Brilla la potente luz que nace de su interior, lleno de vitalidad; la huella a su alrededor se extiende más, mucho más, y deja con emoción este regalo de vida, repetido por amor cada vez que nace un niño; día, año o estación, hora, minuto o segundo, todos sin distinción, recuerdan ese Ser que empeñó su corazón al querer darnos vida. Y por eso ahora yo agradecerlo quisiera a mi Dios, con gran fervor.
