sábado, 9 noviembre, 2024

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Presencia de España en América

España cuenta con muchos más enemigos que admiradores, porque su gloria es tan inmensa que provoca envidia, y su luz tan grande que enceguece a los detractores. Y lo más triste es que múltiples enemigos, haciendo por debajo lo que no se puede hacer de frente, manipulando datos, cifras y exageraciones desenfocadas, incluyendo algunas de españoles probablemente bien intencionados, crearon la famosa Leyenda Negra –más negra cuanto más perversa y viperina- y con ella tratan de desmentir el proyecto que impulsaron los Reyes Católicos y continuó la monarquía española por 400 años, nada menos que el proyecto civilizador, fundador y evangelizador más grande, importante y exitoso de la historia mundial.

Según dicha Leyenda, los españoles sólo vinieron a saquear el Nuevo Mundo, robar el oro y la plata, violar a las indias, matar a los hombres, esclavizar a los sobrevivientes e implantar un régimen de dominación colonial basado en la angustia y el terror. La opinión más extendida es la de que vinieron a robarse el oro. Pero se pueden entablar negociaciones: si se devuelven a España los gastos realizados en la construcción de todas las ciudades, universidades, iglesias, caminos, acueductos, hospitales, conventos, fortalezas, castillos, escuelas; si se reintegra una compensación por haber enseñado a los indios a leer y escribir, y por haber adelantado en 10.000 años el reloj de su historia, por haber erradicado el canibalismo y haber entronizado la civilización, la filosofía, la cultura, el arte… devuelvan todo eso a España y pasen la cuenta por el oro. Se debe poner todo en la balanza a ver cómo queda el saldo.

Se debe recordar además que en Hispanoamérica hay 350 millones de indios y descendientes de indios. Viven libremente en sus países, son empresarios, muchos tienen casas y negocios propios, hay millonarios entre ellos. Abundan los graduados universitarios, maestros, alcaldes, obreros calificados, funcionarios públicos, parlamentarios, incluso presidentes de países. ¿Cómo hubieran llegado a lo que son sin la colonización española?. En Estados Unidos y Canadá, en cambio, los descendientes de indios alcanzan unas 990,000 personas, no llegan a un millón. Perdieron sus territorios y cazaderos ancestrales. Viven en reservas, y viven callados. El gobierno les otorga generosas subvenciones para que no se quejen. En la Florida, a los sobrevivientes de las matanzas, verdaderos genocidios en el siglo XIX les otorgan licencias para tener grandes casinos de juegos y disfrutar de enormes fortunas. Buenas condiciones para tener la boca cerrada.

¿Quién no ha visto películas en las que los cowboys, buenos, matan miles de indios en un enfrentamiento de rifles contra flechas, o la famosa película del general Custer cuando sus tropas fueron destrozadas por los sioux en Little Big Horn? ¿Por qué fueron atacados por los sioux? Si se enjuicia a los españoles por supuestas matanzas en el siglo XVI, ¿por qué no a los ingleses que emborrachaban a los indios con el peor aguardiente para lanzarlos después a la muerte?

Parece que no fue tan mala la presencia de España en América.

Cristóbal Colón

Y ahora regreso a los hechos históricos. La hazaña del Gran Almirante, con el impulso decisivo y la dirección de la monarquía española, desembocó en un continente cuyos países y pueblos están unidos por el uso del idioma español, con habitantes mayoritariamente cristianos y católicos, que mantienen numerosos usos, costumbres, leyes, valores y tradiciones en gran medida heredados de España, y forman una cultura cuya base fundamental es la cultura española en todos los órdenes de la existencia, al tiempo que residen en las ciudades que fundaron los españoles y aún estudian en las universidades y centros de altos estudios que sus antepasados hispanos erigieron.

