Se ha roto el silencio que pendía de palabras pensadas en la quietud de la tarde, en el hastío. No hay sino algún sonido que tenue vibra en mis oídos memoriosos, sin atisbos. La penumbra toca mis ojos y en la lejana techumbre de un tímido recuerdo el piano sueña armonías en perfecta melancolía. La antigua puerta del olvido se abre repentina y entra inasible tu presencia como un ascua sagrada en la tarde mortecina. Y en acirde sin final las notas vagan tímidas en la noche doblegada al estricto rigor del tiempo que silente, ha huído.



