martes, 10 diciembre, 2024

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Conferencia sobre San Jorge de Alfama

Este texto corresponde a la conferencia que impartió Don Juan Benito Rodríguez Manzanares en el Ateneo Mercantil de Valencia, dentro del ciclo de Órdenes Militares. 7 de octubre de 2020. Salón Sorolla

Estimadas autoridades, representación del Ateneo Mercantil de Valencia, damas, caballeros, amigos y asistentes todos a esta quinta conferencia de la segunda parte del ciclo de conferencias que el Ateneo y yo mismo, vamos a dedicar a las grandes órdenes de caballería, militares y hospitalarias. Sed bienvenidos y espero/esperamos, que esta serie de conferencias sea del agrado de todos, pues con ella nos hemos propuesto acercar al gran público este mundo, a veces un tanto desconocido.

Quiero agradecer a doña Carmen de Rosa Torner, presidente de la Casa donde nos encontramos, el Ateneo Mercantil de Valencia, y a toda su Junta Directiva por amparar y apoyar este ciclo de conferencias. También quiero agradecer a todos los amigos que hoy estamos llenando esta gran Sala Sorolla, pues sin todos ustedes, sin todos vosotros, todo nuestro esfuerzo no tendría sentido.

Esta sexta conferencia de esta segunda parte del ciclo, está dedicada a la Orden de San Jorge de Alfama, cuyo nombre más completo que ha tenido en alguna ocasión fue el de Orden Militar de San Jorge de Alfama.

Antes de comenzar con la conferencia propiamente dicha, he de resaltar que, en ocasiones, dados los siglos que han pasado desde que las diferentes órdenes se fundaron, y hasta que desaparecieron, como le pasó a la inmensa mayoría de ellas, es bastante complejo poder recabar información de las mismas, como ocurre con esta Orden, y así lo apuntó en su momento Pedro Miguel de Samper (Mediados del siglo XVII -¿?), el cual fue el decimoquinto y último cronista del reino de Aragón, y el primer cronista de la Orden de San Jorge, el cual textualmente, cita lo siguiente con respecto a la documentación de la Orden de San Jorge:

«Casi todo lo ha consumido el tiempo».

Pues, como él mismo dice, algunas noticias son muy escasas y escuetas, y las extrajo de documentos en muy mal estado, que en la mayoría de ocasiones, no han llegado hasta nuestros días. Pero esto no es nuevo, pues algo así también comentamos en la conferencia sobre la Orden de Alcántara.

Comencemos, y para ello, nos vamos a ir hasta mediados del siglo XII. Y comentaré que, tras la conquista de Tortosa, gran parte de aquellos parajes quedaron bajo el dominio de los caballeros templarios y sanjuanistas, aunque había un amplio territorio que se encontraba muy deshabitado a causa de su carácter inhóspito, todo un desierto que, además disponía de costa, y ello era un grave problema, pues eso quería decir que podía ser atacado e invadido ese territorio, que además era paso entre Tarragona y Tortosa, por los sarracenos, por tierra y por mar.

Así, para poder paliar este problema en la medida de lo posible, el rey Pedro II de Aragón (1178-1213), llamado «el Católico», con el beneplácito de su madre la reina Sancha de Castilla (1154 o 1155-1208), el 24 de septiembre de 1201 fundó la Orden Militar de San Jorge, poniéndole este nombre en agradecimiento al santo patrón que él consideraba que le había protegido en la guerra contra los sarracenos.

Aunque en honor a la verdad hay que decir que en realidad no fundó una orden como tal, sino una milicia regida religiosamente por un obispo, pues su reconocimiento papal como Orden, la tuvo en 1373, 171 años después de ser creada, como luego veremos.