Todo se hizo en muy poco tiempo. No fue solamente el continente americano, porque sólo España le dijo a la humanidad cómo es el planeta en que vivimos, dibujó los mapas, enseñó los caminos, abrió las rutas del mar y de la tierra, unió los Océanos y además del continente americano, descubrió las islas del Pacífico. Es asombroso considerar que en apenas tres cuartos de siglo, los españoles dejaron para la posteridad el reconocimiento y exploración de las costas desde la Tierra de Fuego hasta el Canadá, que debe su nombre a que el capitán Esteban Gómez, cuando estaba explorando Terranova, escribió sobre el mapa indicando la inmensa extensión blanca de nieve y hielo que se extendía al oeste: ACÁ NADA, sin saber que estaba bautizando el inmenso país que es hoy Canadá; encontraron el estrecho de Magallanes que une el Atlántico con el Pacífico; completaron la circunnavegación del globo terráqueo gracias al Viaje Magnífico de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano; realizaron el descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa y construyeron los primeros astilleros en las costas de este océano; enviaron las primeras expediciones al Perú; documentaron los vientos y corrientes descubiertas por Andrés de Urdaneta para abrir desde Acapulco en México la ruta de Asia hasta las Filipinas; erigieron ciudades según el modelo europeo, vistieron a los indios; fundaron centenares de misiones y enviaron miles de abnegados frailes para convertir y civilizar a los naturales en el mayor empeño civilizador y cristianizador que recoge la historia del Mundo; crearon escuelas, iglesias, catedrales, audiencias, conventos, seminarios, universidades, caminos, puentes, acueductos, presas y carreteras; iniciaron la cultura del trabajo; implantaron la imprenta; acuñaron moneda propia; abrieron las primeras minas, aclimataron en el Nuevo Mundo la vid, el olivo, la naranja, el trigo, la cebada, la avena, la oveja, la vaca, el cerdo, el caballo y las aves de corral; trajeron las formas de conservación de las carnes y los cereales, y aportaron a Europa del pavo, la piña, el tabaco, la quinina, el cacao y la papa; implantaron la escritura, la literatura y el español como lengua universal del continente; escribieron los primeros libros y las primeras obras de teatro, dieron a conocer la rueda, las embarcaciones de vela, las aleaciones de metales; las fortalezas, castillos, astilleros y arsenales; y en general las construcciones de piedra; la industria de la minería; la pintura, la escultura, la arquitectura y la filosofía… todo ello revolucionó el comercio y se produjo, gracias a España, el nacimiento de un nuevo mercado gigantesco en América; revolucionando también al mismo tiempo la agricultura, el derecho de gentes, la cartografía, el arte de navegar y la historia de las religiones.

Hay más. Los exploradores entraron en los continentes, hurgaron en sus entrañas, subieron a los montes, vadearon los ríos, abrieron trochas en las selvas, descubrieron plantas y animales desconocidos, y los usos y costumbres de decenas de pueblos nuevos. La Tierra dejó de ser una incógnita. Se erradicaron el canibalismo y los sacrificios humanos que ensangrentaban y despoblaban América. Y una nueva cultura heredada de Grecia y de Roma, fundida y modelada en el crisol de España, hizo adelantar en 10,000 años el reloj de la historia, de forma que los primitivos habitantes de América transitaron en pocos años del Neolítico a la Edad Moderna, y sus antiguas y rudimentarias civilizaciones se fueron fusionando con la sangre y la rica cultura que llegó de Europa.

Pero España hizo más al proclamar, por medio de las Leyes Nuevas u Ordenanzas de 1542, la libertad de los indios en el Nuevo Mundo; y desde los primeros pasos de la colonización comenzó a erigir ese monumento jurídico que es la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias para que el imperio de la ley normara la vida, los derechos y los deberes de los ciudadanos en el continente que acababa de nacer.

Hernán Cortés

Es fascinante y magnífico considerar que antes de que transcurrieran tres cuartos de siglo del descubrimiento de Cristóbal Colón, se habían reconocido, explorado y cartografiado las tierras de América, y ya habían sido fundadas las capitales de las que hoy son naciones independientes de América, aparte de un numeroso muestrario de importantísimas ciudades: en 1496 Bartolomé Colón fundó Santo Domingo, en 1508 Juan Ponce de León erigió San Juan de Puerto Rico, Diego Velázquez fundó San Cristóbal de La Habana y Santiago de Cuba en 1514; Veracruz fue erigida por Hernán Cortés en 1519, y ese mismo año Gaspar de Espinoza fundó Panamá, luego Cortés fundó México, en 1521, sobre las ruinas de Tenochtitlán; Pedro de Alvarado, San Salvador en 1524 y la Antigua en Guatemala, 1527; Guadalajara surgió en 1533 gracias a Cristóbal de Oñate; y ese mismo año Pedro de Heredia echó las bases de Cartagena de Indias en Colombia; en 1534 Sebastián de Belalcázar erigió San Francisco de Quito en el Perú. En 1535 se fundaron Guayaquil en Ecuador, Lima y Trujillo en Perú y Buenos Aires en Argentina, y en 1536 Juan de Ayala fundó la Asunción de Paraguay, mientras que Gonzalo Jiménez de Quesada dio inicio a Santa Fe de Bogotá, Colombia, en 1537. En Chile, 1541, Pedro de Valdivia fundó Santiago, Concepción y La Serena, y Francisco de Montejo, en 1542, Santiago de los Caballeros de Mérida en Yucatán. Juan de Saavedra puso las bases de Valparaíso, Chile, en 1552; en 1567 Diego de Losada erigió Santiago de León de Caracas en Venezuela. Pedro Menéndez de Avilés fundó San Agustín de la Florida, primera ciudad de los Estados Unidos, en 1565; y Juan de Oñate la segunda, Santa Fe, en 1598; mientras que Jamestown fue fundada en Virginia en 1607 por los ingleses, cuando San Agustín llevaba 35 años de existencia; aunque se debe aclarar que Jamestown quedó destruida y abandonada en 1622.

