jueves, mayo 2, 2024

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ÉDITH PIAF, 60 AÑOS DE UN MITO

Su voz era el alma de París. Así fue como lo describió su amiga Marlene Dietrich cuando le preguntaban que se sentía al oír cantar a Édith Piaf de quien hoy hace 60 años de su muerte, pero solo en cuerpo, su alma vive eternamente en cada rincón de París y de Francia.

«Creo que hay que pagar con lágrimas una auténtica felicidad»

Eso dijo Édith, en resumen, su vida en una sola frase. Nació el 19 de diciembre de 1915 bajo la luz de la farola del 72 de la Rue de Belleville, dado que su madre no tuvo tiempo de llegar al hospital, además estaba borracha y drogada cuando se puso de parto y un policía que hacía la ronda la ayudó y envolvió en su capa de noche a aquella frágil niña, que pese a ser frágil, demostró tener una voz que se convirtió en su fortaleza y razón de existir.

Fue la única hija de Louis Gassion (1881-1944) acróbata de circo y Anetta Maillard (1895-1945) quien era de orígen italiano-bereber y cantante de cafés. Como su padre estaba combatiendo en el frente Édith quedó bajo el cuidado de su madre, quien a su vez la dejó al cuidado de su madre Aisha, la cual le daba vino en el biberón para así, según ella, hacerla fuerte contra las enfermedades. Cuando en 1919 Louis regresó y vio el estado lamentable de su hija se la llevó a casa de su madre, en Normandía, la cual dirigía un burdel. Édith creció entre las prostitutas de la casa quienes le dieron todo su amor y cariño.

Durante meses estuvo ciega por una queratitis, pero su abuela la llevó a la tumba de Santa Teresa de Lisieux para que le devolviera la vista, y por obra de un milagro Édith volvió a ver. A partir de 1922-1930 acompañó a su padre con el circo ambulante en el que actuaba como acróbata, hasta que con 15 años Edith se separó de él y empezó a cantar en las calles y bares de París junto a su media hermana, Simone.

Con 16 años tuvo una hija, Marcelle, pero la pequeña murió a los 2 años de una meningitis y Édith era tan pobre que tuvo que recurrir a la prostitución para poder darle un entierro digno a su niña. En 1935 el empresario Louis Leplée la descubrió cantando, y viendo el talento que tenía la contrató para cantar en su cabaret. Así pues la Niña Piaf, como se la conoció al principio, saltó al escenario y en 1936 vendió su primer disco, pero la carrera de Édith se truncó cuando unos mafiosos, antiguos jefes suyos, asesinaron a Leplée en venganza y durante algún tiempo los escenarios le cerraron las puertas. Por suerte, el empresario Raymond Assó la rescató y la ayudó a perfeccionar su voz y tono y en 1937 cantó en el ABC, el principal palacio de música de París, recibiendo una ola de aplausos que siguió incluso cuando ella abandonó el escenario. La Niña Piaf había muerto y había nacido Édith Piaf.

La fama de Édith creció como la espuma y no solamente en la música, también actuó en películas y obras de teatro hasta que en 1940 Francia fue invadida por los alemanes y Édith, a pesar de la ocupación y el miedo, decidió colaborar con la Resistencia. Preparó varias giras por Alemania para visitar los campos de prisioneros franceses y darles ánimos, pero a su vez conseguía información que luego la Resistencia usaba para fabricar documentación falsa y cuando Édith volvía a los campos en una nueva gira conseguía colar en latas de comida pasaportes y documentación falsa para ayudar a escapar a los prisioneros. En total y hasta la liberación de Francia en 1944 Édith logró ayudar a escapar a 118 prisioneros.

En 1947 abandonó Europa y se embarcó rumbo a Nueva York donde su fama aumentó, pero la felicidad le llegó en 1948 cuando conoció al boxeador Marcel Cerdan (1916-1949) quien fue el gran amor de su vida, a pesar de estar casado y con hijos. Fue la época más feliz de Édith, quien compuso y cantó la Vie en Rose en honor de Marcel. Si el destino hubiera sido clemente quizás habrían sido felices, pero Marcel murió en 1949 al estrellarse el avión en el que viajaba para encontrarse con ella. Aquella misma noche Édith cantó Hymne a l´Amour en su memoria, y al acabar y sin poder aguantar más el dolor se desplomó en el escenario. A partir de ahí cayó en las garras del alcohol y las drogas.

En 1952 se casó con el cantante y actor Jacques Pills de quien se divorció cuatro años después, en aquella época además sufrió un accidente de coche que la dejó con dolores crónicos, los cuales combatía inyectándose morfina a la que se acabó volviendo adicta, llegando a ponerse hasta 10 inyecciones al día.

Durante todo 1959-1960 estuvo alejada de los escenarios por problemas de salud y dos operaciones, solo tenía 44 años y parecía una anciana, hasta el punto de que cuando regresó al escenario tenían que llevarla en brazos y sostenerla, pues apenas se podía mantener en pie por ella misma. Su voz era lo único que no se había deteriorado.

En 1961 cantó Non Je ne regrette Rien, mi favorita, salvando al teatro Olympia de la ruina. Al año siguiente se casó con Théo Sarapo, quien era 20 años más joven que ella. Cansada de la vida y preparándose para el final, le habían diagnosticado esclerosis múltiple, se retiró a su casa de Plascassier, cerca de la Costa Azul, donde el aire y el sol le devolvieron algo de salud. Édith pasó sus últimos días escuchando sus discos que le recordaban tiempos mejores y leyendo sobre la historia de Francia, ya no tenía miedo. Como ella misma dijo:

El día antes de que yo muera, estaré pensando en una canción. Si puedo elegir, prefiero colapsar en un escenario mientras estoy cantando y nunca volver a levantarme

Édith murió la noche del 10-11 de octubre de 1963, tenía casi 48 años. Cuando se supo la noticia todo París colapsó, todos querían despedir al alma de la canción francesa cuando su cuerpo fue llevado de vuelta a la capital al día siguiente. El día 14 tuvo lugar su entierro en el cementerio del Père Lachaise, al que acudieron 100.000 personas. Édith fue enterrada junto a su padre y su hija y en 1970 cuando su marido murió en un accidente de coche fue enterrado con ella. Hasta el día de hoy la tumba de Édith Piaf sigue recibiendo flores de todos sus admiradores, tanto de los que viven en Francia como de los que la visitan, pues alcanzó la fama y la inmortalidad mundial.

Siempre la recordaremos con su vestido negro, su cuerpo frágil y diminuto pues medía 1,47 y con su cruz colgando del cuello, mientras amaba al cantar y a la vez que luchaba por ser amada. Esa fue toda su vida, una constante lucha por sobrevivir, cantar y amar.

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