Real y Militar Orden de San Fernando

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Estimados lectores de la Revista «EL MONÁRQUICO», nos complace presentar la que es la primera entrega de un Ciclo de Conferencias acerca de ORDENES MILITARES, NOBILIARIAS Y DINÁSTICAS, que el autor ha impartido en el Ateneo Mercantil de Valencia, a lo largo de 2019, 2020 y 2021.

Esperando sean de su agrado, Xavier Serven (Director elmonarquico.com)

Estimadas autoridades, representación del Ateneo Mercantil de Valencia, damas, caballeros, amigos y asistentes todos a esta primera conferencia de la tercera parte del ciclo de conferencias que el Ateneo y yo mismo, vamos a dedicar a las grandes órdenes Honoríficas, Nobiliarias y Dinásticas. Sed bienvenidos y espero/esperamos, que esta serie de conferencias sea del agrado de todos, pues con ella nos hemos propuesto acercar al gran público este mundo, a veces un tanto desconocido.

Quiero agradecer a doña Carmen de Rosa Torner, presidente de la Casa donde nos encontramos, el Ateneo Mercantil de Valencia, y a toda su Junta Directiva por amparar y apoyar este ciclo de conferencias. También quiero agradecer a todos los amigos que hoy estamos llenando esta gran Sala Sorolla, pues sin todos ustedes, sin todos vosotros, todo nuestro esfuerzo no tendría sentido.

Esta primera conferencia de esta tercera y última parte del ciclo, está dedicada a la Real y Militar Orden de San Fernando.

Para entender el verdadero porqué de la creación de esta prestigiosa Real y Militar Orden, hay que situar el mismo en su contexto histórico, el cual nos lleva hasta las guerras napoleónicas.

Nos vamos hasta el principio del siglo XIX, donde en la ciudad francesa de Fontainebleau, el 27 de octubre de 1807 se firma el Tratado de Fontainebleau, entre Manuel de Godoy y Álvarez de Faria (1767-1851), por parte de España, y Napoleón I Bonaparte (1769-1851) por parte de Francia, para realizar conjuntamente la conquista franco-española del reino de Portugal. Pero, los franceses tenían una intención oculta, la de conquistar primero España, así, la presencia de las tropas francesas, unos 65.000 soldados, llegó a ser una verdadera amenaza para España al comenzar a controlar las comunicaciones y la frontera de Francia. Con esto comenzó la verdadera intención de la alianza franco-española por parte de los franceses.

En este impase, el 17 de marzo de 1808 se produce el Motín de Aranjuez, en el cual, el pueblo se levantó en contra la política de Godoy, que era el secretario de Estado del rey Carlos IV de España (1748-1819), llamado «el Cazador», que había permitido una invasión silenciosa de los franceses en España.

Napoleón Bonaparte aprovechó esta situación tomando Madrid el 23 de marzo de 1808 gracias al general Joaquín Murat Napoleón (1767-1815), cuñado de Napoleón Bonaparte, y ordena que se lleve a Francia a los Infantes y el resto de la familia real que había quedado en Madrid.

Pero ante esta situación, el 2 de mayo de 1808, los españoles se congregaron en la puerta del Palacio Real de Madrid, de donde pretendían llevarse a Francia al infante Francisco de Paula Antonio de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865), más conocido sólo como Francisco de Paula, y otros miembros de la Casa Real, pero al grito de: «¡Que nos lo llevan!», proferido por un español cualquiera, llamado José Blas Molina y Soriano, con el que consiguió movilizar al pueblo español, iniciándose en ese momento el llamado «Levantamiento del 2 de mayo».

Llegamos al 7 de mayo de 1808, día en que en el castillo de Marracq de la ciudad francesa de Bayona, el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII (1784-1833), llamado «el Deseado», o, «el rey Felón», en el que había abdicado, firman las Abdicaciones de Bayona, donde le ceden la Corona de España a Napoleón I Bonaparte, y este se la cede a su hermano José Bonaparte (1768-1844), que reinó en España como José I Bonaparte.

