Oh, rosa que tiemblas
sobre el seco madero
mientras la brisa te mueve
en la armonía insondable
de lo desconocido.
Oh, rosa que hueles
albores ocultos,
sueñas en los párpados
de la noche profunda
y luego despiertas
arrojada en el madero.
Antes que el aire queme
tu tersura roja
y el sol arda
en la fuerte llama
de tu mudable encanto,
deja que la aguda espina
ayer herida
hoy espada,
proteja el triste sino.
Y si no lo fuere,
déjame darte
a quien se deshoja
en el alma, contigo.
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