Oh, rosa que tiemblas sobre el seco madero mientras la brisa te mueve en la armonía insondable de lo desconocido. Oh, rosa que hueles albores ocultos, sueñas en los párpados de la noche profunda y luego despiertas arrojada en el madero. Antes que el aire queme tu tersura roja y el sol arda en la fuerte llama de tu mudable encanto, deja que la aguda espina ayer herida hoy espada, proteja el triste sino. Y si no lo fuere, déjame darte a quien se deshoja en el alma, contigo.