El 23 de mayo se inicia la sublevación en Valencia donde, desde la escalera de la Lonja, Vicente Doménech, más conocido como «el Palleter», arengó a los valencianos con la frase, «Viva Fernando VII y muerte a los traidores». Y en los días siguientes hubo alzamientos en ciudades como Zaragoza y Murcia.

El antiguo ministro José Moñino y Redondo (1728-1808), I conde de Floridablanca, preside la nueva Junta que creó el rey Fernando VII, tomando la Junta Local de Sevilla el nombre de Junta Suprema de España e Indias, e impulsa la declaración formal de guerra contra los franceses que se emitió el 6 de junio de 1808.

Ese mismo día, un ejército compuesto por militares y milicias campesinas impiden el paso del ejército francés por el Cuello del Bruc, siendo esta la primera gran derrota de los franceses en Europa. Y el 19 de julio de 1808, los franceses sufren la gran derrota de la Batalla de Bailén. Ante estas situaciones de derrotas continuas, el mismo Napoleón irrumpe en España con un ejército de más de 250.000 veteranos de la Grande Armée, también conocido como el Ejército Imperial Francés. El ejército francés ocupa prácticamente toda España.

Ante esta situación, el 25 de septiembre de 1808 en Aranjuez, se crea la Junta Suprema Gubernativa, presidida por el I conde de Floridablanca, la cual convoca a las Cortes del Reino que se reúnen en la Isla de León, en la bahía de Cádiz, llamada hoy San Fernando.

Hasta ese momento, en cada batalla, para conmemorar esos hechos de armas, se creaba una condecoración propia por parte de cada Junta Local o Provincial, pero esto era inviable, así que se creó una única condecoración de prestigio y renombre con la que premiar los hechos heroicos y distinguidos en cualquier lugar.

Hubo varias propuestas, mas, el 25 de enero de 1811, previa revisión por la Comisión de Premios, las Cortes de Cádiz debaten una propuesta de Ramón Parques para la creación de una nueva Orden que quisieron llamar de San Fernando. Y dos días más tarde Luis de Velasco y Camberos (1772-¿?), teniente coronel de Infantería y diputado por el Virreinato de Buenos Aires, logra que se acepte su proyecto de creación de una nueva Orden llamada de «La Espada de San Fernando».

De esta manera, mediante el decreto número LXXXVIII (88) del 31 de agosto de 1811 por la Regencia de España, a iniciativa de las Cortes de Cádiz, y ratificada por un Real Decreto del rey Fernando VII de 10 de julio de 1815 o de 28 de noviembre de 1814 según fuentes consultadas, se funda la Orden Nacional de San Fernando, estando preso el rey Fernando VII.

En su primer Reglamento se crean cinco clases de cruces para premiar distintas acciones heroicas y hechos distinguidos, siendo estas las primeras recompensas que se entregaban en concepto de «mérito», y estaban abiertas a quien las mereciesen independientemente de su nobleza, cuna o graduación.

El nombre de esta preciada cruz militar, hace referencia al rey Fernando III de Castilla (1199-1252), llamado «el Santo», canonizado en 1671, y la concesión de esta Cruz Laureada de San Fernando, lleva implícito el ingreso en la Real y Militar Orden de San Fernando.

Cuando crearon estas Cruces, decidieron que tan sólo premiarían los hechos heroicos y distinguidos posteriores a su creación, pero no tardó mucho en ampliarse su entrega a los inicios del alzamiento nacional del 2 de mayo contra los franceses.

Así, la concesión más antigua que se conoce de una Cruz Laureada de San Fernando, fue para un acto del propio 2 de mayo de 1808, la cual se entregó en 1823 al entonces coronel de caballería español nacido en La Habana1 don Rafael Arango y Núñez del Castillo (1788-1850) por el valor mostrado en el Parque de Artillería de Monteleón en la lucha contra los franceses, pues se enfrentó a estos con piedras y alguna munición de fusil.

En 1812 el general Arthur Wellesley (1769-1852), más conocido como el duque de Wellington, también es reconocido con la Gran Cruz de San Fernando por varias heroicas campañas entre las que cabe destacar la reconquista de Badajoz el 6 de abril de 1812.