Así pues, el rey Pedro II de Aragón creó esta milicia, y para que la recién creada milicia pudiera cumplir el cometido para el que había sido fundada, le donó al caballero templario y diácono Juan de Almenara, y además, a Martín Vidal y todos sus sucesores en la milicia, todo aquel vasto e inhóspito territorio llamado desierto de Alfama, convertido en el Señorío de Alfama, el cual estaba cerca de la villa de Tortosa, y que comprendía esa enorme extensión deshabitada, comentada anteriormente, situada entre el delta del Ebro y Cambrils, para que en ella construyeran un castillo y este fuera la sede de la milicia.

Aunque el rey Pedro II de Aragón, siempre quiso que, la milicia que había creado, fuera una Orden. Así en la redacción de los fines fundacionales trata a la milicia como una verdadera Orden, como podemos leer en este extracto:

«Domus ordinis et orationis et misericordie, in Honorem Dei et Sancti Georgii, construatis et deinceps in barbarorum rabies propulseltur».

Es decir, «Orden dedicada a la oración y la misericordia, dirigida a dar cobijo a los caminantes, y el rechazo a los sarracenos o de quien atacase la zona».

Mas, dada esta donación, la milicia añadió al final de su nombre, el nombre del señorío recibido, y dado que en la redacción de sus primeros textos vinculantes aparecía la palabra «Orden», pasaron a denominar Orden a la milicia, con lo que su nombre completo pasó a ser, Orden Militar de San Jorge de Alfama.

La Orden nació con un fin principal, proteger la zona de los ataques moros, pero nació sin ningún tipo de recursos, y en un momento no muy bueno económicamente para el reino de Aragón. Así, el rey Pedro II de Aragón, le concedió a la Orden y a su dirigente Juan de Almenara, pues aún no podían denominarse Maestre, la facultad de colectar limosnas para la construcción del castillo que sería la sede de la Orden, situado en Alfama.

La figura del colector de limosnas estuvo ligada íntimamente a la Orden durante toda su existencia, y en algunas ocasiones, sobre todo en la decadencia de la misma, sirvió para desviar dinero de la Orden para el uso personal del colector.

Además de lo dicho, en los primeros años de vida, la Orden tuvo tres funciones principales, que fueron la construcción del castillo que sería su sede, colectar limosnas para poder subsistir y construir el castillo, y ayudar militarmente a su rey en la reconquista de tierras de manos musulmanas, y siempre que se lo pidiera.

Y, como las demás Órdenes tradicionales, la Orden de San Jorge de Alfama seguía, un sistema de tipo feudal, en que los freires y cuantos estaban bajo la autoridad del dirigente, quedaban unidos a él por vínculo de vasallaje.

Ahora bien, durante sus primeros treinta años de vida, no tuvo una jerarquía aceptada al no ser una Orden propiamente dicha, como ya he citado, así, a Juan de Almenara se le considera como el primer superior, prior, prior mayor, comendador, o cualquier otro nombre, menos maestre, y la elección de este se realizaba por los freires en el convento, hasta que en 1341, 140 años después de fundarse la milicia, se nombró a Humberto Sescorts, como Maestre, siendo el primero que ostentó realmente este título dentro de la Orden, aún sin serlo, pues como hemos visto, obtuvo el rango de Orden en 1373.

Todos los freires de la Orden le prometieron lealtad al rey mediante la siguiente fórmula:

«Sub virtute sante obedientie, homagii ac iuramenti a nobis in ferius prestiti».

(«Bajo el poder de la santa obediencia, ser declarado por nosotros en el sentido del juramento, y el juramento de homenaje.»)

Finalmente, tras largos años de colectar limosnas, construyeron el castillo en una de las calas del Señorío de Alfama, siendo el mismo de planta cuadrada y de aproximadamente unos 20 metros de lado, con unos lienzos exteriores de unos 12 metros de altura, llegando la torre del homenaje a una altura de unos 16 metros.

En ese castillo, además de la sede de la Orden, tuvieron un pequeño hospital, aunque esta Orden nunca llegó a denominarse como hospitalaria.

Posteriormente, ya con el castillo-hospital construido, la asistencial también fue una de las grandes funciones de la Orden de San Jorge de Alfama. Siendo otra de sus grandes funciones desde su constitución, la defensa costera frente a los ataques de los musulmanes.

