viernes, 13 diciembre, 2024

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Celebramos el 4 de julio. La importante presencia de España

Pocos saben que el 22 de julio de 2016 se cumplirán 237 años desde que España declaró la guerra a Gran Bretaña en 1779 y abrió camino a la independencia de los Estados Unidos, aunque la ayuda española comenzó discretamente en 1776 con el envío de armas, dinero, suministros, apoyo logístico y de inteligencia.

Una colaboración decisiva

¿Qué aportó España a la independencia norteamericana? Desde que el reino entró oficialmente en la guerra a favor de Washington, se crearon las condiciones estratégicas y militares necesarias para la victoria.

En primer lugar, España era la dueña de Luisiana, que entonces se llamaba Florida Oriental, y desde ese territorio podía lanzar ataques con sus tropas contra las agrupaciones británicas, prestar ayuda a los rebeldes norteamericanos, intercambiar informaciones de inteligencia, y sublevar contra Inglaterra las naciones indias aliadas a España. Desde la Luisiana, el gobernador español Bernardo de Gálvez y Madrid pudo atacar Manchac, Fort Bute, Natchez, Baton Rouge, Mobila y finalmente partió de La Habana con una fuerte agrupación de tropas para atacar la posición fortificada de Pensacola. El resultado fue que la principal plaza fuerte británica en el golfo de México, Pensacola, cayó en manos de España, y que Mobila y las fortificaciones que defendían el delta del Mississippi fueron tomadas. Los ingleses ya no podían conducir tropas ni abastecimientos por el gran río, y los flancos oeste y sur del Ejército Continental(1) de Washington quedaron a salvo de cualquier intento enemigo.

Dentro del territorio norteamericano, los ingleses quedaron reducidos a posiciones fortificadas en el ámbito territorial de las Trece Colonias. No recibían refuerzos desde el oeste y el sur, los movimientos de sus tropas y sus planes de operaciones dentro del espacio que aún ocupaban eran limitados, y eran combatidos simultáneamente por los voluntarios y milicias de Washington y las tropas francesas que comenzaron a llegar en gran cantidad, al tiempo que los gobernadores de Luisiana hacían pactos con indios aliados para atacar la retaguardia de las tropas británicas, ponían emboscadas y daban parte de los movimientos de las agrupaciones inglesas.

Por otra parte, el centro de los servicios secretos españoles en Filadelfia, a cargo del comerciante hispanocubano Juan de Miralles, recogía los informes de numerosos agentes, daba parte a Washington, a los generales norteamericanos o a los auxiliares franceses según el caso, y enviaba copias mediante pliegos trasmitidos directamente a Madrid, al Capitán General de Cuba o al centro homólogo que dirigía fray Antonio de Sedella, religioso capuchino que era Vicario desde la Catedral de San Luis en Nueva Orleans. El P. Antonio agregaba sus propios informes y observaciones a los despachos de Filadelfia, y los enviaba a La Habana utilizando mensajes cifrados y escritura secreta, y por ello Washington, sus generales, las tropas aliadas francesas, los gobiernos de España y Francia, el Virrey de Nueva España y el Capitán General de Cuba, conocían las intenciones, planes y movimientos de Lord Cornwallis y los jefes ingleses.

A esto hay que agregar el flujo constante de grandes sumas de dinero, artillería, morteros, balas de cañón, pólvora, mosquetes, bayonetas, municiones, uniformes, tiendas de campaña, prendas de abrigo y abastecimientos de todo tipo que llegaban de España, México y La Habana, y se llevaban a Luisiana desde donde pasaban a proveer a los siempre necesitados voluntarios del Ejército Continental de Washington y sus aliados franceses.

Pero la ayuda no acaba aquí. La escuadra de guerra norteamericana, al mando del comodoro Alexander Gullon, era reparada, armada y abastecida en el Real Astillero y la Maestranza de artillería de La Habana, sede de una poderosa agrupación de tropas hispanocubanas, fuerte de 10.000 hombres entre regulares, milicias y batallones de pardos y morenos, que logró la victoria en la campaña de Pensacola. Como es natural, las posesiones españolas en el Mar de las Antillas servían de base a las escuadras de la Real Armada, las flotas que arribaron desde Francia y las naves corsarias que obtuvieron patente de corso(2). Por otra parte, el Real Astillero de Cartagena de Indias, Colombia, así como la armería, también estaban al servicio de los rebeldes norteamericanos, Francia y España en otro escenario de la guerra.