El 21 de junio 1813, de desarrolla la Batalla de Victoria, en la que los aliados británicos, portugueses y españoles, al mando del general español Arthur Wellesley, vencen a los franceses, haciendo que José I Bonaparte abandonara España, y que su hermano Napoleón Bonaparte, mediante el tratado de Valençay, firmado en el castillo del mismo nombre, devolviera la Corona a Fernando VII de España, cosa que ocurre el 29 de diciembre con la abdicación de José I Bonaparte.

El 22 de marzo de 1814, el rey Fernando VII regresa definitivamente a España, y el 4 de mayo suspende las Cortes de Cádiz, quedando abolido todo lo legislado por ellas, y por lo tanto también el Decreto de creación de la Orden de San Fernando.

Pero el rey Fernando VII quiere condecorar a todos los que contribuyeron a la victoria, así pues, ordena a su Secretario de Estado, y a su vez, del Despacho de la Guerra, Francisco Ramón de Eguía y López de Letona (1750-1827), que consulte con el general Arthur Wellesley, y así lo hace, proponiendo la reforma de la Orden de San Fernando, y que esta, a través de sus Cruces, sirviera para premiar no solo el valor, sino también la Constancia en el servicio al cabo de 25 años.

Mas, el Consejo propone premiar el valor y la constancia con recompensas diferentes, y decide premiar el valor y el heroísmo con la Orden de San Fernando, y la constancia con una nueva Orden que llamaron de San Hermenegildo o de San Recadero, aunque ha pasado a la historia como la Orden de San Hermenegildo.

Esta propuesta de separación de las condecoraciones, fue aprobada el 28 de noviembre de 1814, y el 2 de enero de 1815 se presenta al rey la redacción definitiva del proyecto y este lo firma el 19 de enero de 1815.

El segundo Reglamento de la Orden de San Fernando, que incluye también el primer Reglamento de la Orden de San Hermenegildo, cambia el nombre de la primera de «Orden Nacional» por el de «Real y Militar Orden».

Tras una introducción común en la redacción conjunta del Reglamento, tenemos que los primeros 36 artículos corresponden a la Real y Militar Orden de San Fernando y los 8 artículos siguientes a la Orden de San Hermenegildo, manteniéndose las mismas Cruces, pero eliminando el juicio contradictorio para su concesión.

El 10 de julio de 1815, se publicó un nuevo Reglamento común que sería el tercero de la Real Orden de San Fernando y el segundo de la Orden de San Hermenegildo, perfectamente diferenciados y con un articulado independiente. En este Reglamento se instituyeron siete Cruces, cinco de oro y dos de plata, y, además, se consideró la convalidación de cuatro servicios «distinguidos» por un servicio «heroico».

A medida que las guerras napoleónicas se fueron quedando en un lejano pasado, fueron desapareciendo las concesiones de las Cruces y Medallas para los hechos heroicos y distinguidos, aunque en tierras americanas, seguían produciéndose algunas de esas acciones. La Real Orden de San Fernando volvió a denominarse «Orden Nacional», y se rigió por su primer Reglamento.

En 1820 se implantó el manto ceremonial a imagen de las órdenes de caballería, militares y hospitalarias. Y, en ese momento se creó el emblema de la Cruz formada por cuatro espadas unidas por los pomos que caracterizó desde entonces y para siempre a los caballeros laureados con la Cruz de San Fernando.

Al regresar el rey Fernando VII en 1823, con la ayuda de los Cien Mil Hijos de San Luís2, anuló todo lo realizado durante el período absolutista anterior, y por Real Decreto de 1 de octubre 1823, restableció el Reglamento de julio de 1815. Y al año siguiente anuló todas las cruces concedidas por el gobierno del Trienio Absolutista, que se extendió de 1820 a 1823, sin embargo, se concedieron muchísimas Cruces a los Cien Mil Hijos de San Luís, otorgadas mas como agradecimiento que como premio al valor.