El rey no se caracterizaba por estar realizando una buena política económica, y esto hizo que a la Orden que había creado con un meritorio fin, no le concediera demasiadas donaciones. Así pues, los primeros años de la existencia de la Orden, y casi durante toda su existencia, vivieron principalmente de las limosnas que recibían, obligando a sus frailes a pedir limosna para poder mantenerse, haciendo que la Orden como tal, pasara muchas miserias.

Llegamos a 1205, año en que recibieron como donación, el dominio de Bujaraloz en Zaragoza. Además, un documento de ese mismo año, también menciona la existencia de un hospital en Alcarrás en Segriá, que pudiera ser que tuvieran en propiedad, aunque este extremo no está suficientemente documentado.

Pero, debido a las penurias económicas que siempre padecieron, en 1229 se vieron obligados a vender Bujaraloz al monasterio de Sigena por 520 maravedíes alfonsinos, para poder hacer frente a las deudas que habían contraído. La venta fue confirmada el 22 de mayo de 1230 por el rey Jaime I (1208-1276), llamado «el Conquistador».

La Orden, aunque discretamente, participó en la Batalla de las Navas de Tolosa acaecida en 1212, acudiendo al llamamiento de ayuda del rey castellano Alfonso VIII (1155-1214), llamado «el de la Navas», o, «el Noble». También participaron en la campaña de Almería en 1309 junto al rey Jaime II (1267-1327), llamado «el Justo». Participaron en la campaña de Mallorca, y en la campaña de Cerdeña, obteniendo donaciones en ambos lugares. Además, ayudaron al rey Pedro II de Aragón a conquistar Valencia, Ademuz y Castielfabib.

Pero, la Orden no sólo tenía problemas económicos, que no eran pocos, ya que también se enfrentó a dificultades político-religiosas, siendo uno de sus principales problemas el Catarismo, pues en las tierras del rey Pedro II de Aragón, los cátaros, o albigenses, estaban muy arraigados.

Además, el rey Pedro II de Aragón, se encontró con un gran dilema, pues, de un lado deseaba la amistad de los nobles de Languedoc en el sur de Francia, que lindaban con el reino de Aragón, pero sin tener que enfrentarse al papa Inocencio III (1161-1216), pues este había iniciado una Cruzada contra los cátaros, llamada Cruzada Albigense que se extendió de 1209 a 1229.

Mas, cuando el papa envió a la nobleza franca contra los cátaros occitanos, obligó al rey Pedro II de Aragón a unirse a ellos, y así lo hizo. Y, juntos se enfrentaron a los occitanos dirigidos por Simón IV de Montfort (1160-1218), y en una de sus batallas, la famosa Batalla de Muret, acaecida el 12 de septiembre de 1213, cayó abatido el rey Pedro II de Aragón, y toda Occitania quedó en manos de Simón IV de Monfort, y como consecuencia de esta situación, la Orden de San Jorge se llevó un duro golpe, pues podríamos decir que su único benefactor era el rey aragonés abatido.

El rey Pedro II de Aragón en un principio, por haber desobedecido al Papa Inocencio III, fue excomulgado, y su cuerpo al morir no fue enterrado en el Panteón Real, sino en Tolosa, hasta que el papa Honorio III (1150-1227), autorizó en 1217 el traslado de sus restos al Panteón Real del Monasterio de Santa María de Sigena, situado en Huesca.

Internamente, el órgano de gobierno de la Orden de San Jorge, era el Capítulo General, y estos se celebraron, además de en Alfama, en Carabona, municipio de la actual Burriana que el rey Jaime I donó a la Orden, y en la iglesia de San Jorge de Valencia, ciudad en la que la Orden tuvo su mayor priorato.

El Superior de la Orden era elegido por los freires, compuestos por clérigos y laicos reunidos en Capítulo, excepto los tres últimos Maestres, de esa forma se evitaba que el monarca tuviera influencia.

