Vivo sin vivir en mí -decía Santa Teresa de Jesús-, y tan alta vida espero que muero porque no muero. Le pregunté un día a mi conciencia si el motivo de vivir era la alegría de estar enamorada. Y ella me contestó que si tenía motivo para vivir, razones tendría. La alegría es mi himno, mi sonrisa nace sola y yo, amorosa, miro al cielo. La tristeza es no estar contigo, mi desencanto es no vivir contigo, y así moriría sin vivir.