En 1833, siendo la reina gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1806-1878) durante la minoría de edad de su hija la reina Isabel II de España (1830-1904), llamada «la de los Tristes Destinos», o «la Reina Castiza», se revisó el Reglamento de julio de 1815, regulándose los juicios contradictorios que existían para la concesión de cruces y medallas de actos heroicos y los actos distinguidos, además del ceremonial para la imposición de las mismas.

Durante la Guerra Carlista que se extendió de 1833 a 1840, se concedieron numerosas Cruces en ambos bandos. Y, por Real Orden del 12 de agosto de 1847, se canceló el hecho de que se pudieran convalidar cuatro cruces concedidas por «actos distinguidos» por una cruz de «acto heroico» que se había regulado en 1815.

En 1856, el general Leopoldo O’Donnell y Jorís​ (1809-1867), siendo presidente del Consejo de Ministros, y Ministro de la Guerra, mediante una reforma, le devuelve a la Orden su esplendor inicial. Mediante esta reforma se cambian los modelos de cruces.

El 18 de mayo de 1862 la reina Isabel II aprueba el cuarto Reglamento, promovido por el general O´Donnell, que estuvo vigente hasta 1920. En él se mantuvieron cinco clases de cruces.

El 29 de junio de 1918, mediante la Ley de Bases para la reorganización del ejército, se suprimieron las cruces que premiaban las acciones distinguidas, las cuales pasaron a premiarse con una Medalla Militar, dejando sólo una categoría para premiar los actos heroicos, la Cruz Laureada, que podía recibirla desde el soldado hasta el general, mientras que la Gran Cruz se reservaba sólo para los Generales en Jefe. Posteriormente el 5 de julio 1920, el quinto Reglamento, recogería esta disposición.

Durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930), que se extendió desde el 13 de septiembre de 1923 hasta el 28 de enero de 1930, se promulgó el sexto Reglamento el 26 de noviembre de 1925, que mantuvo las tres clases de cruces del antiguo Reglamento.

Al proclamarse la Segunda República española el 14 de abril de 1931, que se extendió hasta el 1 de abril de 1939, quedó sin efecto todo lo legislado durante la Dictadura de Primo de Rivera, seguido por un breve espacio de tiempo que se llamó la Dictablanda del general Dámaso Berenguer (1876-1953). Pero lo único que no quedó sin efecto, fue todo lo referente a la Orden de San Fernando y la Orden de San Hermenegildo, pues no fueron disueltas, pero sí se derogo el Reglamento de 1925 y se volvió a utilizar el Reglamento de 1920.

Al iniciarse la guerra civil española el 17 de julio de 1936, que se extendió hasta el 1 de abril de 1939, el ejército del bando nacional siguió condecorando a sus militares con la Cruz de San Fernando y la Medalla Militar. Mientras que el bando republicano renunció a ellas, primero de facto y a partir de marzo de 1937, de iure, pues en esta fecha crearon la Medalla de la Libertad para recompensar hechos distinguidos, y la Placa Laureada de Madrid para los hechos heroicos.

Durante la guerra civil, obtienen la Gran Cruz los generales Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), Emilio Mola Vidal (1887-1937), y Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (1875-1951), y, el Gran Visir de la Zona del Protectorado de España en Marruecos, que fue un caso extremadamente raro en esa época, pues era civil. Además, obtienen la Cruz Laureada numerosos militares y la Laureada Colectiva, numerosas entidades y poblaciones.

Los voluntarios de la 250ª División de Infantería, llamada la División Azul, que estuvo activa entre 1941 y 1943, y en la guerra de Ifni en lo que fue el Sahara español, que se desarrolló entre 1957 y 1958, dieron lugar a los últimos actos que se consideraron, «de valor heroico», condecorados con la Cruz Laureada, siendo ocho los condecorados en la primera y dos en la segunda.

El 27 de diciembre de 1978 se realiza la solemne promulgación de la Constitución Española, por la cual pasaría España a constituirse de nuevo en un reino con el rey Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (1938), que reino bajo el nombre de Juan Carlos I de España, hasta el 19 de julio de 2014 que abdicó en favor de su hijo el príncipe Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia (1968), que reina actualmente bajo el nombre de Felipe VI.

