Son muchas las reacciones que ha habido a favor de este neologismo, que apoyo personalmente, porque se basa en raíces de nuestros antepasados (griegos y romanos); ha habido repercusión, entre otros lugares, en la revista digital Nuevo Impulso, dirigida por el pintor, escritor y conferenciante Ramón Palmeral. De hecho, ha cedido esta imagen que tan bien ilustra la situación de unos padres que se encuentran sin hijos.
Pues sí, yo he tenido que ver, personalmente, hace ya algunos años, cómo unos padres -además de amigos personales-, daban puñetazos a la tumba de su pequeño hijo de 7 años, que abandonaba este mundo, repitiendo sin cesar: “lo normal es que los hijos entierren a sus padres, no al revés”. Esa imagen se me quedó grabada en el corazón y en la mente y no puedo pensar mucho tiempo seguido en ello sin que se me salten las lágrimas… Si a mí me pasa eso, ¡qué será a sus padres!, quienes no terminan de levantar cabeza, a pesar de que cuando nació el pequeño, la madre -médico-, me dijo que no había solución, que tarde o temprano su hijo fallecería, por problemas en el corazón… y así fue, no aguantó el trasplante, pero siempre se conserva la esperanza.
Muchas gracias, Ramón, por tu apoyo, y tantos otros que me han comunicado que, a partir de ahora, van a utilizar el vocablo para contribuir a expresar una situación angustiosa, pero que con una sola voz califica perfectamente la situación en la que se pueden llegar a encontrar tantos y tantos padres.
