martes, 10 diciembre, 2024

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Veinte dólares de color negro

Lo que hace el color de las cosas; nos atraen más o nos atraen menos, incluso llegamos a rechazarlas por su color. A la hora de elegir los objetos que vamos a comprar nos fijamos en su color, por ejemplo la ropa, etc.; muchos  alimentos nos apetecen o no por su color.

El 25 de mayo murió asfixiado un hombre por utilizar un billete de 20 dólares falso. No murió por ser falso el billete, sino porque las manos, la cara y el alma de ese ser humano eran de color negro; según quienes lo conocían era un hombre de bondadoso color negro. ¿Si hubiese sido de otro color hubiera costado tan barata su vida? Como cantaba Antonio Machín: “…si sabes que en el cielo también los quiere Dios…”.

George Floyd, esposado, tumbado en el suelo, con la rodilla de Derek Chauvin, agente de policía blanco sobre su cuello durante más de nueve minutos… “No puedo respirar”, decía agónico. Ni siquiera hubo compasión. Y murió asfixiado. Ahí sí está la diferencia entre los seres humanos, en la catadura moral, y no en el color de la piel. Las imágenes de este vídeo se hicieron virales y han mostrado al mundo la existencia, como prueba gráfica, del profundo problema social y sistémico que ha estado presente en EE.UU. durante siglos, y que aún hoy es real. Cientos y cientos de personas han salido a la calle en protesta por este homicidio y por otros recientes de personas de color.

La profesora Jane Elliott, que enseña a combatir el racismo, y que ha recibido el Premio a la Excelencia en Educación de la Asociación Nacional de Salud Mental de EE.UU. y en 2016 fue una de las cien mujeres más destacadas por la BBC, en una entrevista comentó que: “No puedes abusar de un grupo de gente inteligente durante 300 años y esperar que aguante indefinidamente”

La condición de muchos de avasallar a los que no consideran iguales, a los que piensan de forma distinta o a los que tienes creencias diferentes es ancestral y aún hoy perdura en cierta parte de la población. Hay quienes ven como inferiores a quienes no consideran iguales, porque el centro de la medida es el “yo” y ampliándolo a la tribu, el “nosotros”. Y esa condición ha sido constante a lo largo de la Historia. Ya desde la más remota antigüedad existía esta consideración de desigualdad, incluso se llegaba a ver como práctica aceptada y a veces esencial para el desarrollo económico la posesión de esclavos, personas que no disponían de libertad y eran considerados como objetos que se poseían, y el dueño podía vender, comprar, regalar o cambiar por una deuda. Los esclavos, la mayoría de las veces, pertenecían a diferentes etnias ya que la esclavitud suele estar basada en un fuerte prejuicio racial, según el cual la etnia a la que pertenece el dueño es considerada superior a la de los esclavos. La principal fuente de obtención de estos esclavos era la conquista de otros pueblos; aunque también se daba el caso de individuos que se vendían ellos mismos o a algún familiar para pagar deudas o era el castigo para quien cometía algún delito.

Si se hace un recorrido por la Historia veremos que en casi todas las zonas del planeta el esclavismo era práctica habitual desde Mesopotamia, India, China, pasando por Grecia y Roma; y hasta los pueblos azteca, inca y maya. Incluso el islam en el siglo VII reconoció desde sus orígenes la esclavitud. Y en la España medieval, tanto cristianos como musulmanes hacían, vendían y compraban esclavos.

Con el descubrimiento de América se da impulso al comercio de esclavos africanos por parte de los países europeos. Desde el siglo XV hasta mediados de 1870, alrededor de 12 millones de africanos fueron trasladados a América para ser explotados como servicio doméstico, trabajando en la recolección de algodón, labores del campo, etc., muriendo muchos en el viaje por las pésimas condiciones con las que se transportaban.

Pero siempre hubo pensamientos humanos más evolucionados y conciencias más desarrolladas que con el paso de los siglos han ido impregnando las paredes del espíritu humano de una sensibilidad más humanizada, y así, fueron aflorando ciertas ideas que iban removiendo la visión de los tiempos y que cada vez iban barnizando a más personas. Este fue el caso de las consideradas como las primeras ideas abolicionistas defendidas por el aragonés Francisco de Jara (1645-1690) franciscano capuchino, y su compañero Epifanio de Moirans (1644-1689), que lucharon contra la esclavitud de los negros en América. Y posteriormente, con el liberalismo (siglos XVIII-XIX), la abolición de la esclavitud, se hace patente en su ideario al proponer la igualdad racial, junto a la libertad de expresión y de prensa, y la igualdad de género entre otras.

Fue a finales del siglo XVIII (Dinamarca 1792) y durante el siglo XIX cuando los países empiezan a ver necesaria la abolición de la esclavitud. Y por fin la Convención Internacional sobre la Esclavitud, celebrada en Ginebra en 1926, y en la que participaron los 38 países de la Sociedad de Naciones, aprobó la supresión y prohibición del comercio de esclavos y la abolición total de cualquier forma de esclavitud. Las propuestas surgidas de esta convención se confirmaron en la Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948.

