sábado, 9 noviembre, 2024

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La nueva voz de Leonor

Son quizás los Premios Princesa de Asturias la mejor obra de comunicación institucional desarrollada en España en la actual etapa histórica que vivimos, y es, lógicamente, Asturias la principal beneficiada de la repercusión publicitaria que conlleva a nivel, en muchas ocasiones, mundial.

En estos últimos tiempos, los del covid, la buena gestión de la epidemia llevada a cabo en el Principado nos ha conseguido artículos y reportajes en medios de comunicación de todo el orbe pero, llegado octubre, y tras la entrega de premios a medio gas del pasado año, de nuevo el Teatro Campoamor ha sido, junto al hotel Reconquista, el escenario y marco tradicional del mayor evento anual de nuestra región.

A mí me gusta seguir los Premios por televisión ya que, como con el ciclismo y la mayoría de los acontecimientos deportivos, es mucho más cómodo, y si la realización televisiva es profesional puedes percibir detalles que de otro modo, ni siquiera para los invitados a la platea, se alcanzan a percibir.

Este año la atención de los medios y, por supuesto, los televidentes estaba en la Princesa de Asturias, Leonor, desaparecida por razones escolares de las noticias desde el temprano inicio del curso en Gales y sujeto de gran interés, lógicamente, para la mayor parte de la ciudadanía. Ella y su hermana, la Infanta Sofía, despiertan la curiosidad del personal en cuanto que la primera esta llamada a ocupar la jefatura del estado llegado el momento, y la segunda se desempeña como su leal y natural escudera. Ambas bajo el constante escrutinio de su madre, algo que, en esta fase adolescente, puede llegar a ser un flagelo.

Leonor llegó con nueva voz, no sólo con nuevo discurso, que también, puesto que sus dos parlamentos, en Oviedo y en el Puerto, me han sonado a afirmación personal de su estatus de adolescente dispuesta a comerse el mundo, en su caso como promesa de sucesión a la Corona, su proyección natural, nada menos. Pero también habló con su nueva voz, en pleno cambio del timbre aniñado al juvenil, y he de confesar que me ha parecido una voz rotunda y clara, algo que, para alguien destinado a pronunciar miles de discursos a lo largo de su trayectoria vital no es cosa de poca importancia.

Son dos cursos escolares los que desarrollará en Gales, y nos la devolverán más hecha, más formada y preparada para afrontar su paso por las Academias militares, algo que a algunos parecerá baladí e innecesario pero que forma parte de la tradición de la Corona española y que, en tiempos del inclusivismo radical feminista, haría su desaparición difícil de entender. 

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