Fue notable la actividad de los corsarios al servicio de Washington y sus aliados. Para observar la importancia del corso en la Guerra de Independencia basta decir que los corsarios españoles, norteamericanos y franceses capturaron durante la guerra unos 3.000 buques ingleses, lo que dificultó enormemente el envío de provisiones a las tropas británicas en Norteamérica. Gracias a sus bases y centros de operaciones en las Antillas y el territorio continental se destacaron sobre todo los corsarios españoles y cubanos. Tenemos el ejemplo de Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, que en 1780, al mando de la balandra «Flecha» capturó dos corsarios británicos. Al año siguiente, al mando de la fragata «Santa Bárbara» apresó otros 4 corsarios de la misma nacionalidad, mientras que el 14 de mayo el bergantín de guerra “San Antonio”, sorprendió ancladas en Cuba, junto a Cabo Blanco, dos goletas británicas armadas en guerra. Después de cinco horas de combate y de morir los capitanes ingleses con muchos tripulantes, se rindieron las goletas, y fueron remolcadas a La Habana.

Unidas las escuadras de Francia y de España, y desatado el avispero de corsarios cubanos, españoles, norteamericanos y franceses en los mares americanos, la poderosa Royal Navy de Inglaterra se vio relegada a un segundo plano. En cierto momento, una flotilla norteamericana fue capaz de llegar a las costas de Gran Bretaña. En 1778, la marina estadounidense, conducida por John Paul Jones, asaltó el puerto de Whitehaven, en Cumbria. El desembarco por sorpresa fue realizado como una acción de venganza por Jones, y nunca con la intención de invadir Inglaterra. Pero su audacia causó una gran histeria en Gran Bretaña, porque el exitoso ataque patentizó una incapacidad que podría ser explotada por otros estados como Francia o España.

Las escuadras británicas se quedaron sin centros de operaciones en el Caribe, y sus acciones en aguas del Nuevo Mundo se tornaron peligrosas e incómodas. La toma de las Bahamas por el Capitán General de Cuba, Juan Manuel Cajigal, privó a los ingleses de su base marítima principal(3) cuando sus fuerzas y medios estaban impedidas para realizar operaciones efectivas contra Cuba y en especial contra La Habana. Ni siquiera lo intentaron, ya que Cajigal tomó medidas urgentes de defensa, puso en pie de guerra miles de hombres para defender La Habana, y el Almirante Rodney desistió de la idea de atacar. Poco después Cajigal se unió al Almirante español José Solano para perseguir los buques ingleses que entraban en aguas cubanas, que no podían arribar a Luisiana por ser parte de los dominios de España y su gobernador, Bernardo de Gálvez, desde el primer momento proporcionó acceso libre a los buques de Washington en el Mississippi mientras se lo negaba a los buques ingleses.

Un conflicto que se convirtió en Guerra Mundial

Los aliados luchaban contra Inglaterra en Norteamérica, centro y sur América. Había enfrentamientos en el Caribe, en Gibraltar, en el Mediterráneo, en el Canal de la Mancha y en el golfo de Bengala. En los meses finales de la contienda Holanda se sumó a los aliados y entonces se enfrentaban franceses, holandeses, norteamericanos, y el reino de España que puso su inmenso Virreinatos, Capitanías Generales, gobernaciones y todo lo que formaba parte de su imperio en la lucha contra Inglaterra. Se peleaba en América, Europa, África y Asia, se peleaba en todas partes, por tierra y por mar. Se trataba de la Primera Guerra Mundial, y en realidad, la I Guerra Mundial reconocida oficialmente, la de 1914 a 1918, tuvo un escenario más reducido que se limitó en lo fundamental, al territorio de Europa. En 1778-1782, las marinas de guerra de España, Francia, Holanda e Inglaterra se enfrentaron en todos los océanos. 