El primer Capítulo de la Orden de la que se tiene constancia, fue en 1225, presidido por el segundo superior de la Orden, el prior Guillermo Auger. En 1229 ya con el tercer prior de la Orden Guillermo de Cardona, y con motivo de la venta de la Villa de Bujaraloz, se realizó un nuevo Capítulo.

En 1232 tras la campaña de Mallorca, la Orden recibe las alquerías de Alfauvach y Dalmón, poniendo por nombre a una de ellas, de San Jorge, y fueron propiedad de la Orden hasta 1285, en que el rey Jaime II de Mallorca, (1243-1311), llamado «el Justo», un tanto francófilo, se las arrebató. Mallorca se rindió en 1285, y el 15 de octubre de 1286, el rey Alfonso III de Aragón, (1265-1291), llamado «el Liberal», o, «el Franco», le devuelve la Alquería de San Jorge al sexto comendador de la Orden Ramón de Guardia, el cual, según el historiador Samper, le había acompañado a la campaña de Mallorca.

Tan sólo como apunte histórico, comentar que, la Orden de San Jorge siempre tuvo como rival a la Orden de Calatrava, e incluso llegaron a ser grandes enemigos.

Damos un salto en el tiempo y nos situamos en 1317, cuando fue nombrado Jaime de Tárrega, décimo comendador de la Orden, el cual, no fue un buen administrador de la misma, y de los aproximadamente 20.000 sueldos de renta que percibía la Orden, en lugar de utilizarlos en beneficio de la misma, se los gastaba en cosas de dudosa justificación, y según parece ser, incluso en su propio beneficio. Por tal motivo decidieron destituirlo, nombrando comendador de la Orden en 1327 a Pedro Guasc, que había sido el comendador antecesor de Jaime de Tárrega, y volvió a ser comendador de la Orden, siendo estos unos años muy difíciles económicamente para la misma.

La Orden poesía dos prioratos, el de Alfama, que fue el primigenio, y uno en Valencia que se constituyó como el principal priorato de la Orden, y en 1324 la primitiva iglesia de San Jorge de Valencia pasó a ser propiedad de la Orden, realizándose en ella desde ese momento, sus Capítulos y eventos, convirtiéndose en la sede de la Orden de San Jorge en Valencia.

En 1327 la Orden recibió la importante donación del castillo de Riquer, entre otros bienes, donde se estableció una pequeña encomienda, que reunió una reducida comunidad.

En 1341 fue nombrado Humberto Sescorts Maestre de la Orden, como ya he citado, el primer Maestre de la Orden, cuya labor militar fue muy importante y reconocida por el rey, pero esta actividad llevó a la Orden a una crisis económica que no supo afrontar y comenzó una política de venta de sus propiedades en Mallorca, Valencia, y otros emplazamientos, que lo único que hizo fue reducir el patrimonio de la Orden, y con ello, las rentas que percibía.

En 1348 en Tortosa se declaró una epidemia de Peste Negra, y aunque el castillo de la Orden estaba lejos del epicentro de la epidemia, esta abandonó su castillo trasladando su sede capitular a Valencia, aunque Tortosa pagó a un ciudadano llamado Tomás Segura para que lo custodiara. Sobre 1360 volvieron al castillo de Alfama, pero por pocos años, volviendo a instalar definitivamente su sede en Valencia.

El rey Pedro IV de Aragón (1319-1387), llamado «el Ceremonioso» o, «el del puñalet» inició acciones legales con el gobernador de Valencia para restituir todos los bienes que la Orden hubiera perdido injustamente, pero no pudo hacer nada, pues todas habían sido ventas legales. El maestre Humberto Sescorts el 17 de octubre de 1365 definitivamente, renunció de su cargo a manos del rey, no del capítulo de la Orden, lo que deja patente la injerencia que el rey Pedro IV de Aragón tenía en la Orden.

