Te fuiste en una oleada
que depositó tu nombre
en la huidiza
marea de los tiempos.
Los años pulieron las rocas
y el agua siguió su rumbo
mas en los embates sombríos
de noches oscuras
el olvido golpeaba
inútil martirio
tañendo tu nombre
en simples, fugaces sonidos.
Pasó la vida
como agua serena de río
rumbo al desierto
de horas perdidas.
Pero cada vez
que un charco pequeño
nacía repentino,
alguna señal se copiaba inmutable
y moría sin sentido.
Mas un día la espuma
arrimó sus besos
y apareciste repentino,
como si no te hubieras ido.
Y cayeron las gotas
insaciables, justicieras
llenando el cántaro vacío
que había añorado
hasta el ignoto día,
nuestro amoroso destino.
Y tembló la rama en el río
cesó de gemir el mar bravío:
allí estabas tú,
cegado lince bravío
y aquí yo, embebida de rocío
tendida a tus pies
como tú a los míos:
tus manos pálidas
azucenas de estío
rozaron mi alma , paloma
de cicatrices y olvidos.
Entonces, uno en el otro
nos fuimos
calladas magnolias abiertas
que exhalan ineludible destino.
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