En una aldea global desconcertada y desbordada de incertidumbres por la incidencia del SARS-CoV-2 o COVID-19, conocido comúnmente como coronavirus, Estados Unidos y China permanecen a la vanguardia como los grandes actores del mundo con Rusia, empleando sus debilidades y fortalezas para agrandar su influjo exterior.
Partiendo de la base, que el denominador común de potencia mundial se atribuye a un Estado que dispone de la capacidad de inducir o fraguar poder, tanto político como económicamente a escala planetaria, ha de recrearse de la potencialidad y voluntad para persuadir o, tal vez, intimidar con la interposición, militarmente y de modo determinante, como de ejecutar su influencia y hegemonía, mediante actuaciones económicas, diplomáticas o ideológicas en el espacio de una sociedad internacional, cualquiera que sea la expansión de ésta.
En nuestros días, estos actores despliegan su dominio en la vertebración mundial, y sus medidas antes de tomar decisiones han de ser valoradas por otros países. Al mismo tiempo, poseen un peso cultural que se desenmascara con inversiones en partes menos prósperas del planeta.
En términos vigentes, valga la redundancia, una gran potencia se contrasta por aglutinar una economía fuerte, en atención a su producto interno bruto o PIB, tomando como referencias el valor monetario, el total de la producción corriente de bienes y servicios, el conjunto poblacional y un ejército vigoroso, englobando las fuerzas aéreas, marítimas y los satélites.
Ya, a lo largo del frontispicio de la Historia, Asiria, Babilonia, el Antiguo Egipto, Grecia, Roma, la Antigua China, Persia e India, entre algunas, se contemplan como las grandes potencias de la Antigüedad; en el Nuevo Mundo, resalta el Imperio Inca y Azteca como los más extendidos de los Estados precolombinos.
Y no iba a ser menos en el Viejo Continente, la Era Moderna; primeramente, las potencias residieron en las ciudades-estado italianas como Florencia, Roma, Génova, Milán, Venecia, etc.; España y Portugal y, posteriormente, la superioridad saltó a Francia, Reino Unido, Países Bajos, Rusia, Turquía, Alemania e Italia.
También, el siglo XX dispuso de protagonistas singulares como los Estados Unidos, Rusia y la Unión Soviética, Japón, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Austria-Hungría.
Sin embargo, es preciso incidir en la utilización de este concepto y sus consecuentes categorizaciones, porque las circunstancias son dinámicas y en las décadas más recientes, han variado con premura. Dicha clasificación suele estar sometida a un debate continuo.
Me explico, véase el ejemplo de China; hace unos 30 años se le encajaba con el lastre de la pobreza o posiblemente, condicionada a la situación de desarrollo. En contraposición, hoy, nadie cuestiona su empaque para circunscribirla entre las más pujantes y todopoderosas de la Tierra, aunque en algunos matices, continúa inmersa en el régimen autoritario.
Con estos mimbres, no es de sorprender que quién está llamado a ser la pieza hegemónica entre los jugadores del tablero mundial, asiduamente tenga que ocupar los titulares de las noticias, o inquieten sus responsables políticos y den forma a los moldes económicos del momento. De hecho, sus políticas exteriores se trastean milimétricamente, más aún, cuando existe algún ofrecimiento; o al menos, alguien confía en que se materialice.
Fijémonos en la revista estadounidense ‘U.S. News & World Report’, una edición semanal difundida en Washington D.C., y especialmente distinguida por su sistema periódico de informes procedentes de universidades y hospitales americanos, encaminada más bien a la política, economía, salud y educación, que ha editado la relación de naciones que más reputación han obtenido en distintos rangos.
Digámosle, que su casuística les hacen ser más o menos acreditados sobre el resto, fundamentándose en caracteres como el poder político, o la solvencia en el liderazgo de sus gobernantes, la riqueza, la proyección general o el bienestar de la ciudadanía. En base a estas variables intervinientes, el ranking de las diez potencias mundiales de 2020 la ostentarían por el orden que seguidamente referiré: EEUU, China, Rusia, Alemania, Reino Unido, Francia, Japón, Israel, Corea del Sur y Arabia Saudí.