Ese mismo año se publica el séptimo Reglamento de la Orden de San Fernando, que introduce importantes novedades, como que el Jefe y Soberano de la Orden es S. M. el rey de España, pero se creó la figura del Gran Maestre, y como órganos de gobierno se establecieron el Capítulo, la Asamblea y la Maestranza.

El Capítulo

Es el órgano superior de gobierno de la Real y Militar Orden de San Fernando. Lo preside Su Majestad el rey, y, en ausencia de este, el Gran Maestre. Está constituido por la Asamblea y una representación de los Caballeros y Damas Grandes Cruces Laureadas, Cruces Laureadas y Medallas Militares, entre otros.

La Asamblea

Está presidida por el Gran Maestre, y constituida por el Maestre, y por Caballeros y Damas Grandes Cruces Laureadas, Cruces Laureadas y Medallas Militares, y un miembro del Cuerpo Jurídico Militar que actuará como su Asesor.

Se reúnen preceptivamente una vez al año, procurando coincidir con la fiesta de San Fernando, y además, cuantas veces sea necesario.

El actual presidente de la Asamblea de la Real y Militar Orden de San Fernando, es el general Jaime Domínguez Buj (1952).

La Maestranza de la Orden

La preside el Maestre de la misma, y está constituida por la Comisión Permanente y la Unidad Administrativa.

Comisión Permanente

La preside el Maestre y seis Caballeros o Damas Cruces Laureadas o Medallas Militares.

Unidad Administrativa

Creada en 1988 para poder ostentar la Laureada Colectiva, el Guión-Enseña y la Placa, para aquellas unidades, buques o aeronaves que carezcan de Bandera o Estandarte.

Además, en 1981, se crea la figura del Censor.

Por todo lo antedicho, podemos concluir que, de entre las corporaciones militares más prestigiosas de España, la Real y Militar Orden de San Fernando, ostenta el primer lugar por su prestigio, ganado por la exigencia para la obtención de la Cruz Laureada.

Mediante el Real Decreto 899/2001 se publicó un nuevo Reglamento que revitalizó y actualizó la Real y Militar Orden de San Fernando, queriendo recuperar su espíritu fundacional. Así, volvió a premiar los hechos muy distinguidos que se suprimieron en el reglamento de 1920, al crearse en 1918 la Medalla Militar Individual para recompensar dichas acciones.

El 4 de marzo de 2003 se realizó un Capítulo Extraordinario en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, presidido por S. M. el rey Juan Carlos I de España en el que se realizó el ingreso solemne en la Real y Militar Orden de San Fernando, de los Caballeros Medallas Militares Individuales.

En 2004 se aprobó un Plan de Reconstitución del Archivo de la Real y Militar Orden de San Fernando, para disponer de un archivo digital de los archivos originales, para ponerlo a disposición de historiadores, investigadores, familiares y todo el mundo, y esto se está consiguiendo gracias a la inestimable colaboración de investigadores de nuestra historia como don Alfonso y Luis de Ceballos-Escalera, vizconde de Ayala y III marqués de la Floresta (1957), y el coronel retirado de los Boinas verdes3 don José Luis Isabel Sánchez (1940).

Actualmente, y desde su creación, la Cruz Laureada de San Fernando es la máxima recompensa militar de España, y tiene por objeto:

«Honrar y premiar el valor heroico y el muy distinguido, como virtudes que, con abnegación inducen a acometer acciones excepcionales o extraordinarias, individuales o colectivas, con inminente riesgo de la propia vida y siempre en servicio y beneficio de la Patria, o de la paz y seguridad de la comunidad internacional».

Las acciones recompensadas con «La Laureada», como popularmente también se conoce a la Cruz Laureada de San Fernando, deberán ser realizadas durante el transcurso de conflictos armados o de operaciones militares que requieran el uso de la fuerza armada, aunque, en la actualidad, no es requisito imprescindible que la acción heroica se realice en el ámbito de la guerra.

