viernes, octubre 4, 2024

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El desplome económico global del coronavirus

La pandemia del coronavirus tiene al mundo aprisionado entre el abatimiento y el espanto. Tal es así, que los mercados de capitales internacionales fluctúan ante la inseguridad de no reducirse la propagación a nivel global y que se produzca una significativa ralentización del crecimiento económico mundial.

A ello habría que añadir, que un equipo de científicos del Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Estados Unidos, afirma haber identificado una nueva cepa del virus que se ha convertido en la dominante del planeta, mucho más infecciosa que las versiones iniciales y que por doquier se transmitieron velozmente. 

Con lo cual, podría referirme al crac del 2020, algo comparable en similitud a lo acontecido en el año 1929, en paralelo a 1987 y de suponer, muchísimo peor, al que todavía ronda en las mentes y corazones del 2009. Esta reseña lo dice todo: sólo en las tres últimas semanas, las bolsas han perdido más que por aquellas fechas.

En términos habituales de producción, puede indicarse que España ha entrado en recesión en el primer trimestre y prácticamente es notorio el agravamiento en el segundo, ya que una parte importante del estado está confinado a pesar de los primeros coletazos de la desescalada, como del mismo modo, está en paro.

Hoy por hoy, la caída es equivalente a la registrada en la Gran Recesión. Entre los años 2008 y 2012, respectivamente, cuando el Producto Interior Bruto, PIB, español descendió un 9,2% y se dilapidaron casi tres millones de empleos. Algo fácil de decir y difícil de asimilar.

Pero, el contraste subyace que, por aquel entonces, los efectos desencadenantes de la inestabilidad se promediaron en un lustro. Esto representa que los españoles dejaremos atrás este vértigo siendo un 10% más pobres, entendiendo que en esta ocasión el impacto se aglutinará en dos trimestres. 

Los pronósticos muestran que en junio se reducirá el primer enjambre del coronavirus. Si la actividad se restablece, seguramente se multiplicará un arrebato de consumo. Es lo que se conoce como el resultado del ‘corcho de la botella de champán’. Luego, podríamos interpelarnos: objetivamente, ¿se precipita la economía española a su mayor desmoronamiento desde la Guerra Civil?

El ‘Goldman Sachs’, uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande, considera que España dejará de crecer el 1,8% presagiado y el PIB se desplomará el 1,3%. Considerando, que en el año 2021 la economía rebotará y crecerá un 4,3%. 

De hecho, son muchas las voces que coinciden en afirmar que nos encontramos ante la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, con la diferencia que esta es circunstancial. Porque, hace doce años, tanto las empresas como los bancos, habían quebrado y ahora el sistema productivo está saneado. 

La clave pasa por descifrar que nos topamos con una economía de guerra. El coronavirus no entiende de fronteras y nos arrasaría si acaba expandiéndose por el Hemisferio Sur. Es imprescindible la acción conjugada de los bancos centrales y las principales economías, como sucedió después del conflicto bélico. Algo así, como una especie de ‘Plan Marshall’, oficialmente llamado European Recovery Program. Queda claro, que a la catástrofe sanitaria le sigue una crisis económica implacable. 

El Fondo Monetario Internacional, abreviado, FMI, no ha sido menos en pronunciarse, levantado acta provisional del derrumbe en la actividad económica integral: la sociedad cosmopolita habrá de digerir en 2020 una contracción pronunciada en el ritmo de crecida superior al 3%. 

Sin lugar a dudas, en las economías avanzadas será donde la disminución o pérdida generalizada se advertirán más acentuadas y dentro de estas, la eurozona, con España e Italia a la cabeza, como los países más castigados y con contracciones que pasarán a la historia en las observaciones estadísticas del 8% y 9%.

Bien es cierto, que me refiero a cifras circunstanciales con suposiciones dominadas por un elevado grado de desconfianza, coligada a indagaciones inconclusas acerca de la evolución de la pandemia, como de su transmisión y posibles rebrotes epidemiológicos. A partir de aquí, la normativización de las actividades económicas estribarán del compás y acoplamiento en las medidas de estímulo económico que acuerden los Gobiernos nacionales y las Instituciones multilaterales.