Comenzando por Estados Unidos, oficialmente Estados Unidos de América, desde no hace mucho, se viene opinando de su posible repecho como primera superpotencia. Allende a este escenario, sigue estando entre la nación más importante en términos económicos y militares. Es más, se constatan varias reseñas que la emplazan a ocupar este puesto, al menos hasta el año 2030.
Su huella cultural es uno de los componentes más sobresalientes del predominio que alcanza, llamémosle con simplicidad, gracias a su promoción popular formulada en la música, el cine o la televisión.
El poder blando es otro de los instrumentos más trascendentes de este territorio, a pesar de la argumentación aislacionista de Donald John Trump (1946-74 años), se erige en el mediador de numerosas complejidades. El altísimo presupuesto de Defensa que cada año designa, le concede la delantera tecnológica en parcelas claves como la recopilación de inteligencia, defensa de misiles balísticos y la última generación de aviones de combate. Y su red de coaliciones en Europa con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y en Asia, están por encima de sus competidores.
Pese a ello, un análisis del Centro de Estudios de Estados Unidos perteneciente a la Universidad de Sídney, Australia, muestra a todas luces, que su Estrategia de Defensa en la zona del Indo-Pacífico, “está sumida en una crisis sin precedentes” que tendría serios inconvenientes para proteger a sus aliados de China.
En pleno siglo XXI, aun estando en el primer peldaño como la principal potencia mundial, EEUU, desafía retos internos de significativo calado que abarcan desde presiones raciales, hasta discrepancias de ingresos y un electorado cada vez más polarizado. Cada una de estas fracturas han hecho alarde en la dirección de Trump, porque su partido se ha fragmentado con algunas de las legislaciones aprobadas.
Si la Seguridad Nacional es una inquietud persistente, igualmente, lo es la deuda contraída por los conflictos y los gastos derivados de una urbe que envejece. Sin soslayarse, las perturbaciones producidas por las víctimas de armas de fuego. Habitualmente, EEUU adquiere un papel decisivo en las organizaciones internacionales y es una fuerza precursora de entidades como las Naciones Unidas, por sus siglas, ONU; la OTAN y el Banco Mundial o BM.
Actualmente, el COVID-19 ha asestado a la economía americana el mayor mazazo desde la Gran Depresión de 1929, al confirmarse que el PIB ha caído un -9,5% intertrimestral en el segundo trimestre de 2020 y contraerse un 32,9%.
Segundo, la República Popular China, con un PIB de 13,6 billones de dólares y una población de 1.439.323.776 habitantes, se ha propuesto dar caza a los Estados Unidos como gran superpotencia. Siendo el país con más población del mundo y contemplado el segundo más amplio por masa de tierra.
Los pronósticos más difundidos apuntan, que, en cuanto al PIB, en este período adelantará a su máximo contendiente. Amén, que el gigante asiático multiplicó el valor de su economía en la década anterior. Sin descartar, que en su competición particular con los americanos, dista mucho en el terreno militar.
Ello no oculta, que últimamente se haya prodigado en la modernización de sus Fuerzas Armadas, desplegando aviones de combate de quinta generación, portaviones, el acorazado Type 55 Cruiser y un nuevo misil de ultra largo alcance.
Y, ni que decir tiene, la flamante Ruta de la Seda, un megaproyecto económico, producto de un master plan, o sea un plan urbanístico que desarrolla una serie de promotoras o desarrolladores inmobiliarios públicos o privados, que ha permitido hacerse con más socios, tanto en África como en Latinoamérica.
El vertiginoso auge económico de China suscita unos cuantos desafíos, envolviendo la compensación del incremento de la población con sus recursos naturales, la progresiva desproporción de ingresos y la ampliación sustancial de la contaminación. El BM especifica que la intensificación económica sostenida, ha ayudado a cientos de millones de individuos en pobreza extrema. China es una nación en constante desarrollo con personas que subsisten como buenamente pueden.