Hubo más ciudades, muchas, que fundó España en América del Norte. El franciscano fray Antonio de Olivera echó los cimientos de la ciudad de San Antonio, Texas, en 1718, y es allí donde radica la Catedral Católica de San Fernando, primada de las Catedrales de los Estados Unidos. Tomás Sánchez fundó Laredo, en Texas, en 1755; y al llegar 1769, Gaspar de Portolá fundó un presidio y en junio de ese mismo año el gran misionero franciscano fray Junípero Serra bendijo una cruz al crear la Misión de San Diego de Alcalá, antepasada directa de la ciudad de San Diego de California. El explorador Juan Bautista de Anza puso las bases de San Francisco, 1776; y Felipe de Nieve, en 1781, erigió la de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles (Los Ángeles) también en California. Al cabo de diez años, en 1791, Alejandro Malaspina dejó la huella de España en Alaska cuando fundó Ciudad Valdéz, primera ciudad de este estado norteamericano. En 1542, la expedición de Ruy López de Villalobos descubrió el archipiélago de Hawaii, el único estado de la Unión que se encuentra fuera del continente americano. No hay un pedazo de tierra de Estados Unidos, dentro o fuera de Estados Unidos, a donde no llegaran los españoles para reconocer el territorio y describir la geografía, los recursos y los habitantes.

Ante tanta hazaña y tanta gloria debo recordar unas palabras del gran español que fue Salvador de Madariaga, diplomático, escritor e historiador; cuando escribió que Inglaterra era el cálculo; Francia, la razón; y España, la pasión (1); y que cada uno de estos países alcanzó la hegemonía cuando prevalecieron en las corrientes de la historia el cálculo, la razón o la pasión. El cálculo hizo de Inglaterra la primera potencia comercial y colonial en el siglo XIX; en Francia, la razón produjo la Enciclopedia y transformó políticamente al Mundo Occidental que hasta hoy sigue bebiendo en las fuentes que inspiraron la Revolución Francesa; y España logró, con el impulso colosal de una pasión arrolladora, en tiempos en que la pasión predominaba, realizar lo que era imposible según el cálculo metódico de los ingleses y la fría razón de los franceses: construir un mundo nuevo desde los cimientos e inscribir en el Mundo Occidental un continente.

Hispanidad

En este continente hijo de España no se falta el respeto a Patria alguna si se proclaman las verdades y se afirman los sentimientos hacia la Patria Madre, porque no hay Patria alguna, en toda América, que no sea también hija de España. Se debe, entonces, una lealtad acrisolada a la Nación española y a la fiebre de su pasión que nos dio a luz. Echando aparte ambiciones, apetitos, contradicciones y políticas, dejando a un lado los múltiples, dramáticos y estremecedores problemas que existen, y que siguen existiendo, muchas veces multiplicados doscientos años después en las tierras que fueron españolas, ahora que España no está presente y no tiene nada que ver con eso, hay que tener en cuenta esta verdad absoluta: pertenecemos a la hispanidad aunque somos hijos de una mezcla de culturas con añadidos particulares, hablamos, escribimos, pensamos y sentimos en español, heredamos de España esa savia que seguimos recibiendo a través de nuestras raíces, y somos deudores de ella en justicia y por amor a la verdad, por la necesidad imperiosa que tenemos de seguir siendo nosotros mismos, recordando siempre el lema que afirma que la Hispanidad es hermandad sagrada de pueblos soberanos más allá de toda discordia.

Citas:

(1) Cf. Madariaga, Salvador de. Ingleses, franceses, españoles; ensayo de psicología comparada. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1942.

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