Pueden recibirla los miembros de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Civil, cuando realicen actividades de carácter militar, y, aunque en un principio fue algo inusual, en la actualidad también pueden recibirla aquellos civiles que presten servicio dentro de fuerzas militares organizadas.

El último laureado vivo a título individual falleció el 9 de noviembre de 2007, y en la actualidad, la Orden tiene una cantidad mínima de miembros, a pesar de haber aumentado estos con la inclusión de los condecorados con la Medalla de Mérito. Es por ello que, entre los órganos de gobierno anteriormente citados, la Asamblea Permanente, y, la Cancillería son los de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

En la actualidad, las Cruces y Medallas que se otorgan, son las siguientes:

Gran Cruz Laureada

Reservada para los oficiales generales de los ejércitos.

Consiste en una cruz formada por cuatro espadas en oro unidas por los pomos de sus empuñaduras, acolada a una corona de laurel; banda de seda de gules fileteada de naranja, de cuyos extremos pende una venera con la leyenda: «Al valor heroico». Y en su anverso la cifra «1811».

Cruz Laureada Individual

Se concede al resto de militares o civiles. La descripción es idéntica a la anterior, pero las espadas son de gules y se representan sin banda.

Cruz Laureada Colectiva

Podrá ser concedida a unidades u organismos de las Fuerzas Armadas (FAS) o de la Guardia Civil y cuyas insignias son las siguientes:

Para personas

Una corona de laurel bordada sobre la bocamanga del uniforme.

Para centros y organismos

Corbata, guion, enseña o placa.

Medalla Militar Individual y Medalla Militar Colectiva

Consistente en un círculo en cuyo interior, figura un sol naciente tras el mar y una matrona en pie, representando a España, ofrendando una corona de laurel y sosteniendo un escudo con una cabeza de león.

Según el reglamento, el poseedor de alguna de estas condecoraciones tendrá derecho al tratamiento inmediatamente superior al que les corresponda, según su empleo militar, cargo o sus condiciones especiales. Dicho tratamiento se hará constar en cuantos escritos o documentos oficiales se les expidan, anteponiéndose al mismo la dignidad de:

«Caballero (o Dama) (Gran) Cruz Laureada»

En siglas: «C. (o D.) (G.) C.L»

Los requisitos para su concesión son muy exigentes, como vamos a ver:

La acción, hecho o servicio realizado debe ser una superación excepcional del deber, al implicar significativos sacrificios y riesgos, incluso la pérdida de la propia vida.

La acción, hecho o servicio no ha de estar originada por el propósito de salvar su vida, o por la ambición impropia que pueda conducir a un riesgo inútil o excesivo.

Se deben haber tomado las medidas necesarias para obtener el mayor rendimiento de la acción con el mínimo número de bajas.

El hecho debe tener lugar en momentos críticos y difíciles, circunstancias que vendrán determinadas por las incidencias de la batalla o combate, o porque la acción se lleve a efecto encontrándose el interesado y sus tropas o efectivos en manifiesta inferioridad frente a los del enemigo. En la actualidad ya no precisa que sea en tiempo de guerra.

El acto heroico debe producir extraordinarios cambios favorables para las fuerzas propias.

Además, se valorará de forma destacable, que el autor del hecho heroico, se haya prestado voluntariamente a ejecutarlo.

También merecerá esta recompensa, quien haya realizado un hecho heroico tan destacado y ejemplar, que constituya un poderoso incentivo para la moral de los Ejércitos.

De otro lado, la Medalla Militar premia no el valor heroico sino el muy distinguido, concurriendo similares circunstancias a las anteriormente reseñadas para la Cruz Laureada.

Pero, de igual manera que una persona o entidad se hace acreedora de alguna cruz o medalla, también se le puede quitar, es decir, se le puede desposeer de estas condecoraciones, cuando se haya sido sentenciado por realizar un delito doloso o pública y notoriamente haya incurrido en actos contrarios a las razones de los méritos que se deben reunir para la concesión de la distinción.

La Real y Militar Orden de San Fernando la componen las siguientes clases de miembros.

a) Los Caballeros y Damas Grandes Cruces Laureadas.

b) Los Caballeros y Damas Cruces Laureadas.

c) Los Caballeros y Damas Medallas Militares.