Sobre 1365 se nombró prior de la Orden al presbítero valenciano Juan Pérez de Miedes, y el 5 de octubre de ese mismo año, el rey lo avaló, pero a mediados de 1369 Juan Pérez tras cuatro años al frente de la Orden, llega a la conclusión de que la misma no prospera, y decide pedir al rey poder erigir en Valencia una nueva iglesia o monasterio en honor a San Jorge, con el que poder volver a recibir rentas.

Pasaron muchos años sin que la milicia fuera realmente una Orden como tal, así que, el rey Pedro IV de Aragón, como era muy devoto de San Jorge, quiso convertir definitivamente la milicia en una Orden, en la Orden Militar de San Jorge de Alfama, para lo cual solicitó el beneplácito y la aprobación del papa Gregorio XI (1329-1378), la cual le fue otorgada en 1373, confirmándoles la Regla de San Agustín, pues desde su creación hasta ese momento, se habían gobernado con el Visto Bueno episcopal, y se regían por una regla propia. La ceremonia tuvo lugar el 8 de septiembre de ese mismo año.

Aquí expongo parte de la bula de aprobación de la Orden que habla de la regla.

«Qui sub Regula beati Augustini et invocatione beati Georgii in loco de Alfama, Dertusenins diocesis, intitutus fuit et fundatus».

Y en este otro texto de la bula, habla de la vestimenta y la cruz.

«Crucem rubeam in corum superioribus vestis albis in latere sinistro de ferre temantur».

Los freires debían cumplir con los votos de castidad, obediencia y pobreza, y se estableció, además de unas severas directrices, la normativa de que debían llevar la cruz roja de San Jorge en el pecho sobre vestiduras blancas, la cual se convirtió en el emblema y escudo de la Orden.

El rey entregó a la recién constituida Orden Militar de San Jorge, el lugar y castillo de Aranda.

Aranda era un lugar fronterizo con el reino de Castilla, el cual no fue bien abastecido de armas, comida y otros menesteres, y donde la Orden no pudo desempeñar bien su cometido. La responsabilidad de Guillermo de Castell de la custodia del lugar fue más grande de lo que pudo asumir. Pero peor que eso fue el hecho de que las rentas que percibían por ese lugar, estaban decreciendo, por lo tanto, la concesión de este lugar no solucionó los perennes problemas económicos de la Orden, y ni siquiera podían hacer frente a la custodia del castillo, y finalmente en 1378 Guillermo de Castell, antepenúltimo Maestre de la Orden de San Jorge, abandonó la custodia del castillo de Aranda.

Como apunte histórico comentar que, las rentas de Aranda ascendían a 8.500 sueldos jaqueses anuales, pero de ellas había que descontar el salario de los colectores, una asignación real de nueve caballerías y otra asignación de 1.900 sueldos a un ciudadano que cuidaba del castillo de Alfama.

El 17 de mayo de 1374 el rey Pedro IV de Aragón, donó a la ciudad de Valencia, y a la Orden de San Jorge de Alfama la preciada reliquia de un dedo de San Jorge en un relicario de plata, con la condición de que fuera guardado con dos llaves, de las cuales, debía tener una el prior de la Orden, y la otra los Jurados de Valencia. Además, les autorizó para que pudieran mostrar esta reliquia en la festividad de San Jorge, y siempre que lo creyeran oportuno.

Y, a finales de 1377 el rey Pedro IV de Aragón, recibió como reglado de su prima, la reina Leonor de Aragón y de Foix (1333-1417), un hueso de un brazo de San Jorge. Esta reliquia también le fue entregada a la Orden de San Jorge.

La Orden en este nuevo periodo, ya convertida en una verdadera Orden como tal, participó en cuantas campañas emprendió el rey Pedro IV de Aragón. Además, luchó en la llamada guerra «de los Pedros», entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla, e incluso en la época del rey Martín I de Aragón (1356-1410) llamado «el Humano», contra la rebelión de los jueces de Arborea en Cerdeña, que, ayudados por los genoveses dominaban toda la isla a excepción del Alguer, Cagliari y Longorado, que eran fieles a la corona aragonesa.