La inversión en sanidad es fundamental para descomponer a la epidemia, pero, igualmente, para restablecer el desgaste de las dotaciones que no hace mucho se materializaron en aquellos territorios, consagrándolas en aras de una austeridad más entendida. 

En esta tesitura, el FMI propone la ampliación de los estímulos fiscales, si las dificultades recesivas permanecen y que los bancos centrales conserven sus particulares políticas monetarias.

Cabría conjeturar, que la hipotética recuperación prevista para 2021 asumida por la Organización Financiera Internacional, no está asegurada. Porque, pende en que la enfermedad quede definitivamente contrarrestada en la segunda mitad del año y, consiguientemente, se levanten las limitaciones operativas y el movimiento de las personas que restringen su capacidad de producción y demanda y, concluyentemente, del empleo y de la generación de rentas.

Tal vez, el Fondo está confiado en sus predicciones, asumiendo que las turbulencias en la producción de las economías están centralizadas en el trimestre ya referido, con la indudable anomalía de China. 

Si bien, se baraja la posibilidad, que cuando la expansión del virus en las economías avanzadas quede poco más o menos, anulado, la regulación del engranaje económico sea inconstante entre las zonas. 

Ciñéndome en el tratamiento de la información del Banco de España, recogido en el Artículo Analítico del Boletín Económico 2-2020 y que lleva por título “Escenarios macroeconómicos de referencia para la economía española tras el COVID-19”, la economía española aun asumiendo una contracción sin precedentes, sorteará con holgura la que se ocasionó en tiempos de la crisis financiera.

Previamente, dicho texto expone literalmente en su resumen: “Aunque la acción decidida de las distintas autoridades nacionales y supranacionales, contribuirá a paliar esos efectos, su magnitud sigue siendo, por el momento, muy incierta”.

El Banco de España presume que la actividad se aplanó un 4,7% trimestral, únicamente entre los meses de enero y marzo. En la totalidad del año augura que caerá entre un 6,6% y el 8,7%, en el caso que el confinamiento se prolongue y en el grado que prosiga la tormenta a la finalización del Estado de Alarma.

En la realidad más contradictoria, este organismo pronostica un naufragio de la renta nacional del 13,6% y denota el ensanchamiento de la crisis sanitaria; obviamente, se enrarece la salida de restricciones. 

De la misma forma, opina que la recuperación para el próximo ejercicio será manifiesto, pero, no absoluto, desechando la forma de ‘V’ que nos proporcionaría rescatar la riqueza malograda en la última etapa de 2021. Análogamente, los despidos se dispararán hasta el 18,3% y el 21,7%, sin contabilizar a los trabajadores afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo. Además, el déficit público podría situarse en el 7% y 11% del PIB; al igual, que la deuda se colocaría en el 110% y 122%. Las cifras contienen las medidas decretadas por el Ejecutivo Central y distinguen la acentuación del gasto público que atribuiría la renta mínima. 

Por lo tanto, estamos hablando de las previsiones en el avance o retroceso del desempleo, deuda y déficit público. En síntesis, una valoración macroeconómica más pesimista, en comparación con la efectuada por el FMI, ante el desmoronamiento del sector de servicios que se añade al desplome pujante contabilizado en la actividad manufacturera.

En atención a la Organización Mundial del Comercio, por sus siglas en inglés, WTO, el comercio global se descalabra: la economía se detiene y decae como uno de los mayores motores de refuerzo en el PIB mundial.

A groso modo, el comercio universal son los vasos comunicantes por el que circula sin frenos el malestar financiero. Es así de sencillo, como podría abreviarse el golpe de efecto percibido de un miembro a otro. La parálisis que vive la economía y el confinamiento recalcitrante para recortar la inoculación de la pandemia, adquiere divergencias en todas las esferas.

