sábado, octubre 12, 2024

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Erdogán, el principio del fin

No cabe la menor duda que Recep Tayyip Erdogán es una de las grandes figuras políticas de su tiempo; desde la alcaldía de Estambul escaló por la estructura política de un país teóricamente laico desde que Mustafá Kemal Ataturk lo construyera a principios del siglo XX. Consiguió lo que parecía más difícil, desactivar al Ejército turco, guardián de las esencias laicas de la república turca con la fuerza de un partido religioso; su partido, el Partido del bienestar, al que lavaría la cara para evitar la confrontación con la ley y con el que, con el nuevo nombre, Partido de la Justicia y Desarrollo se apoderaría de todos los resortes del poder, con nueva Constitución incluida, hasta convertirse en el nuevo sultán de la Puerta dorada, al menos eso es lo que parece que él ha creído.

Tanto poder, la historia nos lo ha mostrado muchas veces, acaba por emborrachar, y esto parece que es lo que le ha ocurrido al señor Erdogán que en los últimos tiempos ha ido derivando cada vez más hacia posiciones legalmente incuestionables pero que le han llevado a perder legitimidad de forma acelerada, y la pérdida de Estambul y Ankara en las últimas elecciones municipales es solo la muestra de lo que puede depararle el futuro.

En los últimos tiempos el presidente turco parece haber iniciado una huida hacia adelante. Su apuesta por convertir a su país en potencia regional ya se percibió cuando con ocasión de la segunda Guerra de Iraq negó acceso a las Fuerzas USA; su chantaje político a Europa al inicio de la Guerra en Siria y la crisis de refugiados fue una forma lucrativa de cobrarle a Europa su rechazo al ingreso. En los últimos tiempos ha seguido apostando con compras de misiles rusos y acuerdos con Libia sobre aguas territoriales que solo parecen conducir a ulteriores tensiones con sus aliados atlantistas.

La entrada en territorio sirio hace unos meses http://repdiv.blogspot.com/2019/10/yanqui-go-home.html ha sido su apuesta más fuerte y directa; parecía que, inicialmente, los perdedores serían los kurdos, y los sirios de El Assad tendrían que aceptar la situación mientras los rusos certificaban la situación y los yanquis de Trump plegaban velas abandonando a sus protegidos kurdos. Pero las cosas de la geopolítica casi nunca salen como los aprendices de brujo pretenden. Esta vez tampoco.

La pasada semana, tras algunas escaramuzas previas que pagaron algunos jóvenes soldados turcos, un ataque aéreo ha elevado la cifra de muertos a 36 y muchos más heridos. En estos casos el apostador suele doblar la apuesta y Erdogán no parece ser diferente.

Autobuses, taxis, coches de alquiler, todo medio de transporte parece ser útil para el nuevo envite del presidente turco. Se trata de conseguir el apoyo de la Unión Europea con la amenaza de un millón de refugiados sirios llegando a las playas de las islas griegas próximas a la costa de Asia Menor; una crisis que ya puso a temblar a Europa hace cinco años. Entonces la situación era sobrevenida, ahora es provocada por las ambiciones del sultán turco que atrapado en esa apuesta demasiado arriesgada y unilateral que ha hecho en Siria llama a las puertas de la OTAN apelando al artículo 5, algo descartable dadas las circunstancias.

En plena crisis sanitaria de carácter global llegan nuevos problemas para Europa. Grecia recibirá en primer lugar el efecto de la nueva avalancha, pero serán las estructuras de la Unión las que otra vez serán puestas a prueba y yo espero que sean lo suficientemente fuertes y salgan adelante sin problemas, pero también deseo que esta última jugada sea el principio del fin para un Erdogán que, amparado en un desarmado sistema democrático, se ha convertido en un dictador más.

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