También pertenecen a la Real y Militar Orden, las Unidades, Centros y Organismos militares, cuyas Banderas y Estandartes ostenten la Corbata de la Laureada, o de la Medalla Militar, o que tengan concedidos los Guiones-Enseña de las Laureadas o Medallas Militares Colectivas, cuando carezcan de aquellos, representadas por sus Jefes.

Ahora, brevemente, comentare algo sobre el escudo de la Real y Militar Orden de San Fernando, pues como Orden Militar, tiene la potestad de utilizar Escudos representativos de la misma y de sus dignidades.

Escudo de la Real y Militar Orden de San Fernando

Es de contorno circular. En campo de oro rayado por haces de gules, hay una efigie de San Fernando en su color, de frente y a pie, con armadura de plata y manto de gules forrado de armiños y coronado de oro. Empuñando, brazo en alto, una espada de oro en la mano diestra, terciada a la siniestra; en la siniestra sostiene un mundo de azur, con el semimeridiano y ecuador de oro, sumado de una cruz latina de lo mismo. A sus pies, una bandera de gules a la diestra y otra de azur a la siniestra, ambas armadas de oro. El todo está enmarcado por bordura de azur con la inscripción en oro:

«Real y Militar Orden de San Fernando»

Separada entre su inicio y final por aspa en oro. Acolada al Escudo una cruz de esmalte blanco fileteada de oro, de igual diseño que la de Malta, rematándose sus ocho puntas con globillos de oro. A su vez, acoladas a la cruz, dos ramas de laurel de sinople, frutadas de gules, unidas por sus troncos y liadas en punta con lazo de gules. El todo timbrado de Corona Real de España.

Escudo del Soberano de la Real y Militar Orden de San Fernando

Su Majestad el rey, como Soberano de la Real y Militar Orden de San Fernando, utilizará sus armas personales rodeadas del Collar de Soberano de la Orden.

Escudo de Gran Maestre

Utiliza el Escudo de la Real y Militar Orden rodeado por su Collar.

Con esto amigos, he realizado un breve paseo a través de la historia de la Real y Militar Orden de San Fernando, que espero haya sido de su agrado.

En la próxima conferencia, la segunda de la tercera parte del ciclo, y que impartiré Dios Mediante el día xx de xxxx de xxxx, hablaré sobre sobre la Nobilísima Orden de la Jarretera.

Espero que esta conferencia haya sido de su interés, y les emplazo a todos a asistir a la siguiente, y hasta entonces, tengan todos una buena vida.

Bibliografía

Libros

– El 2 de mayo de 1808. Manifestación de los acontecimientos del Parque de artillería de Madrid en dicho día. Rafael de Arango y Núñez del Castillo. 1837. Madrid.

– Historias de familias cubanas Tomo II. Francisco Xavier de Santa Cruz y Mallen, Conde de San Juan de Jaruco y de Santa Cruz de Mopox. 1940. La Habana (Cuba)

Webs

– Wikipedia

– Enfermeriamilitar.com

– militar.org.ua

– Grupos de Estudios de Historia Militar (http://www.gehm.es)

– Real Academia de la Historia (http://dbe.rah.es)

– Web del Ministerio de Defensa. (https://www.defensa.gob.es)

Otros

– Boletín Oficial del Estado (BOE). boe.es

– A propósito de las Órdenes de Estado nobilitantes en el Reino de España. Alfonso y Luis de Ceballos-Escalera III marqués de la Floresta. 2011. Revista Nobilità.

1 La Guerra de Cuba, donde se perdió esta isla, se produjo entre 1895 y 1989

2 Los Cien Mil Hijos de San Luis, conocidos en Francia como «l’expédition d’Espagne» fue un contingente francés con voluntarios españoles que combatió en España en 1823 en defensa del Absolutismo borbónico = Antiguo régimen, que deseaba imponer el rey Fernando VII de España, poniendo fin a la Guerra Realista y al Trienio Liberal.

3 Grupo de Operaciones Especiales de España.

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