Entre las acciones más importantes libradas por España contra Inglaterra fuera de Norteamérica y del continente americano, se cuenta el control del Canal de la Mancha, que fue invadido por una flota hispano francesa de 68 navíos de vela, al mando del Almirante Córdova, justo cuando España acababa de unirse a la coalición contra Gran Bretaña, con la misión de desembarcar un gran ejército en Inglaterra, y marchó con tanta decisión para atacar la flota inglesa en sus propias bases, que su ataque relámpago penetró en el canal de la Mancha hizo huir al abrigo de sus puertos las fuerzas navales británicas comandadas por el Almirante Charles Hardy, y se apresó el navío “Ardent” de 64 cañones, que quedó rezagado.

La campaña de Honduras, un desastre para los ingleses.

Tratando de llevar la guerra a los dominios de España, una expedición partió de Jamaica el 3 de febrero de 1780, escoltada por el entonces capitán Horacio Nelson en el Hinchinbroke, para atacar la fortaleza de San Juan en Nicaragua, al mando del capitán John Polson, que disponía de 400 regulares de los 60º y 79º regimientos, 300 hombres del Cuerpo Leal irlandés que formó John Dalling gobernador de Jamaica, y varios cientos de reclutas locales, incluyendo negros e indios miskitos de la costa occidental de Honduras.

La expedición subió por el río San Juan el 17 de marzo de 1780. El 9 de abril, Nelson, en su primer combate, capturó una batería española en la isla de Bartola. Ocho kilómetros río arriba se hallaba la fortaleza San Juan, con 150 defensores, que fueron sitiados el 13 de abril. Pasaban las semanas y los británicos comenzaron a carecer de alimentos y municiones. Tras las lluvias iniciadas en abril, los hombres comenzaron a morir de tifus, malaria y disentería. Nelson fue uno de los primeros en enfermar, siendo embarcado antes de que los españoles se rindieran. Unos 450 refuerzos británicos llegaron el 15 de mayo, pero los afroamericanos y los indios abandonaron la expedición debido a las enfermedades y el descontento. Los ingleses no querían abandonar el sitio, pero las enfermedades causaron tantos muertos que se retiraron el 8 de noviembre. Los españoles ocuparon de nuevo las ruinas de la fortaleza que los británicos destruyeron en su retirada. Murieron más de 2.500 ingleses, lo que hizo que la expedición fuera el desastre británico más costoso de toda la guerra(4). Mientras esto ocurría en Nicaragua, en Campeche y Belice los españoles no estaban quietos y capturaron los establecimientos ingleses de la región.

Las victorias del Almirante Luis de Córdova 

En agosto de 1780, avisado el Almirante desde el centro de espionaje español en Filadelfia de la salida de un gran convoy con refuerzos para las tropas británicas en Norteamérica, llevó sus escuadras para esperar a los ingleses en la ruta obligada, y sobre el cabo de Santa María, el nueve de agosto, maniobrando con su destreza característica, Córdova apresó el rico convoy británico de más de 75 embarcaciones de alto bordo, armadas en guerra y escoltadas por tres fragatas de combate que pasaron a la marina real de España con los nombres de “Colón”, “Santa Balbina” y “Santa Paula”, e hizo aquel día 3.000 prisioneros de las dotaciones, más 1.800 soldados de las compañías reales de las Indias Orientales y Occidentales, evaluándose el botín capturado, de mercancías y municiones, en un millón de duros (moneda de ocho reales). 

El gran Almirante de 73 años dio mucho que hacer. En la campaña de 1781, en el canal de la Mancha, sufrió la escuadra violentos temporales sin experimentar descalabros y males de consideración, gracias a las acertadas disposiciones que tomó Córdova secundado por su mayor general José de Mazarredo. En dicha campaña capturó otro convoy británico de veinticuatro velas, dirigido a reforzar al ejército británico.

