Hay modas para todo. Llevamos varias décadas hablando de valores ; y en cambio es menos “moderno” referirse a virtudes. Tal moda se extiende a políticos ,sociólogos y también a pensadores , que quizá tienen miedo a la carga teológica que encierra el vocablo.
Puede que no tenga excesiva importancia, si se poseen ideas claras, pero no pocas veces se manipulan éstas precisamente a base de cambiar las palabras. En el presente caso, hay que precisar que no se trata de términos sinónimos.
Según el Diccionario de la Lengua, virtud es el “ hábito de obrar el bien”. Valor en cambio, es la “ cualidad que poseen algunas realidades, que les hace estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos “
Los valores, muchas veces, se estiman por lo que aportan a la sociedad en conjunto. En cambio, las virtudes son algo siempre personal. La cultura artística, por ejemplo, es un valor apreciable que convendrá educar y promover. Como dice el diccionario, pueden usarse para bien o para mal. Ejemplo de esto sería la aptitud estratégica usada a favor del terrorismo.
Las virtudes, en cambio conducen al bien por sí mismas. Si fueran “hábitos de obrar el mal”, no serían virtudes sino vicios. Por eso conviene distinguirlas cuidadosamente de los valores.
No es que se opongan entre sí- muchos valores pueden ser fuente de virtudes destacables- , pero la simple confusión no es beneficiosa. La virtud exige esfuerzo constante por superar los hábitos contrarios. Es, por tanto , estimulante: acrece la autoestima y hace más fácil a la persona la práctica de bien.
En definitiva, con la permuta de virtudes por valores, asistimos a uno más de los reduccionismos ideológicos a que nos tienen acostumbrados los pensadores modernos. Puede aceptarse quizá la expresión, pero sin dejarnos engañar por los “ magos del lenguaje”.
Las virtudes no son simples valores. Son hábitos que facilitan el bien y nos hacen ser esencialmente buenos.