viernes, 13 diciembre, 2024

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LA FAMILIA Y LA ESCUELA III (cuando la familia socializaba)

Cuando la familia socializaba, es decir, cuando la familia enseñaba a los hijos desde pequeños a saber comportarse en el núcleo familiar, unas normas por las que regirse en su relación con los demás, unas habilidades para saber desenvolverse en el mundo que les rodea, unos valores en los que basar su conducta y sus sentimientos… la escuela podía ocuparse sólo de enseñar, de transmitir conocimientos. Pero los padres están muy ocupados en su trabajo y vuelven a casa cansados, tienen unos problemas que muchas veces les quita el sueño y necesitan descansar, evadirse.

Pero cuando se enfrentan a situaciones complicadas de conducta de sus hijos, cuando ven que muchas veces «se les van de la mano», se dan cuenta de que no lo han hecho del todo bien a la hora de educarlos. Tienen desánimo ante estas actitudes negativas de los niños que ellos mismos han permitido, se sienten desconcertados ante la idea de lo difícil que es educar a sus hijos, porque ya es tarde pues los hijos «les han tomado la medida» y muchos niños llevan las riendas de la relación entre ellos. Llegados a este punto, los progenitores, se ven incapaces de enseñar las pautas mínimas de una conciencia social y abandonan su responsabilidad en manos de los maestros.

No digamos en el caso de las familias desestructuradas, de padres separados que sienten la necesidad de compensar a sus hijos tratando de evitarles el sufrimiento o posible trauma que la separación de ellos pudiera ocasionarles. Y la única solución es consentirles todo o concederles cualquier capricho. Y puede ser que los mismos padres les confundan por el hecho de que cada uno de los dos trate de aplicar unas normas de conducta diferentes o no les transmitan ninguna. Pero también está el caso que utilicen a sus hijos como «arma arrojadiza».

También aparece la figura del padre que quiere figurar como «el mejor amigo de sus hijos», o la de la madre cuya único deseo es que la tomen como «la hermana mayor» de su hija. De esa manera la familia aparece como más simpática, más informal y menos frustrante, pero en cambio la formación de la conciencia moral y social de los hijos no sale bien parada. Amigos van a tener muchos, y además de su edad con los que van a sintonizar mejor, pero padres sólo van a tener unos en su vida, si estos no ejercen de padres, ¿quiénes harán su función? Es a los maestros a quienes nos toca hacer la función de padres. Enseñándoles normas para que no se encuentren perdidos y a la deriva, transmitiéndoles principios y valores que les vayan formando como personas, y muchas veces prestándoles la atención, escuchándolos y dándoles el cariño que no reciben de sus padres porque tienen su tiempo ocupado en el trabajo, en problemas familiares, económicos, de separación o en cuestiones de reorganizar su vida.

Muchas veces los profesores ejercemos de maestros y de padres a la vez, y los niños nos toman como ejemplo a imitar y nos tienen por verdadera autoridad moral porque valoran nuestra actitud ante ellos, el ejemplo que les podemos ofrecer y porque tienen miedo de perder la atención y el cariño que les ofrecemos y el tiempo que les dedicamos a escuchar sus comentarios personales. Los niños deben ser educados para ser adultos y miembros con garantías de la sociedad a la que deben incorporarse en un futuro y no para seguir siendo niños eternamente. Hay que tratarlos como niños, pero como personas que deben ir creciendo y no «tenerlos entre algodones» para que sigan siendo los pequeños que nos llenan de ternura encerrándolos en la jaula de oro de nuestro corazón. Hay que cuidarlos, pero abriéndoles el abanico de las posibilidades y ayudándoles a desarrollar sus cualidades para emprender el emocionante vuelo de la vida.

