«No nos estamos dando cuenta de que la agenda digital está muy bien pero que se está dejando por el camino a mucha gente mayor»
Cuarenta años de servicio a la sociedad desde la primera línea de la sanidad son muchos años. En realidad, son algunos más, un par, pero mi amigo Pepe siempre dice cuarenta. Debe ser por redondear, por lo cuadrado de la cifra, pero son algunos más. Una eternidad que se le pasó en un no parar, en un sinvivir por vivir continuamente cuidando a los demás. Lo suyo era pura vocación. Pepe fue mi médico muchos años. Muchos. Desde pequeño, porque en aquella época la línea entre la pediatría y el médico de cabecera era muy fina. Sobre todo, en los pueblos.
Hoy quiero hablar de Pepe y no de medicina. Ni de atención primaria. Ni de salud. Ese es otro jardín en el que ya me he metido muchas veces. Quiero hablar de Pepe, porque hoy cumple ochenta años. Otra cifra redonda, como a él le gustan. Aunque llevo todo el día suavizándole el carácter porque lleva toda la mañana con un cabreo importante. Tres descafeinados y una ensaimada me ha costado ya. Pero nada, que no se baja del globo, aunque eso sí, vamos ya a por la segunda ensaimada. Y no quiere que les cuente, pero yo les cuento.
Pepe está jubilado. Felizmente jubilado, pero con esa resistencia a la palabra jubilado que mantienen los viejos guerreros jubilados, aunque la situación les guste, pero la palabra, no. Como me dijo el día de su jubilación haciendo gala de humor negro, «hoy paso a mejor vida». Le miré entonces con una sonrisa, pero hoy le miro con preocupación.
A él y a toda una generación que está a punto de quedarse descolgada de una sociedad que evoluciona a golpe de digitalización y funciona por decreto informático al paso que marcan los hechos consumados. Y ellos, ni lo entienden ni están preparados. Ni saben hacerlo, por mucha formación que tuvieran en su momento en aquellos tiempos, que eran otros tiempos.
El caso es que, después de mucho tiempo sin tenerlo, le dio por hacerse el Carnet del Mayor. Ni corto ni perezoso se presentó en el organismo correspondiente y competente a tal efecto, aunque según su relato correspondiente es, aunque, competente no sé yo. Bueno, informáticamente competente, sí, porque lo de atenderle allí mismo, ni de casualidad.
«Vuelva usted a su casa, pida cita por correo electrónico, le enviamos un documento, se lo descarga en formato pdf, lo escanea, lo firma, nos vuelve a pedir cita, se la damos y ya le diremos… O eso, o lo hace con la firma digital» y tal. Un vuelva usted mañana en toda regla.
Con el trámite ya resuelto, tercera ensaimada, mirando a los ojos de Pepe me vino a la cabeza otra mirada. Y en sus ojos vi otros ojos y otra cara de desesperación. María tiene 84 años. No la conozco de nada, pero coincidimos el otro día ante las puertas de una sucursal bancaria. Y me miró a los ojos pidiendo ayuda. Había llegado unos minutos más tarde de la hora de atención en caja.
Su única oportunidad era el cajero automático. No digo más. Confió en mi sus dineros y su vida, porque no le quedaba otra salida. Le resolví la papeleta, no sin dudas, pero al final con éxito, y se fue a casa tranquila. A mí me quedó un amargo sabor de boca. Y tristeza. Y, no lo niego, algo de miedo.
Son sólo dos ejemplos, pero ¿alguien ha pensado en lo que estamos haciendo? Yo creo que no. No nos estamos dando cuenta de que la agenda digital está muy bien pero que se está dejando por el camino a mucha gente mayor para la que todo nuestro mundo digital, nuestra vida con la informática, está muy lejos de su realidad con los pies en el suelo, mucho más real que nuestro ciberespacio.
Pepe se va para su casa con el desayuno y el miedo a cuestas. Sabe que está perdiendo un tren y que nadie le está poniendo frenos. Mientras yo pueda seguiré ayudando a mi amigo, pero no puedo dejar de pensar en todas esas personas que no tienen a nadie cerca para echar una mano. Y no puedo dejar de volver a pensar en el legendario artículo de Larra, «Vuelva usted mañana». Muchos deberían leerlo para no recrear lo errores de siempre, pero en versión digital. No dejo de pensar que tantos años de servicio a la sociedad, de trabajo, merecen otro trato. No tiene mucha idea de informática, pero yo seguiría poniendo mi salud en sus manos…
En fin, voy a acabarme la media ensaimada que queda sobre la mesa. Ayudo, pero no ayuno, aunque debería… Otro descafeinado con leche, por favor.