Precisamente la misma semana en que se me presenta en este periódico digital como colaboradora, es donde, por él, me entero de la decisión de nuestro Rey Emérito Don Juan Carlos I de marchar fuera de España, ahora, en los últimos años de su vida, para no perjudicar ni obscurecer el reinado de nuestro actual rey Don Felipe VI, hombre ejemplar que ha dejado patente que su deber está por encima de sus sentimientos familiares.
La decisión de nuestro Rey Emérito ha sido tal cual él ha manifestado, ha sido meditada con toda libertad, así lo ha decidido porque ve que ayuda, primero, a la Institución Monárquica y luego, como padre, a su hijo.
Ya que se está opinando socialmente con uno u otro criterio, lo que no se puede tergiversar son sus palabras bien claras “echando las campanas al vuelo”, afirmando que ha huido.
Yo, tras leer en este periódico la nota oficial de la Junta Directiva de la Hermandad Nacional Monárquica de España, no tengo más que aceptar mi opinión de que estoy en esa onda, respetando la libre opinión de quienes no estén de acuerdo.
Bueno, como mi línea de expresión, ya comprobaron en mi primer artículo, es testimonial, son pasajes de mi vida, que tienen que ver con sucesos monárquicos. Así voy a seguir, compartiendo con muchos de ustedes cualquier suceso que me haya impactado al respecto.
Por ello hago memoria y les digo cómo fue mi 23 F y cuáles fueron mis sentimientos aquella noche.
Tal día tenía que asistir a una reunión religiosa multitudinaria en Alicante, y por aquel entonces yo no vivía allí.
Aun conociendo los rumores del principio de Golpe de Estado, conociendo, repito, los preámbulos, que ya no eran tales, que ya apuntaban real edad, me aventuré a asistir a esta reunión.
Al salir, nos encontramos con la policía que nos iba dispersando, pidiendo el DNI, si no se podían identificar estaban detenidos en el acto.
Yo sabía que esa noche dormía en el calabozo, porque estaba indocumentada, esquivándome como podía, me vio un policía, suegro de un compañero de clase, se acercó a mí y me dijo:
“Ven, ven conmigo deprisa, que te llevo a casa, corres mucho peligro, tenemos una noche larga e incierta”; creo que simuló una detención.
Bien, ya pueden imaginarse al llegar a casa la alegría que supuso para toda la familia estar juntos.
Y a medianoche, el Rey Emérito Don Juan I, nos dirigió la palabra a todos los españoles, a todos, abortando lo que iba a ser otra vez una España dividida, una España enfrentada.
Lo recordaré toda mi vida y admiraré a don Juan Carlos por haberse puesto al lado de la democracia.
Nos salvó de una guerra civil.
Y los que ahora desean acosarlo y derribarlo han de saber que don Juan Carlos también tiene derecho a la presunción de inocencia.
Quienes se rasgan las vestiduras acusando antes de ser juzgado, vienen a colación muy bien estas palabras: “Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra” y que “No se puede hacer leña del árbol caído” “Hazme ciento, niégame una, y no me has hecho ninguna”.
El refranero nos viene “a pies juntillas” pues es la sabiduría popular del pueblo.
Recuerdo aquellos años tan ilusionantes de la Transición, al estrenar todos los españoles una vida democrática, gracias a Don Juan Carlos I y sus colaboradores, que fueron muchos y de ideas diferentes.
El consenso hasta dar con nuestra Constitución, nuestra “Carta Magna” marcó un hito, fue encomiable, ella nos protege y nos ampara de desmanes.
En las palabras de la nota oficial de la Junta Directiva de la Hermandad Nacional Monárquica de España, está todo dicho y sé que otros colaboradores con la pluma más docta que la mía defenderán con más objetividad lo que pensamos.
Mi deseo es que la Monarquía Parlamentaria siga su cometido con nuestros Reyes D. Felipe y Dña. Letizia, junto a sus hijas la Princesa de Asturias y la Infanta Doña Sofía.
Este es mi sentir