Cuando la familia socializaba no evitaba que los niños se enfrentaran a sus contratiempos tratándoles de solucionar cualquier cosa para que ellos vivieran felices dentro de la burbuja que se les había construido, porque no se les construían burbujas, se les ayudaba a enfrentarse a su realidad de niños para que supieran reaccionar y aprender de las distintas situaciones y para ello se les aconsejaba. No se les daba todo, a veces porque no se podía, pero actualmente, no suele haber capricho que les falte, a veces casi sin poder… (Me he encontrado con casos de alumnos que han empezado el curso sin libros porque los padres decían que no tenían dinero, pero en el verano se habían ido de vacaciones, incluso a Disney París o les habían comprado una «Play», etc., pero para ese tipo de padres, la escuela es algo secundario. Bien es verdad que hay familias verdaderamente necesitadas, y para este problema el gobierno debería reaccionar. A día de hoy se presentan dos buenas opciones, la del banco de libros, en que los alumnos entregan sus libros del curso recién acabado para que los niños que les siguen los puedan aprovechar y ellos cogerán los del curso superior al que van a pasar o la gratuidad de los libros, aunque también hay centros que no utilizan libros, son los profesores los que hacen su propio material). Los niños y niñas deben enfrentarse a las situaciones que les presenta la vida de niños para aprender a reaccionar y solucionar por sí mismos las complicaciones. De esa manera irán madurando. De lo contrario haremos personas dependientes, que por sí solos no sabrán actuar y, fácilmente se frustrarán.

En la actualidad surge otro gran problema, la televisión, los juegos interactivos y los modelos de los personajes populares que están ejerciendo de nuevos modelos a imitar para los niños y los jóvenes (incluyendo gestos de desacato a la autoridad de padres y profesores por imitación de los futbolistas que protestan y gesticulan de forma ostentosa ante las decisiones de los árbitros aunque sepan que no tienen razón), también aprenden a valorar la consecución de objetivos sin esfuerzo, pero si no lo consiguen fácilmente se no saben luchar y abandonan, no están acostumbrados al esfuerzo, a la constancia ni a ser responsables, porque hay padres que se responsabilizan de los fallos de sus hijos (muchas veces han venido padres a decirme que la culpa de que sus hijos no hubieran terminado unos ejercicios era de ellos porque a ellos se les había olvidado o que su hijo o hija no había preparado bien el examen porque la madre no se pudo sentar a estudiar con él o ella. Bien al contrario, debemos educar en la responsabilidad, pues los actos son de quien los comete.

La labor de la escuela se hace más difícil sin la ayuda de familias que eduquen y ante la televisión y el mal uso de las nuevas tecnologías.

Por la complejidad que comporta en la actualidad la educación de nuestros hijos y alumnos por todos los aspectos que hemos mencionado y no dejándonos llevar por el desánimo y la frustración, hemos de armarnos de esperanza e ilusión, y para conseguir mejores resultados en formar personas y ciudadanos respetuosos y con un mayor desarrollo académico y social, que sean capaces de mejorar las estructuras de la sociedad y las relaciones entre sus miembros sabiendo respetar las normas de convivencia, debemos empezar ya desde niños a trabajar de forma conjunta, apoyándonos y ayudándonos los padres y los maestros con la colaboración directa e imprescindible del sujeto y beneficiario principal de la educación que es el niño. Si él ve unión, colaboración y apoyo entre sus padres y sus maestros, ve la importancia que le dan a su formación integral como persona, se sentirá implicado y se esforzará en mejorar y en conseguir lo que se espera de él, porque si sus padres y maestros están de acuerdo, entenderá que es por su bien, para prepararles, lo mejor posible, para que puedan vivir un futuro mejor.

A MODO DE CONCLUSIÓN

En esta época que nos ha tocado vivir, y con los tiempos que corren, hemos de afrontar la nueva situación desde la posición particular que nos corresponde como padres y como maestros, por encima de todas las Leyes de Educación, que van cambiando cada cierto tiempo, y que aparecen como remediadoras de las leyes anteriores. Nuestra visión, no importen las normativas que irán variando, ha de ser la de trabajar en la unidad y esfuerzo común. El objetivo primordial son nuestros hijos… nuestros alumnos. El centro de nuestro interés son ellos y debemos ayudarles en su proceso de transformación de niños a adultos, a mujeres y hombres capaces de respetar y ser respetados por su dignidad humana y que sean capaces de luchar por un futuro ilusionante.

Como conclusión a todo lo expuesto quiero acabar con esta idea:

La educación hoy, es labor conjunta de padres, maestros y alumnos. Y debemos formar los adultos que la sociedad necesita y espera; personas instruidas, preparadas y con valores y principios, capacitados para preparar y consolidar una sociedad mejor.

Mi agradecimiento a todos los padres (sobre todo a las madres, que siempre han sido las más implicadas en la labor educativa), que son muchos, los que sí han entendido cuál es el verdadero sentido de la educación.

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