En el horizonte se atisban las economías más exportadoras que se proyectan para lo más catastrófico: desde Alemania o México hasta alcanzar China, todas sin excepción, zarandeadas fuertemente por una inmovilización de la actividad comercial que sobrecarga la enorme cuantía de bienes y mercancías. 

La WTO, de acuerdo con el barómetro del organismo que computa el dinamismo comercial, rotula unos indicadores deprimentes. En ellos se contrastan las tendencias del tiempo real y examina los puntos de modulación en el desarrollo del comercio. En este sentido, pretende concluir los registros marchantes y las sospechas de la Organización Mundial del Comercio y otras organizaciones.

Tómese como ejemplo, un índice acomodado en los 100 puntos evidencia una progresión en consonancia con los intereses a medio plazo, no superior a 100 que justificaría un crecimiento mayor a la tendencia, mientras que, por ende, uno menor a 100 puntos, revela lo inverso.

Como refleja la muestra, el comercio sostendrá una bajada más marcada de lo deseable. Es incuestionable, que difícilmente podríamos decir que esto no sea lo presumido, porque estamos refiriéndonos a la interrupción económica de más calado de la historia reciente. Según aclara el último dato proporcionado por el Banco Mundial, constituye cerca del 60% del PIB.

Todo ello, teniendo en cuenta que se han implementado diversos dispositivos para avalar la sostenibilidad de las empresas y remediar las quiebras en serie, no por ello será menos impetuoso el encontronazo en el volumen de negocios y beneficios. El regreso a la normalidad, irremediablemente, requerirá de unos períodos establecidos.

En esta catarsis, a estas alturas las valoraciones de acciones pueden parecer atrayentes, pero, no serán capaces de sustentar un acrecentamiento sostenido, dadas las minúsculas posibilidades de actividad; si perdura la viabilidad de otro declive pronunciado, estará condicionado por las reglas de juego de los Estados y bancos centrales. 

En cambio, los recelos por la percusión microeconómica pueden ser un serio impedimento para una efectiva recuperación. 

Es aceptable que los mercados persistan en su volatilidad, pero más errantes en la trayectoria, sin una directriz notoria, antes de que se resuelvan las fluctuaciones. En este entorno, la movilidad será la llave en el rendimiento.

Los bancos centrales han inducido más liquidez en el sistema, siendo el banco central de los Estados Unidos, la Reserva Federal, abreviado, FED, el más agresivo. Con tipos negativos o muy próximos a cero en la mayoría de los países del Grupo de los Diez o G10, las compras de activos a gran escala y las condiciones de financiación se convierten en los instrumentos utilizables de los banqueros centrales. De lo que se desprende, que los bancos centrales han sido considerablemente eficaces para aportar liquidez y financiación en el universo de la inversión. 

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Es evidente, que los desequilibrios del COVID-19 seguirán adelante más de lo que los inversores temen y que el perjuicio monetario, será hondo y latentemente largo. Ante esto, la visión más acertada es centralizar el capital en empresas con balances y perfiles de financiación más consistentes y con solvencia, al objeto de asegurar los rendimientos de capital mejor que sus competidores.

La conmoción económica será extremadamente impetuosa, porque, a la par, fusiona la sacudida de la placa tectónica de la demanda y la placa tectónica de la oferta. No obstante, es práctico que esto esté acaeciendo en una economía precipitada y, por lo tanto, más capaz de oponer resistencia a los envites.

A priori, atendiendo a la envergadura de la colisión y a su extensión estacional, el quid reside en las medidas alcanzadas por las administraciones para apuntalar las acciones y, sobre todo, el resquicio pertinente de los activos económicos. 

Y es que, mirando el entresijo del año 2009, en nuestros días, los gobiernos demuestran más suficiencia a la hora de desenvolverse, ante una réplica con medidas que se cristalizan antes que se genere la sensación dañina en la economía. El reto será doble: primero, ayudar a las empresas y hogares en el transcurso de la debacle y, segundo, afianzar el resarcimiento más resuelto de la economía.