La campaña de las Indias Orientales

La guerra en las Indias Orientales constó de una serie de episodios. En 1778, las autoridades británicas tomaron sin dificultad establecimiento francés de Pondicherry. Una escaramuza naval muy débil ocurrió el 10 de agosto en el golfo de Bengala, entre el oficial británico naval en el mando y M. de Tronjoly. Pero hasta entonces los franceses eran más débiles para efectuar grandes ofensivas y permanecieron en las islas Reunión y Mauricio hasta principios de 1782.

Pero en 1781, el Almirante francés Pierre André de Suffren de St. Tropez fue enviado con una escuadrilla. En su camino topó con una fuerza británica que había sido enviada para tomar la posición de los holandeses en el sitio de Praia, la derrotó el 16 de abril y continuó viaje a las islas francesas. A principios de 1782 atacó duramente a los británicos en el golfo de Bengala. Del 17 de febrero de 1782 al 20 de junio de 1783, sostuvo varios combates que definieron su superioridad. Aunque carecía de bases para su escuadra y de aliados salvo el indio Hyder Ali, se mantuvo en el mar, no se retiró a las islas francesas ni aún durante el monzón del nordeste y tomó Trincomalee en julio de 1782, a pesar de la oposición del almirante Hughes. En este escenario de la guerra, infligió grandes pérdidas a los ingleses en todos los combates.

La ayuda financiera de Cuba y la victoria de Yorktown

Durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, en los astilleros de La Habana se reparaban y reabastecían barcos de la armada rebelde, mientras el muy rico empresario habanero Juan de Miralles, que era amigo personal del General Washington, hacía todo lo que podía para ayudar a la causa independentista, con la que simpatizaba de corazón, y más de una vez usando su fortuna personal; en tanto que el irlandés Oliver Pollock, comerciante en las Antillas y amigo personal del «financiador de la guerra» Robert Morris, había obtenido en La Habana préstamos (algunos secretos o a través de segundas personas) para ayudar a la guerra, y cuyo dinero representaría hoy muchos millones de dólares más.

Como es natural, las campañas de Pensacola y las Bahamas costaron mucho dinero. En Pensacola, los gastos en diversos suministros de la flota que participó en la contienda, unidos a los de mantener más de 4,000 hombres durante dos meses sin contar los tripulantes de los siete barcos de guerra y los 49 de transporte que participaron en la expedición, abastecerlos de ropa, comida y material de guerra y pagar sus salarios, pueden ascender a más de medio millón de ducados según cálculos discretos, o sea, cinco millones y medio de reales de vellón que salieron de las Cajas de La Habana. Si a lo anterior se agregan los gastos para financiar la expedición de Cajigal a Nassau en las Bahamas, fuerte de 2,000 hombres, la cifra anterior puede subir a nueve millones de reales y a bastante más de diez millones si se consideran los gastos incurridos en La Habana y otros puntos de la Isla de Cuba para prevenir un ataque de los ingleses. Diez millones de reales equivalen a unos 13 millones 300 mil libras tornesas, alrededor de 2 mil 500 millones de dólares actuales.

VictoriadeYorktown

A mediados de 1781, y en vísperas de la batalla de Yorktown, el General Washington y su ejército se encontraban en condiciones deplorables; las arcas que financiaban la guerra estaban vacías, los agricultores no suministraban comestibles por falta de pago y lo mismo ocurría con los armamentos y la pólvora(5), mientras no había dinero para pagar a los marinos de la flota del Almirante De Grasse y a la infantería del General Rochambeau. De Grasse, fracasó en sus gestiones para recoger dinero en Haití, donde era dueño de plantaciones, y fue a Cuba donde los poderosos comerciantes habaneros y el pueblo reunieron en 6 horas 1’200,000 libras tornesas, moneda de plata acuñada en la ciudad de Tours, aceptada internacionalmente, equivalentes a 300 millones de dólares de hoy(6), que fueron enviadas a Washington para financiar la victoria(7).