El rey Pedro IV de Aragón le concedió a la Orden unas posesiones en Sagunto, pero el maestre de la misma, Guillermo Castell llegó a la conclusión de que le constaba más mantenerlas y defenderlas que el beneficio que obtenían de ellas, como ya le pasara en Aranda, así que suplicó al rey que le autorizara para la venta de esas posesiones que le había cedido, y el 3 de septiembre de 1378 obtuvieron licencia para la solicitada petición.

Sobre 1378 la Orden comenzó a tener muy pocas posesiones, y muy poca vitalidad, acompañada de un gran relajamiento de sus costumbres y maneras de proceder, dándose casos de apropiación de fondos para el provecho propio de algunos frailes, sobre todo, como había citado en el inicio, de los colectores.

El 16 de enero de 1387, el rey Juan I de Aragón, (1350-1396), llamado «el Cazador», o «el amador de toda gentileza», se adjudica el derecho de nombramiento de maestre de la Orden de San Jorge, al declarar que, la provisión de dicho maestrazgo le pertenecía según lo que rezaba el siguiente texto:

«De antiqua et approbata et hactenus observaba consuetudine ad nos et reges Aragonum».

Cuando murió Guillermo Castell, quien fue por dos veces Maestre de la Orden, estuvo vacante el cargo de Mestre casi dos años, pues la Orden estaba en una profunda crisis interna en todos los sentidos que se quisiera observar. Mas, finalmente en 1387 se hizo cargo del maestrazgo un maestre prácticamente desconocido llamado Cristóbal Gómez, con el que la Orden siguió sumiéndose en una espiral de decadencia.

El rey Pedro IV de Aragón intervino en la Orden con el fin de revitalizarla, pero no lo consiguió, y en los últimos años del siglo XIV, la crisis se agravó muchísimo, tanto que el rey Martín I de Aragón, quiso fortalecer la Orden, pero ya era demasiado tarde, pues se encontraba en una gran decadencia en todos los sentidos. Fue entonces cuando, en vista del deplorable estado de la Orden de San Jorge, el rey Martín I de Aragón, tomó la decisión de incorporarla a la Orden de Santa María de Montesa.

Y así lo convinieron ante el rey, el Maestre de Montesa frey Berenguer March y el último maestre de la Orden San Jorge frey Francisco Ripollés, quien renunciaba a su Maestrazgo en ese acuerdo.

Así pues, el rey solicitó al papa Benedicto XIII (1328-1423), esa unión, y el papa aceptó la propuesta y mediante bula «Ad ea libenter intendimus», de 24 de enero de 1400 dio su aprobación para ello, y unió para siempre la Orden de San Jorge de Alfama a la poderosa Orden de Santa María Montesa, pasando esta a denominarse Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama.

La Orden de San Jorge tuvo una existencia de 199 años, desde 1201 hasta 1400, y tuvo dos prioratos, el inicial de Alfama, y el de Valencia, el más grande y consolidado.

La Orden de San Jorge tenía como emblema, una cruz griega roja sobre fondo blanco, que suele representarse con los brazos horizontales más largos que los verticales, y que se denomina Cruz de San Jorge. Por imposición de los monarcas de la Corona de Aragón, la cruz de San Jorge debía lucirse en sus mantos y en sus hábitos.

Al ser absorbida la Orden de San Jorge por la Orden de Montesa, entregó su insignia a esta última, y la Orden de Montesa la sobrepuso centrada en su insignia, que, era una cruz flordelisada negra. A partir de ese momento los caballeros alfamistas o sanjorgistas, que es como se llamaban a los caballeros de la Orden de San Jorge desaparecieron como tales, y se convirtieron en caballeros de la Orden de Montesa, o caballeros montesianos.

Una vez materializada la absorción de la Orden de San Jorge, la Orden de Montesa convirtió el castillo de Alfama en un priorato de la Orden de Montesa, y posteriormente, a finales del siglo XV abandonó el Castillo, el cual permaneció bajo la jurisdicción de Tortosa. Pero, en 1575 y tras un pleito, la Orden de Montesa recuperó el castillo de Alfama, y un año más tarde reinstauró de nuevo el priorato.