Desde el año 1971, es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, así como de otras organizaciones internacionales y regionales, incluidas la Organización Mundial del Comercio y la Cooperación Económica, por sus siglas, OCDE, de Asia-Pacífico.
Tercero, Rusia o formalmente Federación Rusa, es el país más inmenso con grandiosas reservas energéticas. Heredero nuclear de lo que fuera la URSS, concentra uno de los arsenales más enormes y es la segunda potencia armamentística, tras EEUU.
En los últimos lustros ha destacado su ascenso militar, sobre todo, con su intrusión en la Guerra de Siria, o en Venezuela. Pero, la balanza de la economía rusa es mucho menor, ya que su PIB es de 1,7 billones de euros, por debajo de Brasil y su censo demográfico va decayendo. A nadie se le escapa, que las administraciones y organizaciones occidentales han censurado duramente al gabinete ruso, por ser autoritario y causante de abusos contra los derechos humanos.
La anexión de Crimea en 2014 y la hoja de ruta que ha ocupado en el laberinto de Ucrania, ha acrecentado la tirantez entre Moscú y Occidente, sin inmiscuirse, las sanciones aplicadas por los estados occidentales.
Las alarmas internacionales se han centralizado en la turbación por la sospechada interferencia de la administración rusa en la política occidental, incluyendo las elecciones presidenciales en Estados Unidos de 2016.
Obviamente, conserva una de las economías más gigantescas, arrastrada por sus ilimitados recursos naturales. Sus industrias fundamentales se encuadran en la producción de petróleo y gas natural, con la agricultura, la silvicultura y la pesca como otro de los engranajes financieros. Específicamente, el petróleo y el gas natural, implican importantes dosis a la economía. Del mismo modo, es uno de los mayores vendedores de armas militares.
Rusia, al igual que China, es integrante del Consejo de Seguridad de la ONU y de organizaciones internacionales, incluido el Grupo de los 20 o G20; el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, por sus siglas, APEC; el Consejo de Europa y la Organización Mundial del Comercio o OMC.
Cuarto, Alemania, oficialmente República Federal de Alemania, es el gran generador económico europeo y militarmente secundario, que ha satisfecho su salvaguardia a la OTAN. Habiéndose beneficiado considerablemente del orden mundial liberal, algo que se advierte, al contrastarse el gran superávit que ha registrado con más de 300.000 millones de euros.
En repetidas ocasiones, circunspecto a presidir con más empeño el propósito europeo, la nación centroeuropea tiene entre sus activos una dirigente, Angela Dorothea Merkel (1954-66 años), que ha demostrado con creces un liderazgo responsable, solvente y envidiado, saliendo airosa de la crisis epidemiológica.
Al explotar una economía social de mercado, el capitalismo abierto comporta indiscutibles saneamientos de servicio social. Mismamente, es uno de los primeros importadores y exportadores, refundiendo industrias como las telecomunicaciones, la atención médica y el turismo que ayudan a su economía. La agricultura es otro de los sectores económicos esenciales.
Aún combinando una fuerza laboral fructífera y altamente competente, idénticamente que en Rusia, el capital humano declina, lo que sugiere fluctuaciones sobre el pico de gasto en servicios sociales. Los ciudadanos en su totalidad son de etnia alemana y los turcos y otros europeos, encarnan grupos minoritarios.
Curiosamente, es una de las potencias que no tiene bomba nuclear, el quinto estado comerciante de armas y el tercero en Europa que más desembolsa en defensa, pero, con la tesitura, como le ocurre a España, de no alcanzar el umbral del 2% del PIB, que insistentemente reivindica EEUU para los países miembros de la OTAN.
Por último, Alemania también va cogida de la mano de las principales organizaciones internacionales, como la ONU; la OTAN; la Unión Europea o UE; la OCDE y el G20.
Y quinto, en tanto, que Francia, Japón, Israel, Corea del Sur y Arabia Saudí, quedan en pausa al cierre de la primera parte de este pasaje; Reino Unido, oficialmente el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, su atribución global guarda sus raíces en el Imperio Británico que se constituyó en la época colonial y obtuvo su resonancia en los inicios del siglo XX, con anterioridad a embarcarse en la descolonización y al término de la Segunda Guerra Mundial.
