Hace escasos días, el 28 de agosto pasado, celebramos en el santoral a un doctor de la Iglesia, San Agustín, hijo de Santa Mónica. Nació el 13 de noviembre de 354 d. C. en el norte de África y murió el 28 de agosto de 430. Se casó a los 17 años y tuvo un hijo. Posteriormente ingresó en la vida monástica y regresó a África. Fue muy caritativo y llegó a ser Obispo de Hipona (norte de África) durante 24 años, escribiendo más de 60 obras, muy importantes para la Iglesia, como Confesiones y La ciudad de Dios, datos hartos conocidos, por eso quisiera pararme en otro santo español que se conmemora ese mismo día: fray Junípero Serra Ferrer, fraile franciscano misionero, nacido en Petra, Mallorca, el 24 de noviembre de 1713, más conocido en California que en España, por su gran labor como misionero. Falleció en Monterrey, el 28 de agosto de 1784. Fue Doctor en Teología y en Filosofía, impartiendo clases en España y en Eslovenia, antes de partir, con 20 misioneros franciscanos más, hacia Nueva España (actual México). En el camino, el barco sufrió un accidente, por lo que decidió hacer, con su amigo religioso andaluz, los últimos 500 km a pie, hecho que le costó una cojera permanente.
Fundó y presidió muchas misiones españolas en Alta California. Beatificado por el papa Juan Pablo II en septiembre de 1988 y canonizado por el papa Francisco en septiembre de 2015. Además de misionero, teólogo y santo, se puede considerar colono, cowboy y profesor de técnicas ganaderas y agrícolas, defendiendo con gran valentía los derechos de los pobres y de los humildes. Y lo que le hizo destacar y triunfar en su misión -siendo así que habían fracasado muchos antes que él-, fue, precisamente, que no sólo se limitó a predicar la palabra de Dios, sino que supo compaginar con otras actuaciones materiales, enseñando a los amerindios a cultivar la tierra y a tratar el ganado, como medio de vida.
Tanto ha significado para la vida de los californianos que fue propuesto para estar expuesto en el Salón Nacional de las Estatuas del Capitolio estadounidense, como padre de la Nación, el único español que se encuentra allí.
Tomemos nota de este santo mallorquín español, que nació en una familia humilde y, sin embargo, supo estudiar y llegar hasta las mejores opciones posibles, el amor a sus semejantes y el amor a Dios.