Así se traduce, según los entendidos, la expresión japonesa “kamikaze”. Y tal parece que en eso se ha convertido para la vida de nuestra Hermandad el pretendido huracán desatado: un viento divino.
Han transcurrido tres semanas desde que el diario ABC permitiera la publicación de un nefando artículo, plagado de falsedades, contra nuestra Hermandad y nuestro Presidente Nacional; y que ha causado considerable revuelo dentro y fuera de nuestras filas.
Tanto una como otro han procedido a ejercer el derecho a su pública defensa y serán los tribunales de justicia competentes quienes actúen y dictaminen.
Mientras la justicia hace su trabajo, nosotros debemos seguir con el nuestro, que sigue siendo mucho y apasionante.
Es una verdadera lástima que los rencorosos de siempre intenten dinamitar el prestigio de la HNME vertiendo calumnias de toda especie, pero cada cual debe hacer honor a su condición.
Hoy quiero reflexionar sobre algunas de las mentiras más jugosas del tan celebrado pasquín.
Cualquiera que conozca bien nuestra Hermandad sabe que el ingreso está abierto a todo ciudadano de bien que defienda la monarquía parlamentaria y el sistema democrático. Si alguno de nuestros miembros está en posesión de algún título de nobleza, es cuestión particular suya y de nula influencia en nuestra vida asociativa. Para alcanzar nuestros fines no se requiere limpieza de sangre.
La HNME jamás ha concedido títulos nobiliarios de ninguna especie, porque no puede hacerlo y porque jamás lo ha hecho. En cuanto a la expedición de otros reconocimientos de nobleza, no conozco ninguno en la Hermandad, díganme cuál.
Nuestros honores y recompensas tienen un carácter interno y han sido creados dentro de la capacidad legal asociativa que a la HNME le corresponde, como a cualquier otra asociación. Y, además, no existe ninguna “parafernalia”, como afirma la autora del lamentable artículo, con investiduras caballerescas, mantos o espadas ceremoniales. Yerran el tiro.
Nuestra imprevista detractora, otrora amiga, da por supuesto que la HNME es una asociación pseudonobiliaria, no comprendiendo su carácter premial estatutario, que por cierto comparte, con otras asociaciones tan legales como la nuestra. La HNME no es una entidad ni nobiliaria ni mucho menos pseudonobiliaria, y jamás lo ha sido, lo diga quien lo diga.
En ningún momento la HNME se ha presentado en sus recompensas como actuante en nombre de Su Majestad el Rey, así como el Presidente Nacional ni ha representado jamás, ni representa, a nuestro monarca; eso es público y notorio. Como también lo es que la Casa Real conoce y está al tanto de nuestras actividades, como fehacientemente se puede demostrar.
Se obstina la autora del artículo de marras en afirmar que SS.MM. los Reyes no han aceptado ser sus “hermanos mayores”. Más bien habría que decir que, de momento, no han aceptado la condición de Presidentes de Honor, que no hermanos mayores; pues no somos ni una maestranza ni una hermandad religiosa. Procure enterarse mejor.
Uno de los golpes bajos más notorios del lamentable artículo es la referencia expresa a algunos de nuestros galardonados con la Gran Cruz de la Lealtad Monárquica, como si éstos debieran arrepentirse de haberlo sido. Los excelentísimos señores don Joan Mesquida, don Juan José Laborda, don Luis María Ansón, el general Grau, don Marcial Marín, don Santiago de Santiago y otros muchos, son perfectos conocedores de la gran labor de la HNME y están muy orgullosos de haber sido distinguidos por ésta como leales monárquicos.
En nuestra heráldica y emblemas no aparentamos relación con la corona, empleamos símbolos vinculados a la Monarquía, pues somos monárquicos. La corona real, la Cruz de Borgoña o las lises son patrimonio heráldico del pueblo español desde hace siglos. Nunca hemos empleado las armas privativas de ningún miembro de la Familia Real.
En cuanto a que el Derecho Premial requiere de actualización, completamente de acuerdo, para que persiga adecuadamente a quienes realicen esas prácticas fraudulentas con las que la HNME nada tiene que ver. Por cierto, ya de paso, y por proponer, podría solicitarse que se impida que a nuestros políticos se les concedan órdenes del estado simplemente por haber ocupado ciertos cargos, sin haberse sometido a un mínimo juicio contradictorio sobre su desempeño.
Así pues, lo perseguido por el artículo kamikaze: sembrar la calumnia y el desconcierto entre propios y extraños; se ha transformado en un “viento divino”. Viento, que nos sigue impulsando en nuestros nobles ideales y, divino, ya que ha servido para solidificar lealtades y facilitar nuevos ingresos de gran valía que ya están ocupando sus puestos. Porque para provocar estragos mediante un ataque suicida, al menos en Japón, ha de emplearse la palabra: “tokkotai”.