Conclusiones

Acosados, batidos y derrotados en numerosos escenarios, atacados en su propio territorio, superadas sus poderosas fuerzas navales, Inglaterra se vio obligada a pedir la paz. Sin la ayuda financiera y material de España, que armó, vistió y alimentó a los soldados del Ejército Continental e incluso a las tropas francesas, más numerosas que los contingentes rebeldes, sin su apoyo logístico y de inteligencia, sin la amenaza constante de la poderosa Armada Real de España sobre las tropas francesas, sin las victorias del Almirante Luis de Córdova, que proporcionó derrotas contundentes a los británicos capturando en total 100 buques ingleses que transportaban miles de hombres, armas, abastecimientos y diverso material de guerra a Norteamérica, apoderándose más de un millón de libras en lingotes de oro sin contar el valor de los buques capturados, amén de 3.150 prisioneros, lo que hizo tambalear la Bolsa de Londres; sin el sitio de Gibraltar, que fijó en el norte de África miles de combatientes británicos y consumió los recursos de Inglaterra, sin los centros de inteligencia fundados por Miralles y el P. Sedella en Filadelfia y Nueva Orleans, sin los indios que España sublevó contra Inglaterra; sin los miles de combatientes españoles, cubanos y portorriqueños que conquistaron las fortalezas de Manchac, Baton Rouge, Fort Bute, Natchez, Mobila y Pensacola, tomando y controlando el delta del Mississippi, sin la toma de New Providence en las Bahamas por el Mariscal de Campo cubano Juan Manuel Cajigal, sin el apoyo de los corsarios que atraparon 3.000 mercantes británicos durante la contienda y se apoderaron al menos de 5 millones de libras en oro, sin los servicios del Real Astillero de La Habana y el control de las bases de operaciones en el Mar de las Antillas, sin el millón doscientas mil libras tornesas que los comerciantes habaneros y el pueblo de la capital de Cuba enviaron a Washington cuando el Ejército Continental desfallecía de hambre y escaseces en los accesos de Yorktown8, los norteamericanos no hubieran ganado la guerra, ni siquiera con la ayuda de Francia.

Una verdad apodíctica quedó grabada para siempre entre los grandes hechos históricos: sin la ayuda de España, George Washington no habría logrado nunca la victoria en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.

Por esa causa, Bernardo de Gálvez, Luis de Córdova, Juan de Miralles, Juan Manuel Cajigal, Diego Gardoqui, Francisco Bouligny y miles de combatientes españoles, cubanos y puertorriqueños que aportaron su sangre y murieron por la independencia americana, deben ser eternamente recordados por millones y millones de hombres y mujeres en los Estados Unidos, que ignoran que la libertad de su Patria pudo lograrse gracias al coraje de los héroes hispanos.

Citas:

(1) Se denomina Ejército Continental al ejército comandado por George Washington que creado por los rebeldes norteamericanos para que fuera su brazo armado en la lucha por la libertad.

(2) Larrúa Guedes, Salvador. Conferencia Magistral en la Universidad de Alabama, Tuscaloosa, Al., sept. 2009, repetida ante la Asociación Nacional de Historiadores Norteamericanos en su sede de Montgomery, Alabama, ese mismo mes y año.

(3) Ibídem.

(4) Ibídem.

(5) Sólo en 1776 Washington recibió armamentos por valor de 4 millones de reales de vellón: 216 cañones de bronce, 209 cureñas, 27 morteros, 29 afustes, 12,826 bombas, 51,134 balas, 300 lotes de 1,000 libras de pólvora cada uno, 30,000 fusiles con sus bayonetas, 4,000 tiendas de campaña, 30,000 uniformes completos y plomo para balas de fusil (Morales Padrón, Francisco: Participación de España en la independencia política de los Estados Unidos. Publicaciones Españolas, Madrid, 1952, p. 15

(6) Larrúa, Salvador. Tropas y financiamiento cubano para la independencia de los Estados Unidos. Herencia Cultural Cubana, Miami, Fl., 2009

(7) Los detalles de la inmensa cantidad de oro que se reunió en La Habana en solamente seis horas pueden verse en la Colección de Documentos Originales Inéditos que se conserva en el Centro de Documentación Histórica de la Florida Colonial, Florida Colonial Heritage, Inc., Corpus Christi Catholic Church, Miami, Florida.

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Autor: Dr. Salvador Larrúa-Guedes

Secretario de la Academia de la Historia de Cuba.

Académico Correspondiente en Estados Unidos de la

Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras (RAHA).

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