Para los bancos centrales, se ajustaría en sanear la liquidez de los mercados financieros y eludir los vaivenes de financiación a las empresas para que no se extenúen, afianzando la liquidez de los bancos. Por el contrario, para los gobiernos, el paso preliminar gravita en subsanar la pérdida de ingresos de los hogares y las empresas, hasta garantizarlos con préstamos. 

A muy corto plazo, la prioridad es soslayar las grietas que pudiesen abrirse con préstamos puente. La facultad de llevarlo a término para las empresas perjudicadas y en apenas poco tiempo, prosigue siendo dudoso.

En consecuencia, cada jornada que transita simboliza una menos para este contexto indeterminado, lo que nos asiste para fraguar algunas perspectivas, a pesar de intuir que quedan bastantes perplejidades a la vista: Por eso, ¡mantenerse imparcial!, no es una obviedad en los mercados de renta variable. 

Es innegable, que se está mercantilizando en cotas insospechadas con beneficios de políticas monetarias y económicas generosas, pero, aún es excesivamente pronto para ponderar en los resultados. 

Puede que el rastro del coronavirus se interprete como el cataclismo más acelerado de la actividad económica de Estados Unidos. Los números económicos de marzo, abril y mayo desenmascaran un desastre como ningún otro. Perceptiblemente, el paro en América ofrece todos los riesgos habidos y por haber de dispararse y ensombrecer el punto culminante de la crisis financiera.

Los antecedentes concernientes a las peticiones de subsidios de desempleo iniciales, confirman las muchas anomalías que están por irrumpir. A ciencia cierta, con los estímulos fiscales y pagos de transferencias gubernamentales en funcionamiento, las rentas familiares se arruinarán y es presumible que el consumo sucumba estrepitosamente.

Con estos mimbres que no son pocos, los créditos fiscales, la disponibilidad de financiación rebajada y la prórroga de otros gastos empresariales, las pequeñas y medianas empresas se verán seriamente azotadas.

Con anterioridad, ya se sabía que la economía retornaba de una desaceleración económica transitoria que liquidaba cualquier senda viable en el comercio. Con la situación referencial de partida, el brusco descendimiento en el volumen de mercancías que soporta el comercio, pondrá a un sinfín de estados contra las cuerdas, e incluso, algunos, que, eventualmente, todavía no están agitados por el brote vírico.

El coronavirus no es el único que está comprometiendo a las regiones periféricas, sino el menoscabo de las economías exportadoras e importadoras, en una economía globalizada e interdependiente, valga la redundancia, se ha transformado en un enemigo asimétrico que lastra aquellas economías que, por la estructura que ostentan, son más dependientes del comercio exterior que otras.

Recuérdese al respecto, la praxis de Alemania, donde su economía con un 40% del PIB sujeto a las exportaciones, se atina impresionado ante esta coyuntura. Idénticamente acontece con el gigante asiático, China, otra economía exportadora.

Hasta que, poco a poco, el comercio restaure los niveles previos al desbordamiento del COVID-19, con eminencias anteriores a la desaceleración económica, irremisiblemente, se recrudecerá esa gran dependencia a un fenómeno entumecido por una tasa de crecimiento menor. 

Si mirásemos la comparativa del teatro de operaciones de 2008, hay un matiz que merece la pena subrayar: la premura e intensidad en la respuesta por parte de los bancos centrales y gobiernos de 2020. 

Los ingentes volúmenes de ayuda aclaran el optimismo de los mercados, pero faltaría por vislumbrar si éste podría persistir. A día de hoy, el Viejo Continente ha desdoblado medidas sanitarias decisivas, en el polo opuesto, el acento estadounidense continúa siendo improcedente, al saltarse las reglas y retractarse como el epicentro de la pandemia.

Publicado en el ‘Diario de Información Autonómica el Faro de Ceuta’

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