El castillo aguantó durante varios siglos con sus momentos álgidos y con sus momentos de miseria, hasta que, en 1650, las naves castellanas lo destruyeron a cañonazos para que no se fortificasen en él los franceses que acababan de ser expulsados de la ciudad de Tortosa.

La defensa costera a final del siglo XVII e inicio del siglo XVIII, conllevó a la reedificación del castillo, según el llamado método Vauban, ideado por Sébastien Le Prestre, Señor de Vauban (1633-1707), con un patio poligonal inferior rodeado de una ristra de torres, bastiones y revellines, entre otras cosas que determinaron su construcción.

Los sillares del antiguo castillo que no se rompieron fueron aprovechados para construir el nuevo, pero en un nuevo emplazamiento algo más introducido en el interior, abandonando la línea de costa. Este castillo fue edificado entre 1732 y 1733 con el objetivo de vigilar las rutas marítimas, durante el reinado del rey Felipe V de Castilla (1683-1746), llamado «el Animoso».

El estado de conservación del castillo original es ruinoso, dado que en algunas zonas sólo quedan fragmentos de la parte baja de los muros y en otros tan sólo las huellas de lo que fue, que definen la forma de la planta y denotan la poca consistencia de la fábrica, realizada en mampostería.

Gran parte de los restos actuales corresponden a esta segunda etapa constructiva. Mas, en 1985 se realizó una campaña de restauración y conservación, consolidando algunos puntos y limpiando su interior. Actualmente los restos del castillo de Alfama son un Bien de Interés Cultural.

La Orden de San Jorge durante su existencia fue muy pobre, mendicante, y, además, nunca contó con muchos caballeros dispuestos para la batalla. A pesar de los esfuerzos de los monarcas aragoneses, su prestigio fue bastante reducido, y sus gestas militares bastante escasas. Inicialmente tuvo un pequeño hospital en el castillo de Alfama, pero, como ya he citado, nunca fue considerada hospitalaria, y aunque se fundó en el reino de Aragón, su mayor esplendor, lo tuvo en el reino de Valencia.

Con esto amigos, he realizado un breve paseo a través de la historia de la Orden de San Jorge de Alfama, que espero que haya sido de su agrado.

En la próxima conferencia, la séptima de esta segunda parte del ciclo, y que impartiré Dios Mediante el día 5 de mayo de 2020, hablaré sobre la Orden de Montesa.

Espero que esta conferencia haya sido de su interés, y les emplazo a todos a asistir a la siguiente, y hasta entonces, tengan, todos, una buena vida.

Bibliografía

Libros

– Centuria primera del real, y militar instituto de la ínclita religión de Nuestra Señora de la Merced. Redempcion de cautivos cristianos. Primera parte. Reverendo Padre Maestro Fray Manuel Mariano Rivera. Pablo Campins impresor. 1726

– Montesa Ilustrada. Frey Hipólito de Samper. 1669

– La Orden de Montesa y San Jorge de Alfama. Yolanda Gil, Ester Alba, Enric Guinot… 2019.

– La Orden de San Jorge de Alfama: Aproximación a su historia (Anejos del Anuario de Estudios Medievales). Regina Sáinz de la Maza Lasoli. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Institución MIlá y Fontanals. 1990.

– Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media. (Siglos XII – XIV). Marcial Pons Historia, y, Latorre Literaria. Carlos de Ayala Martínez. 2007.

Webs

– Wikipedia

– Enciclopedia.us.es

– Heraldaria.com

Otros

– Castillo de San Jorge de Alfama y hospital de peregrinos. Federico Pastor y Luis. 1907.

– Jerónimo Zurita. Revista de historia. Institución Fernando «el Católico». Número 88. 2013.

– Las ciudades medievales aragonesas. María Isabel Falcón Pérez. Universidad de Zaragoza.

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