Ya como antecedente primero a “Los Derechos Humanos” se dan “Los Decretos de Ciro el Grande”, que Ciro, primer rey de la antigua Persia, proclamó sobre los derechos humanos y se grabaron en lenguaje acadio y con escritura cuneiforme en un cilindro de barro cocido (el cilindro de Ciro) tras liberar a los esclavos de Babilonia en 539 a.C., cuando su ejército  conquistó la ciudad de Babilonia. Ciro liberó a los esclavos, y declaró que todas las personas tenían derecho a escoger su propia religión, y estableció igualdad entre las razas. Este grabado antiguo se ha reconocido actualmente como el primer documento de los derechos humanos en el mundo. Está traducido en los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas y sus disposiciones son análogas a los cuatro primeros artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.                   

Aparte de éste hay otros documentos posteriores que afirman los derechos individuales como La Carta Magna (1215) firmada por Juan I de Inglaterra, la Petición de Derecho producida por el Parlamento Inglés y enviada a Carlos I como una declaración de libertades civiles concedida en 1628, la Constitución de los Estados Unidos (1787), la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), y la Declaración de Derechos de los Estados Unidos (1791, también conocida como las “diez enmiendas”).

A pesar de todos estos logros sustanciales en reconocimiento y legislación, no se habían visto consolidados estos derechos en la práctica y aparecen personajes que marcan hitos en defensa de la igualdad de trato, de respeto social y ante la ley. Este es el caso de Rosa Parks, la mujer negra que no cedió su asiento a un blanco en el autobús en 1956, la cual fue arrestada y acabó en el calabozo y con una multa de 14 dólares, pero desató un movimiento social contra el racismo sin precedentes. O la lucha pacífica de Martin Luther King, pastor estadounidense de la Iglesia bautista, que fue un activista que estuvo al frente del movimiento por los derechos civiles para los afroestadounidenses, y participó en numerosas protestas contra la guerra del Vietnam y la pobreza en general. Por su lucha para terminar con la segregación estadounidense y la discriminación racial a través de medios no violentos le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en 1964. Cuatro años más tarde fue asesinado.

Ya hoy, a raíz de la muerte de George Floyd en Minneapolis y otras tantas ciudades estadounidenses se han producido revueltas por esta nueva injusticia racial que se está transformando en una rebelión en todo el país. Estas protestas han traspasado las fronteras de Estados Unidos llegando a Ámsterdam, París, Berlín, Sídney, Toronto… convirtiéndose en alegatos contra el racismo.

Desde que unas balas mataron a Martin Luther King en Memphis, Tennesse el 4 de abril de 1968, no se había visto una respuesta ciudadana tan masiva y enérgica como la de estos días con manifestaciones e incendio de una estación de policía en Minneapolis… En muchas ciudades se ha decretado el toque de queda y la respuesta policial es más dura (balas de goma, gases lacrimógenos, incluso se han visto imágenes de coches patrulla arremetiendo sobre manifestantes). 

Y aquí, en pleno siglo XXI, con tantos adelantos, varios milenios a nuestras espaldas, montones de teorías superadas, enfoques modernos del mundo, acumulación de la historia de la sabiduría en nuestras mentes, siendo los seres humanos más evolucionados… tenemos que convivir con escenas que nos relata la televisión, que en estos tiempos en el país considerado como el más avanzado y rico del mundo se den desigualdades tan extremas entre ‘los amigos del dólar’ y aquellos que viven sumidos en la necesidad y casi desconocen el color de los billetes (cosa que sucede en todos los países).

Se puede caer en el error, quizá por necesidad, de entregar un billete falso con el agravante de ser un billete de 20$ de color negro. Racismo y pobreza. Para algunos la vida vale muy poco.

Se viene diciendo que el dinero estadounidense se actualiza y lo hace con una mujer esclava negra en los billetes de 20$, entre otros cambios en otros billetes.

El “Tesoro de los Estados Unidos” oficializó que la figura elegida es Harriet Tubman, una mujer negra que escapó de la esclavitud y ayudó a otras personas a hacer lo mismo. Este cambio iba a tener lugar el año 2020, fecha en la cual se cumplirían 100 años del derecho a voto femenino en ese país (esto fue promovido por Barack Obama pero Donald Trump, partidario del actual billete por su admiración a Jackson, el presidente que envió a la Nación Cherokee a recorrer un Sendero de Lágrimas, tras firmar el decreto que expulsaba a los indios de sus territorios, que lo aplaza hasta 2028.

Es de desear que no sólo llegue la representación de las personas negras hasta los billetes, sino que se garantice una vida más digna a la gente marginada. Que Harriet Tubman sea el primer paso para mejorar las condiciones de la gente necesitada ahora que el mundo está más sensibilizado con los movimientos nacidos a raíz de la muerte de George Floyd. Este es tiempo de plantear cambios sociales que amparen a todos.

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