el problema independentista, tanto en Cataluña como en el País Vasco, funciones relativas a la educación fundamentalmente.

Las imágenes de asaltos de comercios en el centro de Barcelona me golpearon especialmente, pero, como muchos, caí en la trampa promovida por parte de la prensa en relación con las credenciales personales de algunos de los autores. Eran forasteros, emigrantes, incluso Menas, eran de todo menos jóvenes catalanes de buena familia catalana, esos no hacen esas cosas. Y ahí nos quedamos.

Ayer tuve noticia -casi desapercibida en las grandes cabeceras salvo La Vanguardia- del saqueo de un tren en la provincia de Lérida, en medio de una zona rural profusamente habitada, en la Cataluña profunda; esa que vota independentismo, la misma que en cuanto son llamados envían sus tractores a cortar carreteras o bloquear Lérida, o Barcelona si es preciso.

El tren descarriló hace ya más de una semana, tras las intensas lluvias caídas en la zona, y allí quedó esperando que ADIF tomase el asunto en sus manos. La noticia fue asunto de curiosos al principio para después convertirse en objetivo de saqueadores que, pertrechados con tractores –para aumentar la capacidad de carga- y radiales para forzar los contenedores, se dedicaron con esmero durante varios días a desvalijar la variada mercadería de todo el tren, hasta las ruedas de vagones dicen que se llevaron, aunque esto, debo reconocerlo, me parece exagerado. Y aquí viene lo más llamativo de la situación, todo ello, según manifiesta la prensa, bajo la atenta mirada de los mozos de escuadra quienes, interpelados por “los plumillas”, manifiestan que no habiendo denuncia ellos no tienen capacidad para intervenir ¿Dónde acabaría el delito flagrante?

Eso de pillar la carga siempre lo había asociado a las costas del norte donde, de cuando en cuando, llegan restos de naufragios y tal pillaje se ampara por la Ley del mar, creo, pero, en tierra firme, el saqueo siempre lo vi como un asunto de pueblos tercermundistas en los que la penuria económica, en combinación con gobiernos tiránicos, llevan a sus pueblos a comportamientos indignos. Nunca imaginé que en España podríamos llegar a tales niveles, y en connivencia con las Fuerzas de orden público ¿Acaso tampoco se podía identificar a los malhechores?

El asunto acabará en manos de tribunales y aseguradoras, pero, al parecer y según me cuentan, una de las empresas perjudicadas, exportadora ella, ya ha decidido que cambia el puerto de Barcelona por el de Valencia para sus cargas logísticas. Al final, el tercer mundo, siempre es un lugar pobre y lóbrego.

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