viernes, abril 26, 2024

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Colón y la corona

Como en ocasiones anteriores un suceso puntual, la muerte de un hombre negro a manos de la policía en este caso, ha desatado un pandemónium de disturbios sociales en medio mundo, especialmente en los EEUU, donde todo comenzó. Las cifras de actuaciones policiales en aquel país sobre las diferentes minorías que en él se desenvuelven muestran claramente que tienen un problema profundo aún por resolver; problema que, desde China, miran con delectación.

La Guerra de Secesión entre un sur agrícola y un norte industrial se justificó como una cuestión relacionada con la esclavitud, aunque después las relaciones sociales apenas cambiaron. En la época de los hermanos Kennedy, con el auge de la televisión de por medio, volvieron los problemas y disturbios a la primera plana y, desde entonces, asistimos a ciclos de represión sobre las minorías seguidos de estallidos de violencia en las calles; y no nos engañemos, es difícil que, por ahora, la espiral se detenga.

En los últimos tiempos, además de los tradicionales asaltos a comercios de todo tipo también parece llegado el tiempo del derribo de estatuas. A Junípero Serra ya le dieron lo suyo en California; esta vez van a por Colón, también un racista y esclavista dicen. En Inglaterra hasta a Winston Churchil han tenido que proteger. Nadie que este sobre un pedestal parece estar a salvo de estos nuevos Comités de salud pública.

Lo de las estatuas impresiona porque queda muy dramático en los telediarios, pero peor es el acoso a enseñantes políticamente incorrectos para estos nuevos robespierres que pueden llegar a hacer doblar el brazo a prestigiosos centros de enseñanza con cientos de años de existencia. La libertad de cátedra comienza a estar en entredicho a golpe de escrache estudiantil y las rectorías claudican ante el empuje de estos nuevos puritanos. Me temo que la ilustración en Occidente está en peligro acosada por minorías radicales y no veo actitud ni coraje para llevar a la hoguera a estos Savonarolas de medio pelo.

Colón no fue más que un peón de una Corona española que en aquel momento construía el más avanzado sistema de gobierno de la época. La Reina Católica creyó en el proyecto y lo impregnó de espíritu evangelizador; la acción de la Iglesia fue fundamental y a ello se debe el catolicismo en América, pero también las 23 universidades que fundó allí España, más que todo el resto de potencias juntas. A Isabel se deben las Leyes de Indias protectoras de los indígenas como súbditos de la Corona y prohibiendo su esclavitud; el primer tratado sobre derechos humanos para cualquier observador objetivo. Leyes que serían refrendadas años más tarde, en tiempos del Emperador, en la Controversia de Valladolid, sin duda el primer congreso sobre derechos humanos celebrado en el mundo.

Los españoles, un puñado apenas, solo pudieron conquistar y construir un imperio desde la sabiduría para lograr el apoyo de millones de almas, las mismas que estaban subyugadas por las élites depredadoras aztecas o incas. Con lo españoles los impuestos en grano y trabajo personal eran menores y el Dios que traían era más indulgente. Con la independencia de las nuevas repúblicas los pueblos indígenas quedaron desprotegidos y algunos llegaron a desparecer, corriendo el mismo destino que aquellos que cayeron bajo del dominio anglosajón.

Que sigan derribando estatuas, no con ello resolverán el problema.

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