En estos últimos tiempos he podido llegar a la conclusión de que en lo nuevo no se encuentra ni lo mejor ni lo inesperado ni tampoco lo más avanzado, sino que es a la inversa, en lo antiguo. Las lenguas ignorantes de ahora exigen la destrucción, la marginación y el rechazo a los autores clásicos, los clásicos a quienes debemos todo, porque no existiría el hombre libre en pensamiento y palabra si no fuera por los griegos, los romanos y los padres del Renacimiento.
El hombre cayó en la oscuridad cuando cayó Roma en el 476 d.C y solo a partir de 1453 con el exilio de sabios bizantinos a Italia y a los focos del poder en esos tiempos como Roma, Florencia, Venecia o Milán el hombre, junto a Dios, se encontró de nuevo en el centro del universo y se redescubrió a sí mismo.
Yo he podido encontrar en Dante una reflexión de lo que es el alma humana y ese viaje interior que acaba realizando, encontrándose con escollos por el camino o malas direcciones que tratan de echarla a perder, pudiendo vencer la moral al final. En Marco Aurelio lo que es el pensamiento de cada acción que llevamos a cabo y las consecuencias que conlleva cada una, en lo bueno y en lo malo a través de la meditación. En Séneca el camino que un buen político o César debe seguir si quiere que su reinado sea feliz para todos, evitando los excesos para caer en la tiranía como Nerón.
En Petrarca podemos encontrar el perfecto método para cortejar y conquistar el corazón de nuestra media naranja, a su vez que con el uso del saber del mundo clásico podemos alcanzar respeto y admiración y comprender que lo original es lo que nos define como seres humanos en pensamiento y acciones.
Y si saltamos a Oriente, como en Irán, Hafiz y Omar Jayam en su obra El Diván y Rubaiyat os mostrarán que aquello que los radicales prohíben es lo que en realidad ayuda a estar más cerca de Alá, como un buen vino y un buen amor y un buen pensamiento de profundis, auténtico Carpe Diem.
De modo que a los jóvenes de ahora les animo a que dejen sus tablets y móviles para ser libres, en pensamiento, palabra y acción, no sean autómatas ni esclavos de las redes. La educación es base de toda buena sociedad, pero una educación autodidacta es mejor que aquella que supervisa el estado, porque las correcciones o revisiones históricas, literarias o científicas como pasa en España desde hace un tiempo, no son más que cadenas para robar la palabra del hombre libre.
Rechazar todo ello es esencial, una biblioteca aportará más que una tablet y un Homero te enseñará más que un maestro que adoctrina, pero que no enseña.
Autores recomendados.
HOMERO: ILÍADA Y ODISEA
MARCO AURELIO: MEDITACIONES SÉNECA: TRATADOS MORALES
DANTE: MONARQUÍA Y DIVINA COMEDIA PETRARCA: CANCIONERO
HAFIZ: EL DIVÁN
OMAR JAYAM: RUBAIYAT
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