Sobre un velo de luceros,
brilla una preciosa cara.
Una cara tan divina
que alumbra con luz diáfana.
Ella sonríe a un mocito
que entre bellas flores pasa,
y entre esmeraldas camina
en limpio caudal de lata.
Sereno el mozo, contempla
la luz que dona esa cara...,
que penetra en su corriente
de sus ondas escarlatas.
Y le declara : "Esta noche
negra, hasta la madrugada...,
es rosicler de alegría
al contemplar tu mirada.
¡Quiero siempre verte ahí...!
¡Yo no quiero que te vayas...!
¡Quiero que des tu sonrisa
a mis augas nacaradas!"
Así, la luna y el río
las noches en vela pasan,
con sentimientos de amores
de sus cuerpos y sus almas.
Aí, la luna y el río
en todas las noches claras,
se confiesan sus secretos
desde el crepúsculo al alba.
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