El Reino Unido se remonta a la creación del Reino Medieval de Inglaterra y en el siglo XVII de una monarquía constitucional y democracia parlamentaria. Es uno de los escasos actores mundiales que reúne dos siglos en el ranking. Ya, en 1820, era la tercera nación en discordia con la mayor economía.
Hoy por hoy, es la quinta por el PIB que sube a 2,6 billones de dólares. Si su marcha de la UE por el brexit ha abierto un futuro de inseguridad, Reino Unido ha preferido conservar su fuerza nuclear en el mar y los bombarderos. Ya, en el pasado, se erigió en la primera gran economía industrial y primera superpotencia del mundo moderno, que colonizó territorios en Asia, África y el hemisferio occidental.
Perceptiblemente, la nación se encuentra sumergida en un trance de identidad por la falta de protagonismo en el teatro internacional, percepción acentuada con su salida del círculo comunitario y las dificultades del padecimiento epidemial, al valorarse la gestión controvertida de su primer ministro Alexander Boris de Pfeffel Johnson (1964-56 años). Asimismo, converge una polémica si precisa prolongar una fuerza militar, naval, aérea y de disuasión nuclear.
Como otros tantos estados, Reino Unido pertenece al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y es un activo de las principales organizaciones internacionales, como la OMC, el BM, la OTAN y el G20.
En consecuencia, lo fundamentado en estas líneas que prosigue en otro texto, el tablero en el que se resuelve la posición geoestratégica que han de asaltar los contrincantes preferentes y los impedimentos que confluyen, se evidencian políticas de magnificencia que autografían la progresión china, afianzada en el lazo que hilvana con Rusia y el resto del Sudeste asiático. Un diseño solapado que se tonifica para esquivar las probabilidades de emprender una confrontación directa con EEUU.
Sin ir más lejos, el choque de placas tectónicas con el cierre de consulados entre los chinos y americanos, es el último de los episodios de las progresivas rigideces habidas entre estos dos colosos, por instantes, en llamas, que protagonizan una relación al borde del precipicio sujetada en la tripolaridad EEUU-Rusia-China.
Como es sabido, por reproches de espionaje, Washington obligó el cerrojazo del consulado chino en Houston, Texas.
La raíz de la colisión subyace, al entender los americanos que Pekín lo aprovecha para coordinar la afluencia de estudiantes dirigidos por el Ejército Popular de Liberación, y así obtener conocimientos que le permiten una cierta ventaja militar, con el consiguiente chantaje de visados.
La réplica de China, que desmiente rotundamente las acusaciones de Estados Unidos, ha sido la aguardada: especulándose la viabilidad de decidirse por el cese inmediato del consulado norteamericano en Wuhan o el de Hong Kong, definitivamente, ha elegido el de Chengdu, capital de la provincia Central de Sichuan, arriando la bandera americana y haciéndose con el control del edificio.
No quedándose aquí la tesis de quiebra, la disensión entre ambos se irradia en la vertiente comercial, como lo justifica la empresa tecnológica multinacional Huawei Technologies Co., Ltd., que está en medio del tsunami, porque Washington la reconoce como una amenaza para su Seguridad Nacional, por prejuicios de sus relaciones con la inteligencia del estado asiático.
Y, sin en enero daba la sensación de atisbarse un pequeño rayo de esperanza en los prolegómenos del acuerdo de Pekín y Washington, la praxis del SARS-CoV-2 ha dinamitado cualquier expectativa al respecto: Estados Unidos culpa a China de encubrir al patógeno en los coletazos preliminares y de dirigir a la Organización Mundial de la Salud, por sus siglas, OMS, a su favor.
Tanto son las escabrosidades insalvables, que Trump manifestó la despedida de su país de la OMS, con diferencia, el más castigado por el azote epidémico con 4.667.955 infectados y 154.859 decesos; en la otra cara, Pekín, reitera que informaron con la debida antelación y que el desbarajuste pandémico se debe, a su rechazo en los avisos puntuales y la emergencia sanitaria atendida de manera improcedente.